29 de desembre 2008

SON MIL MILLONES


Días atrás la FAO (Organización de las naciones Unidas para la agricultura y la alimentación) hacía público un informe, según el cual los desnutridos en el mundo son ya 983 millones de personas. Eso, sin tener en cuenta que la actual crisis económica y financiera empujará a más gente al hambre y la pobreza.
A pesar de que los precios de los alimentos a nivel mundial han bajado desde principios de este año, las hambrunas en los países pobres siguen creciendo, En consecuencia, para millones de seres humanos es impensable contar a diario con una cantidad mínima de alimentos para poder desarrollar una vida sana y activa.
El 65% de personas con fuertes carencias alimenticias se concentran en países como India, China, La República Democrática del Congo, Bangladesh, Pakistán o Etiopía. Por eso, en función de cómo se produzca el desarrollo en los países emergentes se puede reducir, o no, el hambre en el mundo de forma sustancial.
Unos 585 millones de hambrientos vive en Asia y ahí los avances en la lucha contra el hambre son de una lentitud exasperante. En contrapartida, en el sudeste del mismo continente se vislumbran signos que generan un cierto optimismo, países como Tailandia o Vietnam están realizando progresos notables en su lucha contra esta pandemia. Pero donde los datos son más desoladores es en el África subsahariana, ahí una de cada tres personas (240 millones de seres) padece desnutrición crónica y es la República Democrática del Congo el país que bate todos los records de crecimiento del número de hambrientos. Así es la cruda realidad que nos presenta el mal llamado tercer mundo.
Esta es una de las múltiples facetas de la globalización poliédrica. En estas circunstancias el opulento occidente con sus crisis, sus grandezas y también sus miserias no puede hacer abstracción de la situación como si nada sucediera. Por tanto, hay que afrontar, sin más dilación, desde la acción multilateral los grandes retos que la humanidad tiene planteados. Y entre ellos el hambre y la pobreza han de figurar en el frontispicio del imaginario colectivo para erradicarlos a la mayor brevedad.
Bajo el paraguas de una globalización inclusiva hay que sumar voluntades y aunar esfuerzos, para conseguir sociedades más equitativas donde la justicia social sea una prioridad fundamental. De forma simultánea hay que remodelar las instituciones financieras internacionales y los principios en que se orientan, a la vez que se hacen más transparentes y accesibles a los que precisan de sus servicios.
Mil millones, son muchos millones, demasiados. No podemos permanecer impasibles, mientras aquí derrochamos con total impunidad. Ahora la crisis económica nos ofrece una oportunidad para el cambio, pero no un cambio cualquiera, ha de ser un cambio para mejorar. El momento ha llegado, que lo sepamos aprovechar depende de todos nosotros.

Bernardo Fernández
Publicado en: ABC 24/12/2008

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