25 de setembre 2025

LAS TRIBULACIONES DE UN GACETILLERO


 

En opinión de Leandro Padura, “el arte de la novela goza del privilegio de poder mentir impunemente. Desde su misma definición, la Academia identifica la novela con la ficción y la ficción con invención o cosa fingida. Pero, con relación a lo ficticio, este género narrativo ha establecido un juego limpio: el novelista cuenta una mentira como si fuera verdad y el lector, sabiendo que es mentira, la lee como si fuera verdad, y así se completa el ejercicio estético”. Me parece un razonamiento muy pertinente para lo que quiero explicar.

Tengo entre mis manos “LAS TRIBULACIONES DE UN GACETILLERO. Entre la vanidad y el adanismo”, novela que acaba de publicar, tras un prolongado silencio, el veterano exdiputado, escritor y articulista, Joan Ferran.

De la misma manera que Don Antonio Machado creó y nos recreó con Juan de Mairena y lo presenta como profesor ficticio de gimnasia y retórica, poeta y filósofo nacido en Sevilla, alumno de otro personaje hipotético el profesor apócrifo Abel Martín. Joan Ferran nos presenta a Manuel Berri, un individuo que nacido en los barrios menos favorecidos de la ciudad Condal, ya en el otoño de la vida se refugia en un bello pueblo costero, seducido por la sencillez y la tranquilidad del lugar. Sin embargo, la forma de ser de Manuel no le permite gozar de la paz que, en su larga trayectoria como reportero freelance, se había ganado. Por eso, el encuentro fortuito de una noticia de primeros del siglo XX en las hemerotecas que consulta habitualmente desde su ordenador, hacen reverdecer en él deseos de conocer la verdad y que se lance a estudiar un episodio oscuro de la historia social de finales del siglo XIX y principios del XX, con la convicción de que aquello puede ser un gran reportaje que lo devuelva, aunque sea por un tiempo limitado, a la cresta de la ola informativa.

Manuel se nos presenta como un hombre de curiosidad innata que ha decidido hacer la travesía del desierto literario en busca de la verdad sin dromedarios y sin agua, pero con una voluntad inquebrantable de saber para explicar.

Así pues, sin demasiados preámbulos, Berri, que es un noctámbulo nato, aprovecha las noches para sumergirse por la vía de internet en las hemerotecas, de finales del XIX y principios del XX de periódicos como El Diluvio, La Publicidad o el Heraldo de Madrid, sin despreciar otros como, por ejemplo, La Vanguardia, El Socialista o La Época. Manuel es por naturaleza exigente y metódico, por lo que dedica buena parte de su tiempo a contrastar la información y construir un argumentario sólido y robusto.

Joan Ferran utiliza con gran habilidad las subtramas y la contextualización, herramientas con tan buen rendimiento le dieron al inmortal Mario Vargas Llosa. Con una técnica narrativa depurada, mientras la trama habitual evoluciona de un modo coherente y bien trabado, Joan Ferran, que no suele dar puntada sin hilo, aprovecha para repasar a nacionalistas, tanto catalanes como españoles; auténticos farsantes especialistas en fabricar la historia a la medida de sus ensoñaciones y delirios. Ferran hace una mención especial a los plumíferos del INH (Institut de Nova Història), manipuladores por excelencia.

La narración avanza, pero Manuel Berri empieza a dudar de la conveniencia de relatar toda la verdad y solo la verdad sobre su personaje, o se puede permitir alguna licencia e introducir ficción y hacer del protagonista un héroe de la lucha obrera y lograr así un libro más comercial, es decir, vendible y hacer más plausible que, de ese modo, alcance un mayor éxito de público, aunque sea escamoteando la verdad histórica. Algo que desde siempre ha sido contrario a los principios de Manuel.

Manuel duda. No sabe qué hacer. ¿Antepone su honestidad por encima de todo? ¿Hace de su capa un sayo y busca la rentabilidad de su trabajo sabiendo que está escamoteando la verdad?

