A mediados de los años ochenta, el
profesor de Neurología Clínica, Oliver Sacks, (1933-2015), publicó un libro
titulado “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, en el que
recopilaba una veintena de historiales médicos de pacientes perdidos en el
desconocido mundo de las enfermedades neurológicas.
Hace ya tiempo que leí con sumo
interés esas narraciones. De entre todas, me llamó poderosamente la atención el
relato que da nombre al libro. Allí, Sacks nos explica que el doctor P es un
prestigioso músico que con el paso del tiempo empieza a tener algunos problemas
de relación con sus alumnos como, por ejemplo, no reconocer a algunos de ellos
o no identificar sus caras. Sin embargo, en cuanto el estudiante habla el
profesor lo reconoce por su voz. Con el paso del tiempo, la situación se fue deteriorando,
hasta que un día en la consulta de Oliver Sacks, a la hora de marchar y con la
mayor naturalidad, cogió a su esposa por la cabeza e intentó ponérsela como si
fuese un sombrero.
Pues bien, he traído a colación ese
libro y me ha parecido oportuno parafrasear su título para dar nombre a esta
columna porque he creído ver muchas similitudes entre el doctor P, protagonista
de “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” y el talante político
de Carlos Mazón.
En efecto, Mazón que obtuvo el
soporte de Vox para ser investido, a cambio de asumir como propios buena parte
de los postulados de la derecha extrema, tenía todas las cartas de la baraja
para desarrollar una legislatura tranquila y de provecho para los valencianos.
Sin embargo, las grandes negligencias cometidas antes, durante y después de la
dana del 29 de octubre del año pasado han hecho descarrilar su proyecto, sumir
a Valencia en el drama y poner de manifiesto la incompetencia más absoluta de
algunos individuos para estar a la altura de las circunstancias cuando la
situación lo requiere.
Carlos Mazón ha encadenado mentira
tras mentira para mantenerse en el cargo. Empezó a falsear la verdad para no
desvelar dónde estaba el día de la tragedia, justo cuando más se le necesitaba y
lo ha seguido haciendo hasta el mismo momento en que presentó su dimisión un
año más tarde, cuando dijo sentirse acorralado por la instrucción judicial por
la gestión de la riada, las investigaciones periodísticas, la pérdida de apoyo
electoral de su partido en la región y la demoledora imagen del funeral de
Estado. ¿Pues qué esperaba?
El actual president en funciones de
la Generalitat valenciana no tuvo ni dignidad para anunciar su marcha. Utilizó
su declaración institucional para hablar de apagón informático de las agencias
estatales de meteorología y de la falta de comunicación y colaboración del
Gobierno central, pero sin mostrar, en ningún momento, la más mínima empatía ni
con las víctimas ni con los familiares. Se va sin haberse reunido una sola vez
con las asociaciones que en este tiempo se han constituido para honrar a las
víctimas y defender sus legítimos derechos. Soberbio hasta el último suspiro.
Con todo, Mazón no es el único
responsable de este desgraciado affaire porque si el Govern de Valencia hubiese
estado organizado como debía, aunque el president hubiera estado en la
Cochinchina, los mecanismos previstos para las emergencias se hubieran tenido
que activar.
A pesar de su renuncia al cargo de
president, Mazón no renuncia a su acta de diputado y así continuará como
aforado y, por consiguiente, parapetado ante la más que plausible imputación judicial.
Además anunció que acudiría a una consulta médica y si le dan la baja médica
podría ahorrase la comparecencia en las comisiones de investigación que se han
constituido en la Cortes valencianas, en el Congreso y en el Senado.
En medio de toda esa lamentable
situación, una vez más, Alberto Núñez Feijóo ha demostrado que no tiene ni el
cuajo político ni la catadura moral suficiente para ser el líder del partido
más votado de España. Debería haber sido él quién indicase al president
valenciano el camino de salida y no lo hizo ni después de la dana ni en todo el
año transcurrido ni siquiera tras los bochornosos abucheos en el funeral de
Estado. Al contrario, cuando Feijóo y Mazón hablaron, la idea del primero era
arrancarle el compromiso de que no se volvería a presentar, fue Mazón el que
decidió tirar la toalla porque, según dijo, ya no podía soportar tanta presión.
Y ahora, en vez de exigir a Mazón que convoque elecciones antes de dimitir, el
líder de los populares se abraza, sin rubor, a la extrema derecha para no
acudir a las urnas.
De la misma manera que el Doctor P,
junto con su señora establecieron una serie de códigos y normas para que
pudiese seguir con su vida y ocultar, tanto como les fuera posible la enfermedad.
Carlos Mazón creyó que con su sarta de mentiras, acomodando la realidad a su
visión y centrifugando responsabilidades a otras instancias salvaría el pescuezo.
Se equivocó de nuevo, porque los valencianos, como la inmensa mayoría de los
ciudadanos de España, son gente madura y responsable a los que no resulta ni
fácil ni gratis engañar, no unos niños que, en su santa inocencia, se lo creen
todo. Y, como le sucedió al doctor P, con su señora y un sombrero, el
expresidente en funciones confundió a su país con un parvulario.
Bernardo Fernández
Publicado en Catalunya Press
10/11/2025

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