Tengo la firme convicción de que el
catalán es un idioma que proteger y potenciar porque durante la dictadura
franquista fue severamente perseguido. Y eso cercenó la evolución lógica de la
cultura catalana.
Con la llegada de la democracia la
situación, de forma lenta pero sostenida, se ha ido normalizando, aunque se han
encendido algunas alarmas que advierten del retroceso del catalán en el ámbito
social, sobre todo entre los jóvenes.
De todas formas, nunca, como ahora, había
habido tantos medios de comunicación escritos y/o hablados en catalán. Tenemos
periódicos para todos los gustos y tendencias, son legión las emisoras de radio
que emiten exclusivamente en lengua catalana y la televisión pública de
Cataluña (TV3), con diversos canales, encabeza, prácticamente, todas las
parrillas de audiencia y lo más importante: el catalán es la lengua vehicular
en la enseñanza desde el 18 de abril de 1983 cuando se aprobó en el Parlament
la Ley de normalización lingüística de Cataluña. Pero, en mi opinión, la
utilización de esa herramienta se ha hecho con poca finezzza, menos cintura y
ninguna habilidad. Veamos.
Según recoge el Estatut de Autonomía, El
idioma catalán es el oficial de Catalunya, así como también lo es el
castellano. oficial en todo el Estado español. Y aquí es, a mi modo de ver,
dónde empieza el problema. Es muy razonable que, dada la situación histórica
del catalán se haga una discriminación positiva a favor de esa lengua; pero eso
no implica que se tenga que ir en contra de nada ni de nadie. Está muy bien que
el catalán sea el idioma vehicular en la enseñanza, pero eso no supone que se
deba marginar la castellano como en realidad sucede con frecuencia. Como tampoco
lo es que familias, bien porque estén de paso en Cataluña o, porque están aquí,
circunstancialmente, por cualquier motivo no puedan decidir que sus hijos
aprenden en el idioma oficial del Estado. En qué lugar del mundo desarrollado
los niños no pueden estudiar en la lengua oficial del lugar. Yo no conozco
ninguno.
No es mi intención reabrir el debate
sobre si escritores que escriben en castellano como, por ejemplo, Joan
Goytisolo, Juan Marsé o Eduardo Mendoza forman parte de la cultura catalana,
para mí está claro que sí. Pero si quiero traer a colación el análisis que el periodista
y escritor Sergio Vila-Sanjuán hace en su libro, Otra Cataluña. Seis
siglos de cultura en castellano, ahí pone de manifiesto que la cultura catalana
se ha expresado siempre en ambas lenguas. En contrapartida, sería lógico que en
la Historia de la literatura española se incluyesen las obras en catalán,
euskera o gallego. Eso enriquecería mucho la cultura de Estado en su conjunto.
“Las dos culturas
lingüísticas -señala Vila-Sanjuán- forman un patrimonio y quienes
minimizan la importancia de la producción en castellano no tienen en cuenta que
alguno de los textos que definen la identidad catalana. Así, el carácter
catalán se considera que es realista, pragmático, comercial, muy sensato, y
esta idea surge de textos de Feliu de la Peña, Antonio de Capmany o Jaime
Balmes. Los tres son muy identitarios y sin embargo toda su obra es en
castellano. Y lo mismo el federalista Pi y Margall, que no publicó nada en
catalán”.
Incluso dentro del campo del
independentismo, el ex secretario de Cultura de la Generalitat, y activista
cultural, Eduard Voltas, ha argumentado que para alcanzar la meta deseada de
crear un nuevo Estado será imprescindible que el castellano sea vivido y
considerado como una lengua propia de los catalanes: “No digo respetarlo, sino
convertirlo en un activo, tratarlo como un elemento definitorio de la Catalunya
de hoy y de mañana” (Diario Ara 26/02/2012).
En un interesante artículo (Diario Ara
23/03/2024), el periodista Albert Branchadell sostiene que: “El bilingüismo entendido
como el uso alternativo del catalán y del castellano también es bueno para el
catalán. Los tiempos en que las personas utilizaban una sola lengua para todo
ya pasaron y no volverán. El hecho de que personas que en otros tiempos
hubieran usado sólo el castellano ahora incorporen el catalán a su repertorio
lingüístico sólo puede tener un efecto positivo. Todavía hay una cuarta parte
de catalanes que dicen que nunca utilizan el catalán, pero el 75% restante son
catalanousuarios en algún grado (en términos absolutos, son la mayor cifra de
la historia). Es en ese 75% que hay que fijarse, y en sus posibilidades de
crecimiento, y no tanto en el 36% que dicen tener el catalán como lengua
habitual”.
Sin embargo, desde hace un tiempo se
vienen sucediendo enfrentamientos por cuenta del idioma utilizado. Tanto en algún
centro educativo como en diversos establecimientos comerciales.
Quizás, buena parte de las raíces del
problema haya que buscarlas en la escasa claridad de los redactados de la Ley
de Política lingüística de 1998 y del Código de Consumo de Catalunya de 2010.
Pues, aunque ninguno de los textos obliga a los dependientes de un comercio
hablar en catalán si exigen la capacidad para atender a sus clientes en
cualquiera de las dos lenguas oficiales. Y ahí empieza la polémica: ¿deben
garantizar las empresas disponibilidad lingüística para no negar el
derecho del consumidor a ser atendido en el idioma que elija?
Esa ambigüedad legal está siendo
aprovechada por algunos independentistas hiperventilados que montan en cólera
cuando no les atienden en la lengua que ellos utilizan de forma habitual y
entonces a través de las redes sociales criminalizan al establecimiento y
proponen boicotear el establecimiento; generando así el caldo de cultivo
necesario para que descerebrados radicalizados los vandalicen con pintadas
insultantes en sus puertas y fachadas. O sea, lo que en otro tiempo y en otro
lugar se llamaba terrorismo de baja intensidad ¿Recuerdan? Pues que nos valgan
aquellas historias de triste memoria, para no romper la convivencia que tanto
ha costado construir. Utilicemos el seny (sentido común) y la cordura en la
relación con los otros porque, al fin y al cabo, ni es tan difícil ni
complicado relacionarse y entenderse en dos idiomas que son hermanos. Estoy
convencido que con un poco más de tolerancia todo sería más fácil.
Cómo decía un viejo compañero luchador,
al que hace muchos años perdí la pista: “no me importa que ponga fleca o
tahona, lo que me preocupa es que la gente pase hambre”.
Bernardo
Fernández
Publicado
en Catalunya Press 01/09/2025