La vida es caprichosa, y en muchas ocasiones, las casualidades —o las aparentes casualidades— nos brindan la solución cuando estamos en encrucijadas de las que nos vemos incapaces de salir. Algo de eso le sucede a Manuel Berri, cuando más confuso está, sumido es sus disquisiciones, cae en la cuenta de que en un libro que había comprado para complementar el argumentario de su relato, tiene la respuesta a aquello que tanto le ha hecho dudar y tantas noches de sueño le ha hurtado.

En definitiva, “Las tribulaciones de un gacetillero” es un exquisita novela, tan breve como interesante, que nos pone ante la disyuntiva de la ética y el triunfo fácil, sobre lo arduo que es resistirse al halago y a la palmadita en el hombro y, a la vez, lo práctico que suele ser trasgiversar y manipular la historia para usufructo propio.

Si pueden, no dejen de leerla. Vale la pena.

Bernardo Fernández.

Publicado en CÒRTUM 24/09/2025

24 de setembre 2025

EL COMPLEJO ASUNTO DE LA FINANCIACIÓN AUTONÓMICA


 

Nunca he sido partidario de echarle agua al vino. Quizás, por eso, cuando se anunció el pacto PSC ERC, con el beneplácito del Gobierno central para dotar a Cataluña de una financiación singular, en mi fuero interno, decidí darle un voto a la esperanza, esperando alcanzar el objetivo. Poco después, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, anunciaba que todas las autonomías que lo quisieran se podrían acoger al mismo sistema; eso hizo que me sintiera reconfortado porque mis ideas sobre la equidad y la redistribución de la riqueza quedaban a salvo.

La financiación autonómica es un asunto sumamente complejo; así se refleja en un estudio publicado por el centro de estudios Fedea, elaborado a partir de los datos facilitados por el Ministerio de Hacienda, Madrid recibió del sistema de financiación autonómica 3.363 euros per cápita en 2023, 22 euros por debajo de la media nacional (3.390 euros). Cataluña, sin embargo, percibió en el mismo año 66 euros más por habitante que la media. Sea como sea, en ningún caso, ni para Madrid ni para Cataluña han sido diferencias sustanciales con la media nacional.

No se puede decir lo mismo de autonomías como Valencia o Murcia que en 2023 tuvieron una financiación muy por debajo del promedio, pero es que llevan ancladas en la parte baja del ranking desde la última reforma del sistema, es decir, desde 2009.  En este contexto, las diferencias entre algunas comunidades son notables. Así, por ejemplo, mientras que por un ciudadano de Murcia el sistema otorgaba 3.120 euros en 2023, por uno de Cantabria el gobierno de la comunidad recibía 4.077 euros.

Por lo que respecta a los residentes en la Comunidad Valenciana no les fue mucho mejor que a los murcianos: 3.141 euros por habitante, una cifra que supone 249 euros menos que la media y 936 euros por debajo de lo que recibieron los cántabros.  Por eso es lógico que desde esas dos autonomías se exija solucionar el problema de la infrafinanciación. Según sus dirigentes, una parte considerable de su deuda tiene como principal causante el desigual reparto del sistema, pues para prestar los servicios públicos en condiciones similares a los otros territorios tienen que endeudarse.

Andalucía y Castilla-La Mancha son las otras comunidades que suelen situarse a la cola del reparto, aunque su situación no es tan grave. Los recursos per cápita de la primera fueron inferiores a la media en 182 euros, la brecha fue de 178 euros en el caso de Castilla-La Mancha.  En el otro plato de la balanza se encuentra Cantabria (como ya se ha comentado) que recibió 687 euros más que la media por habitante en 2023, seguida de La Rioja (3.848 euros por cabeza), Baleares (3.825) y Extremadura (3.808).

Esta miscelánea de números viene dada por el complejo funcionamiento del sistema de financiación de las CC AA, basado en un alambicado entramado de fondos que se reparte según distintos criterios. El más importante es el Fondo de Garantía de Servicios Públicos Fundamentales; una cesta común que se nutre de transferencias estatales y del 75% de los ingresos tributarios cedidos a cada autonomía o, mejor dicho: de lo que obtendrían si no se aplicaran rebajas o subidas fiscales.

