04 de novembre 2025

EL DIARIO DE SESIONES NO MIENTE

Tras las elecciones generales de julio de 2023, con el objetivo de seguir desarrollado su programa de progreso y transformaciones sociales en nuestro país, el PSOE tuvo que poner en marcha toda su capacidad negociadora y de convicción para lograr que diversos grupos parlamentarios del Congreso dieran su voto para investir a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno

En noviembre de 2023, tras unas largas y escabrosas negociaciones se firmó el “Acuerdo de Bruselas” entre el PSOE y Junts. Según ese pacto, los siete diputados del grupo catalán votarían la candidatura de Pedro Sánchez, a cambio de la aprobación de una Ley de Amnistía, la oficialidad del catalán en la UE y el traspaso de las competencias en inmigración a la Generalitat de Catalunya, entre otras cuestiones de menor calado.

Poco después, se constituyó una mesa de negociación en Ginebra, presidida por un mediador internacional, para hacer un seguimiento del cumplimiento o no de los acuerdos.

Los socialistas lograron su propósito. La legislatura echó a andar, pero muy pronto se vio que aquello no iba a ser un camino de rosas. La debilidad parlamentaria del Gobierno ha facilitado que, en estos dos años de legislatura, el Ejecutivo haya tenido que hacer concesiones a los grupos de la investidura que, en circunstancias normales, no se hubieran producido. No hay nada que objetar. Eso es algo que forma parte del juego parlamentario. Pero todo tiene sus límites y desde el minuto uno quedó claro que a Junts la gobernabilidad de España le importa un pimiento, lo único que les interesa es hacer valer sus votos y poner al Gobierno contra las cuerdas, cuantas más veces mejor.

La realidad es que los dos años que llevamos de legislatura han sido un auténtico vía crucis para el Gobierno que ha tenido que sudar la camiseta en cada votación y los de Junts han dejado en la estacada al Ejecutivo para unir sus votos a los del PP y Vox, en más de una ocasión, sin ruborizarse.

No voy a entrar a valorar si el Gobierno ha sido todo lo diligente que debía para cumplir los pactos acordados o no. El hecho cierto es que, contra la voluntad de muchos militantes socialistas, se llevó al Congreso el proyecto de Ley de Amnistía y se aprobó, si después el Tribunal Constitucional está valorando si la malversación es amnistiable o no es por qué en nuestro país, afortunadamente, existe separación de poderes, como mandan los cánones más elementales de la democracia parlamentaria. De la misma manera, el Ejecutivo puso en la agenda europea la oficialidad del catalán, el gallego y el euskera. Para saber porque el tema se ha encallado los “juntaires” harían bien preguntándole al PP por sus maniobras en la oscuridad para frenar la propuesta. Y, por último, los de Puigdemont deberían recordar que la no aprobación del traspaso de las competencias en materia de inmigración fue una decisión de Podemos, por temor —dijeron— a que esas competencias cayeran en manos fascistas si algún día Junts gobierna en Catalunya.

Según consta en el Diario de Sesiones del Congreso, Junts ha participado casi en el 70% de las derrotas parlamentarias (incluyendo en el cómputo todo tipo de tramitaciones legislativas, de mayor o menor rango) del Gobierno. Desde la constitución del Parlamento hasta el pasado mes de septiembre, los “socios” de Junts han ejercido un papel relevante como oposición al PSOE, impulsando o contribuyendo en varios descalabros del Ejecutivo.  Según los recuentos de votaciones consultados hasta mediados del mes de mayo, Junts ha estado detrás de 52 derrotas del Gobierno de coalición. Han votado directamente en contra en cerca de 40 ocasiones y se han abstenido en otras 13. Mientras que solo han respaldado al Ejecutivo en 18 de esas derrotas. Un recuento al que hay que agregar el 'no' al decreto antiapagones del Pleno de julio; aunque, sin duda alguna, el rechazo a la reducción de la jornada laboral haya sido el más sonado.

Con el anuncio de que Junts rompía sus acuerdos con los socialistas se ha hecho visible algo que ya se daba de facto: que los de Puigdemont hacían más de oposición que de mayoría. El Diario de Sesiones no miente y los datos ahí están.

Ni Carles Puigdemont ni nadie de su equipo se han molestado en explicar cono nos va a beneficiar esa ruptura a los catalanes. En Junts han antepuesto sus temores a un sorpasso de Aliança Catalana al progreso y los avances sociales tanto en Catalunya como en España. Con su decisión los post postconvergentes ponen una alfombra roja para que en nuestro país se instale un gobierno de ultraderecha. Quizás porque todavía acarician aquella idea estrambótica de cuanto peor mejor.

El órdago de los de Puigdemont pone al Ejecutivo de Sánchez a los pies de los caballos, sin mayoría parlamentaria, sin poder presentar una moción de confianza porque los números no dan y sin presupuestos la continuidad de la legislatura se complica.

Está por ver el rol que juegan los diputados de Junts. Lo más probable es que sigan nadando entre dos aguas. Sea como sea, esta ruptura va a suponer un auténtico quebradero de cabeza para el Gobierno. Porque va a resultar, prácticamente, imposible sacar adelante asuntos fundamentales, si no se compensa de forma espléndida a los de Puigdemont. 

Veremos cuál es el alcance real de todo este asunto, pero hay ocasiones en la vida en las que hay que decir: “hasta aquí hemos llegado” y tomar decisiones drásticas, quizás una de esas ocasiones está a punto de llegar. Por eso el PSOE haría bien en tener la maquinaria electoral a punto. En situaciones convulsas, como la actual, todo es posible.

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 03/11/2025

 

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