13 de novembre 2025

EL HOMBRE QUE CONFUNDIÓ A SU PAÍS CON UN PARVULARIO

A mediados de los años ochenta, el profesor de Neurología Clínica, Oliver Sacks, (1933-2015), publicó un libro titulado “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, en el que recopilaba una veintena de historiales médicos de pacientes perdidos en el desconocido mundo de las enfermedades neurológicas.

Hace ya tiempo que leí con sumo interés esas narraciones. De entre todas, me llamó poderosamente la atención el relato que da nombre al libro. Allí, Sacks nos explica que el doctor P es un prestigioso músico que con el paso del tiempo empieza a tener algunos problemas de relación con sus alumnos como, por ejemplo, no reconocer a algunos de ellos o no identificar sus caras. Sin embargo, en cuanto el estudiante habla el profesor lo reconoce por su voz. Con el paso del tiempo, la situación se fue deteriorando, hasta que un día en la consulta de Oliver Sacks, a la hora de marchar y con la mayor naturalidad, cogió a su esposa por la cabeza e intentó ponérsela como si fuese un sombrero.  

Pues bien, he traído a colación ese libro y me ha parecido oportuno parafrasear su título para dar nombre a esta columna porque he creído ver muchas similitudes entre el doctor P, protagonista de “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” y el talante político de Carlos Mazón. 

En efecto, Mazón que obtuvo el soporte de Vox para ser investido, a cambio de asumir como propios buena parte de los postulados de la derecha extrema, tenía todas las cartas de la baraja para desarrollar una legislatura tranquila y de provecho para los valencianos. Sin embargo, las grandes negligencias cometidas antes, durante y después de la dana del 29 de octubre del año pasado han hecho descarrilar su proyecto, sumir a Valencia en el drama y poner de manifiesto la incompetencia más absoluta de algunos individuos para estar a la altura de las circunstancias cuando la situación lo requiere.

Carlos Mazón ha encadenado mentira tras mentira para mantenerse en el cargo. Empezó a falsear la verdad para no desvelar dónde estaba el día de la tragedia, justo cuando más se le necesitaba y lo ha seguido haciendo hasta el mismo momento en que presentó su dimisión un año más tarde, cuando dijo sentirse acorralado por la instrucción judicial por la gestión de la riada, las investigaciones periodísticas, la pérdida de apoyo electoral de su partido en la región y la demoledora imagen del funeral de Estado. ¿Pues qué esperaba?

El actual president en funciones de la Generalitat valenciana no tuvo ni dignidad para anunciar su marcha. Utilizó su declaración institucional para hablar de apagón informático de las agencias estatales de meteorología y de la falta de comunicación y colaboración del Gobierno central, pero sin mostrar, en ningún momento, la más mínima empatía ni con las víctimas ni con los familiares. Se va sin haberse reunido una sola vez con las asociaciones que en este tiempo se han constituido para honrar a las víctimas y defender sus legítimos derechos. Soberbio hasta el último suspiro.

Con todo, Mazón no es el único responsable de este desgraciado affaire porque si el Govern de Valencia hubiese estado organizado como debía, aunque el president hubiera estado en la Cochinchina, los mecanismos previstos para las emergencias se hubieran tenido que activar. 

A pesar de su renuncia al cargo de president, Mazón no renuncia a su acta de diputado y así continuará como aforado y, por consiguiente, parapetado ante la más que plausible imputación judicial. Además anunció que acudiría a una consulta médica y si le dan la baja médica podría ahorrase la comparecencia en las comisiones de investigación que se han constituido en la Cortes valencianas, en el Congreso y en el Senado.

En medio de toda esa lamentable situación, una vez más, Alberto Núñez Feijóo ha demostrado que no tiene ni el cuajo político ni la catadura moral suficiente para ser el líder del partido más votado de España. Debería haber sido él quién indicase al president valenciano el camino de salida y no lo hizo ni después de la dana ni en todo el año transcurrido ni siquiera tras los bochornosos abucheos en el funeral de Estado. Al contrario, cuando Feijóo y Mazón hablaron, la idea del primero era arrancarle el compromiso de que no se volvería a presentar, fue Mazón el que decidió tirar la toalla porque, según dijo, ya no podía soportar tanta presión. Y ahora, en vez de exigir a Mazón que convoque elecciones antes de dimitir, el líder de los populares se abraza, sin rubor, a la extrema derecha para no acudir a las urnas.

De la misma manera que el Doctor P, junto con su señora establecieron una serie de códigos y normas para que pudiese seguir con su vida y ocultar, tanto como les fuera posible la enfermedad. Carlos Mazón creyó que con su sarta de mentiras, acomodando la realidad a su visión y centrifugando responsabilidades a otras instancias salvaría el pescuezo. Se equivocó de nuevo, porque los valencianos, como la inmensa mayoría de los ciudadanos de España, son gente madura y responsable a los que no resulta ni fácil ni gratis engañar, no unos niños que, en su santa inocencia, se lo creen todo. Y, como le sucedió al doctor P, con su señora y un sombrero, el expresidente en funciones confundió a su país con un parvulario.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 10/11/2025

 

EL HOMBRE QUE CONFUNDIÓ A SU PAÍS CON UN PARVULARIO

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