El dinero se reparte conforme a una fórmula de necesidades de gasto, es decir, lo que precisa cada comunidad para prestar los servicios públicos tales como la sanidad, la educación y los servicios sociales. Se trata de garantizar un nivel uniforme en todo el país. La variable es lo que se denomina la población ajustada; o sea, el número de habitantes ponderados por factores como el envejecimiento, el número de niños en edad escolar o la dispersión demográfica. Aquí es donde debería producirse una nivelación para que se adjudicase una cantidad similar a cada ciudadano más allá de su lugar de residencia, pero eso no siempre ocurre y mucho menos con la puntualidad deseable.

Hasta aquí la mayoría de los expertos coinciden en que el sistema funciona de forma razonable. Los problemas surgen después, con la intervención de los otros fondos ―en particular los de cooperación y convergencia―, que causan distorsiones en el reparto y que muchos economistas tachan de arbitrarios y poco transparentes. Además, el modelo en vigor data de 2009 y desde entonces no ha habido actualización que recogiera los cambios económicos y demográficos, pese al compromiso de reformarlo a los cinco años, lo que ha agrandado las disparidades.

De nuevo Cataluña está jugando el papel de palanca de cambio en el complejo asunto de financiación autonómica y es, a la vez, punta de lanza.  En otras ocasiones, lo defendido por la Generalitat en sus negociaciones con el Gobierno central fue duramente criticado por otros actores territoriales y políticos como supuesto trato de favor. Sin embargo, acabó siendo adoptado por el resto de las comunidades. Y ahora todo indica que se va a repetir esa parte del guion.

La negociación entre Gobierno y Generalitat brinda la oportunidad de desbloquear la reforma del sistema de financiación para todas las comunidades de régimen común, que lleva encallada 10 años. Al menos, esa parece ser la idea del Ministerio de Hacienda, que supervisa las deliberaciones entre el ministerio de Política Territorial, la Generalitat y ERC.

Se trata de que el Estado ceda más competencias y financiación a Cataluña y, a la vez, que las mismas competencias que consiga la Generalitat puedan extenderse a las comunidades que lo requieran. Ahora bien, debemos ser conscientes de la polarizada situación política que vivimos porque implantar este nuevo modelo significa importantes modificaciones legislativas y no parece que las Cortes Generales estén para muchos pactos y acuerdos. Además, para forjar un sistema fiable, duradero y que no genere recelos, debe hacerse con transparencia y la lealtad institucional. Y ya sabemos que el papel lo aguanta todo, pero la realidad suele ser mucho más prosaica. 

Todo esto, sin perder de vista las cuestiones técnicas del sistema de financiación, que no son pocas ni menores. Tampoco estaría de más que las dos comunidades que rigen su financiación por el sistema foral (País Vasco y Navarra) hicieran alguna aportación al sistema común; aunque mucho me temo que ese será un melón que nadie querrá abrir.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 22/09/2025

17 de setembre 2025

SE LLAMA GENOCIDIO

No hace falta tener una sensibilidad especial para estremecerse ante la tragedia humana que está ocurriendo en Gaza. Lo que está haciendo el ejército de Israel al pueblo palestino no tiene nombre o sí: se llama genocidio. Ya se han superado los 64.000 muertos y no se ve un final. La máquina de guerra israelí funciona a toda pastilla, cada vez con mayor virulencia, bombardeos constantes sobre civiles, desplazamientos de población y un estricto bloqueo de suministros y de energía están poniendo en grave peligro la supervivencia de los habitantes del campo de ruinas en que ha quedado convertida la Franja.

La matanza perpetrada por Hamás el 7 de octubre de 2023 (que el mundo condenó de forma generalizada) no justifica el genocidio que se está cometiendo con los ciudadanos gazaties. Nada justifica la manera de actuar de Israel ni en Gaza, ni en Palestina, ni en Oriente Próximo en general. Además, el respaldo que Gobierno y Ejército están dando a los abusos de los colonos en Cisjordania refuerza la idea de que el 7 de octubre es utilizado como pretexto para un proyecto previo.

Benjamín Netanyahu es un tipo sin escrúpulos y sin límites, que ha hecho suya —en parte por convicción y en parte para mantener los apoyos necesarios para seguir en el poder— la agenda en Gaza de sus aliados de la extrema derecha nacionalista israelí. Después de infinidad de crímenes de lesa humanidad, la semana pasada ordenó desalojar la ciudad de Gaza y el traslado de centenares de miles de civiles. También atacó a la diezmada cúpula de Hamas que estaba en Qatar preparando una cumbre para la paz.

El objetivo último de tanta barbaridad es el establecimiento de asentamientos y la limpieza étnica de la población de la Franja. Y es posible porque Donald Trump ve con buenos ojos la expulsión de los palestinos de su tierra, primer paso para llevar a cabo el proyecto de construir una Riviera de lujo en esa parte del mundo.

Para los socios ultras de Netanyahu, que dan voz al movimiento radical de colonos israelíes, la religión es uno de sus ejes vertebradores. Por eso es irrenunciable apoderarse de Cisjordania, la Judea y Samaria bíblicas, que consideran el corazón de la tierra de Israel que creen prometida por Dios a los judíos. Una vez más, las creencias religiosas marcan el tempo de la política, o si se prefiere de la vida y de la muerte.

El Consejo de Exteriores de la UE celebrado el 23 de junio y el Consejo Europeo llevado a cabo pocos días después constataron con diversos documentos la matanza perpetrada por el ejército israelí a las órdenes de Benjamín Netanyahu. Existen, también, informes basados en testimonios de militares israelíes a los que se les exige el uso de armas de fuego contra palestinos desarmados para mantener el orden durante la recogida de alimentos, distribuidos ahora por una fundación patrocinada por Israel y Estados Unidos. Dichas órdenes de los mandos militares, desmentidas por el Gobierno, explican el elevado número de muertes civiles entre quienes buscan comida y agua.

Ante esta insoportable situación la UE decidió mirar hacia otro lado; y esa actitud tan timorata es lamentable porque la Unión tiene herramientas de sobra para presionar al Gobierno israelí. La UE y sus Estados miembros son el principal socio comercial, inversor y de intercambio de personas de Israel, así como su principal proveedor de armamento. En el año 2000 la UE e Israel firmaron unos acuerdos que son los más favorables para terceros países firmados nunca por la Unión. Esos pactos, entre otras cuestiones, contemplan la exención de derechos de aduana a las exportaciones de bienes, servicios y de visados para sus ciudadanos.

Pues bien, después de que el Consejo de Asuntos Exteriores constatase que Israel no respeta los derechos humanos, los dirigentes de la UE tienen la obligación jurídica, política y moral de suspender ese acuerdo. No hacerlo, como está ocurriendo, equivale a ser colaboradores de Netanyahu y lo que es peor, no tomarse en serio lo más preciado que puede tener un colectivo: la dignidad.

Ahora, sin embargo, el pleno del Parlamento Europeo, por iniciativa de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von de Leyen, ha propuesto la suspensión parcial del acuerdo de asociación entre la UE e Israel, en su apartado sobre comercio. No obstante, hay que recordar que la Eurocámara no tiene capacidad ejecutiva y deberán ser los gobiernos de los Estados miembros los que lleven a cabo la iniciativa.

Por todo esto, la decisión del Gobierno de España de poner en práctica medidas, entre las que destaca un embargo total de compra y venta de armamento a Israel, además de otras como, por ejemplo, evitar que barcos o aviones que puedan llevar combustible o apoyo al ejército israelí puedan atracar o aterrizar en España, tiene, más allá de su importante valor real, una dimensión simbólica incalculable poque nuestro país se coloca de esta modo, como defensor de los derechos humanos, muy por delante del resto de ejecutivos de la UE.

Con todo, no sería bueno maximizar esa iniciativa del Gobierno. Hemos de ser realistas y el efecto real va a ser más bien limitado porque las armas que no venda España al ejército israelí las comprarán a otro país y los barcos o aviones que por su cargamento no puedan atracar o hacer escala en nuestros puertos o aeropuertos si lo podrán hacer en Rota o Morón, porque están bajo jurisdicción de los EE UU. Por consiguiente, la importancia de esa acción no lo es tanto por sus consecuencias reales, sino por la denuncia y la carga moral que ante la comunidad internacional está teniendo ya esa batería de medidas.

Lamentablemente, una vez más, la política y el deporte se han cruzado. El pasado domingo se celebraba en Madrid la última etapa de la Vuelta Ciclista a España. Allí acudieron muchos ciudadanos a manifestarse a favor de Palestina, los derechos humanos y la paz. Sin embrago, un puñado de agitadores se saltaron todas las medidas de seguridad e invadieron la calzada poniendo en riesgo la integridad de los participantes. Ante tal situación de descontrol los organizadores optaron por cancelar la etapa y dar la carrera por finalizada. En definitiva, un final de carrera bochornoso. Y claro, a los líderes del PP les ha faltó tiempo para decir que Sánchez es el responsable de todo el fiasco por decir en un mitin celebrado por la mañana que: “sentía profunda admiración por la sociedad española que se moviliza contra la injusticia”. 

No soy partidario de mezclar los temas. Este artículo va del genocidio en Gaza, la reacción de la UE y la actitud de nuestro Gobierno. Nada más. No obstante, ante la estulticia y las críticas falaces y sin ningún fundamento que Feijóo y sus palmeros hacen de forma sistemática a las iniciativas del Ejecutivo, me enervan por su memez, frivolidad y falta de visión de Estado. Miedo me da cuando pienso que esa panda de descerebrados y carroñeros de la política algún día nos pueda gobernar.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 15/09/2025

 

10 de setembre 2025

LA CLAUDICACIÓN DE LA UE Y LOS MBROLLOS DE DONALD TRUMP


 

Quizás Donald Trump no es tan patán como creemos. Lo que sucede es que el presidente estadounidense utiliza unos códigos de conducta, por lo menos, en la política exterior, muy diferentes a los cánones preestablecidos hasta ahora para las relaciones entre los mandatarios a nivel internacional y, lamentablemente, le funcionan.

Desde que Trump regresó a la Casa Blanca ─eso fue en enero de 2025─, con aire de chulo de discoteca, se ha dedicado a amedrentar y a amenazar con la diplomacia del chantaje y con el espantajo de la subida de los aranceles a la práctica totalidad de los países que tienen relaciones comerciales con EE UU. Tan solo Rusia, en un principio, parece librarse de esa estrategia. Putin ─dice Trump─, es mi amigo. Sin embargo, el líder ruso, bastante más bregado políticamente y mucho más astuto que el norteamericano ha ido haciendo y deshaciendo a su antojo, de manera especial, en el conflicto que mantiene en Ucrania.

El presidente empezó con amenazas a sus vecinos, México y Canadá y como surgieron efecto, aunque luego suavizó sus exigencias, se lanzó a una caza de brujas a lo largo y ancho de todo el mundo, en forma de aranceles desmesurados.

Fijémonos en lo ocurrido a finales del pasado mes de julio, en el encuentro que mantuvieron Donald Trump y Úrsula von der Leyen, para evitar la guerra comercial entre EE UU. y la UE, en una finca que la familia del mandatario tiene en Escocia.

En política las formas suelen ser tan importantes como el fondo. Por eso, la presidenta de la Comisión no debió nunca admitir entrevistarse con Donald Trump en un club de golf privado. Como tampoco debió tolerar que por primera vez en la historia la bandera de Europa se izase como si fuese la de un club deportivo más. Para más inri, eso ocurrió en el Reino Unido, el país que plantó a la UE en 2016 y que había firmado con Estados Unidos un acuerdo favorable. Úrsula von der Leyen parece haber olvidado que ella es la máxima representante de la UE, que nos representa a todos y eso imprime carácter y estatus.

De todas maneras, si se hubiese logrado un acuerdo equitativo el protocolo hubiese pasado a un segundo plano, pero es que la  presidenta de la Comisión claudicó y firmó un acuerdo muy desigual que en nada nos beneficia a los europeos ni a las empresas europeas. Los aranceles impuestos por Estados Unidos a la UE han pasado del 2% al 15%, sin reciprocidad alguna. Esa es la cruda realidad.

Pero lo peor de todo es que el acuerdo no se acaba ahí: von der Leyen se comprometió a que los europeos comprarán a Estados Unidos energía por valor de 750.000 millones de dólares en los próximos años. Sin embargo, nadie ha explicado las consecuencias que eso tendrá para los objetivos de la UE en materia de soberanía energética, costes y descarbonización.

Por si ese dislate no fuera suficiente, Von der Leyen acordó con Trump que desde la UE se invertirán 600.000 millones de euros en Estados Unidos, durante los próximos cinco años. Eso claudicación hace plausible que Estados Unidos imponga sanciones en el caso de que no se cumplan los compromisos. Para el canciller de Alemania (país que vende muchos automóviles y bienes de equipo a Estados Unidos) este es un buen acuerdo. Es curioso que un hombre tan sensato como Merz no haya pensado en la posibilidad de una nueva andanada de sanciones estadounidenses. Y resulta paradójico que la Comisión Europea no dedique sus esfuerzos a animar a los inversores europeos a invertir en Europa.

Parece que Trump se ha creído que es el sheriff del planeta y va sembrando el caos donde pone el ojo. Así, por ejemplo, ha impuesto unos aranceles a los productos suizos del 39% y del 50% a la India por comprar petróleo a Rusia. Ahora amenaza a Europa con nuevos aranceles como respuesta a la multa de casi 3.000 millones euros que la UE ha impuesto Google por prácticas abusivas.

La cuestión de fondo que subyace en todo este asunto es que el auténtico objetivo de Trump es crear un orden mundial autoritario y antiliberal. Quiere desmantelar el Estado democrático de su país; forjar alianzas transaccionales con los principales regímenes autárquicos del mundo, y crear una fortaleza norteamericana inexpugnable, estableciendo la soberanía estadounidense sobre Canadá, Groenlandia y el canal de Panamá. Y para lograrlo está dispuesto a utilizar todo lo que esté a su alcance, fuerza militar incluida.

En este contexto, algunos mandatarios europeos se aferran a la idea de que todo esto sea pasajero y que las elecciones legislativas de 2026 o las presidenciales de 2028 en EE. UU. pongan las cosas en su lugar. Pero resulta muy arriesgado y de poco rigor basar la estrategia europea en esa idea.

La capacidad de Trump para inclinar en forma permanente a Estados Unidos hacia la autocracia es mayor de lo que muchos pensaban. El antieuropeísmo de la Administración estadounidense no sale de la nada. Estados Unidos lleva mucho tiempo con la mirada puesta en Asia y tratando de desvincularse de Europa. Lo pusieron de manifiesto decisiones como las del entonces presidente Barack Obama al no oponer resistencia firme a la invasión rusa de Crimea en 2014.

Estos días hemos visto como China constituía con otras potencias, que tienen problemas de relación con los EE UU, una enorme plataforma euroasiática, mostrando así, músculo comercial. Pues bien, por duro que sea, es el camino: plantar cara y no arredrarse. 

Quizás, en muchos sentidos, China nos queda muy lejos; pero Europa debería mirar a Canadá porque su flamante nuevo primer ministro, Mark Carney en su comparecencia tras la victoria electoral afirmó que: “Nuestra antigua relación con Estados Unidos, una relación basada en una integración cada vez mayor, se acabó. Es una tragedia, pero es nuestra nueva realidad”. Aceptar que hay un problema es el primer paso para llegar a la solución, y Carney no solo lo acepta, sino que propone soluciones. De hecho, su campaña se basó en un plan para hacer la economía canadiense “resistente a Trump”, proponiendo reducir su dependencia de EE UU. y convertirla en una de las más potentes del G7. Es decir, Carney busca no sólo defenderse ante los ataques actuales, sino reforzarse para afrontar crisis futuras con más garantías. Resolver el presente y mejorar el futuro.

Claudicar, ante el gobernante norteamericano, como hizo Úrsula von der Leyen, no es una opción. Por lo tanto, Europa haría bien en seguir la estela marcada por el primer ministro canadiense, Mark Carmey. Porque Trump y sus conmilitones son una panda de engreídos maleducados que solo entienden de fanfarronerías y lenguaje patibulario y así no se puede andar por el mundo. Alguien tiene que pararles los pies.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en la web de Còrtum 09/09/2025

09 de setembre 2025

A TODA MAQUINA


Todo cambia. Tiempo atrás el curso político comenzaba de forma sosegada para ir cogiendo ritmo y ya, bien entrada la segunda quincena de septiembre, alcanzar velocidad de crucero. En Cataluña, el pistoletazo oficioso a la agenda política solía coincidir con el 11 de septiembre, Diada Nacional de Catalunya. Pero eso es historia, ahora casi no hay descanso estival, lo hemos vivido y padecido este verano con los incendios forestales y las fuertes polémicas que los partidos políticos han mantenido a cuenta de esos fuegos y, sin solución de continuidad, nos hemos encontrado inmersos en la vorágine del nuevo curso que ha comenzado a toda máquina.

El pasado lunes 1 de septiembre, el presidente del Gobierno central propuso un pacto de Estado para luchar contra el cambio climático; al PP le faltó tiempo para rechazar cualquier posibilidad de acuerdo tal y como ya había hecho cuando, en el mes de agosto, Pedro Sánchez anunció que haría la propuesta a todas las fuerzas vivas de la sociedad. Por la noche, Sánchez concedió, en horario de máxima audiencia, una entrevista en la primera cadena de televisión, allí, entre otras muchas cosas, reafirmó su voluntad de agotar la legislatura con o sin Presupuestos.

El mismo día, a primera hora de la mañana, el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, anunciaba un inminente encuentro con Carles Puigdemont en Bruselas, aunque los pos posconvergentes se mostraron displicentes con el encuentro.   La entrevista se produjo el martes, en la sede que la Generalitat tiene en Bruselas y, aunque no se ha revelado el contenido de las conversaciones, hay que enmarcarla en el propósito de Illa de dar plena normalidad a la política catalana y, de paso, por qué, ¿no? Tender puentes para posibles negociaciones a nivel nacional. Eso ha incomodado a los “juntaires” porque la actitud de Illa, en buena medida, desbarata su estrategia de oposición, basada en la excepcionalidad de la situación y en señalar al presidente como corresponsable de que su líder siga domiciliado en el extranjero.

Las disputas internas en los partidos políticos suelen trasladarse a la política institucional. Es el caso de ERC. Los republicanos catalanes cerraron su último congreso en falso y ahora la inestabilidad orgánica del partido de Junqueras amenaza con afectar a los acuerdos que tienen con el PSC y debilitar aún más de lo que ya lo es la mayoría parlamentaria que hizo presidente a Pedro Sánchez.

ERC no podía perder pie y su líder, Oriol Junqueras, en una entrevista en la Cadena SER, el mismo lunes 1, en tono de sacristán de pueblo anunciaba que su grupo parlamentario en el Congreso presentaría una proposición de ley que pretendía dar forma al nuevo modelo de financiación singular de Cataluña, y remachaba: "Nosotros queremos que haya Presupuestos y que los Presupuestos sean lo posible mejor. Desgraciadamente, mientras no haya un buen modelo de financiación y no haya un buen modelo de recaudación fiscal los presupuestos no serán tan buenos como nuestro país necesita y merece”. Sí. Nunca se sabe, ya lo mejor los republicanos catalanes ya han alcanzado acuerdos con PP y Vox para que den apoyo a su iniciativa legislativa. Al fin y al cabo, no sería la primera vez que unen sus votos a los de la derecha, ¿quién no recuerda el voto de ERC en contra del Estatut de 2006? En efecto, igual que el PP.

En el primer Consejo de Ministros del mes se aprobaba la condonación parcial de la deuda a las comunidades autónomas por una importación de 83.252 millones de euros, con la garantía de una quita mínima del 19% para todas las regiones. Era un compromiso alcanzado entre el PSOE y ERC para la investidura de Pedro Sánchez y extensible a las comunidades autónomas; aunque en opinión del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo: “Es una trampa y es una mentira, la deuda no desaparece, la deuda se mantiene, y lo único que ocurre es que vamos a pagar todos los españoles la mala gestión de los gobiernos independentistas”. Sin embargo, hasta Emiliano García Page, presidente de Castilla La Mancha y verso suelto del PSOE le parece bien la quita, así que debe ser excelente.

En principio, con matices, los barones regionales populares se han manifestado en contra, pero está por ver si no cambian de criterio porque según cálculos del Gobierno, las autonomías podrían ahorrar entre 6.600 y 6.700 millones de euros en intereses, por lo que, en palabras de la ministra de Hacienda, las comunidades “no tienen argumentos para renunciar” a dicha quita.

Para completar el cuadro y seguir con el enfrentamiento total con Pedro Sánchez y su Gobierno, el PP no dudó en montar un rifirrafe e implicar a jueces y fiscales por si el Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, que está procesado por una supuesta filtración sobre Alberto González, pareja de Isabel Díaz Ayuso, debía asistir o no a la cita institucional presidida por Felipe VI, como cada septiembre, en el Tribunal Supremo. Feijóo dio plantón al Rey escudándose en que se había comprometido previamente con una mitin de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante la misma jornada ya la misma hora.

Por si no teníamos bastantes cuestiones sobre la mesa, Vox ponía en marcha unas jornadas esperpénticas y vergonzantes de ideología de género y denuncias falsas en la sala Ernest Lluch del Congreso de los Diputados, para mayor escarnio. Un acto en línea con el discurso habitual de la ultraderecha respecto a esta cuestión: antifeminista y negacionista de la violencia de género.

La legislatura ha comenzado a toda la máquina. Por eso, no nos debería extrañar que con todo este trajín lleguemos al próximo parón, que será para las fiestas navideñas, agotados y pidiendo la hora, pero quedan más de tres meses y nos tocará sudar la camiseta. No nos queda otra.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 08/09/2025


01 de setembre 2025

FLECA O TAHONA

Tengo la firme convicción de que el catalán es un idioma que proteger y potenciar porque durante la dictadura franquista fue severamente perseguido. Y eso cercenó la evolución lógica de la cultura catalana.

Con la llegada de la democracia la situación, de forma lenta pero sostenida, se ha ido normalizando, aunque se han encendido algunas alarmas que advierten del retroceso del catalán en el ámbito social, sobre todo entre los jóvenes.

De todas formas, nunca, como ahora, había habido tantos medios de comunicación escritos y/o hablados en catalán. Tenemos periódicos para todos los gustos y tendencias, son legión las emisoras de radio que emiten exclusivamente en lengua catalana y la televisión pública de Cataluña (TV3), con diversos canales, encabeza, prácticamente, todas las parrillas de audiencia y lo más importante: el catalán es la lengua vehicular en la enseñanza desde el 18 de abril de 1983 cuando se aprobó en el Parlament la Ley de normalización lingüística de Cataluña. Pero, en mi opinión, la utilización de esa herramienta se ha hecho con poca finezzza, menos cintura y ninguna habilidad. Veamos.

Según recoge el Estatut de Autonomía, El idioma catalán es el oficial de Catalunya, así como también lo es el castellano. oficial en todo el Estado español. Y aquí es, a mi modo de ver, dónde empieza el problema. Es muy razonable que, dada la situación histórica del catalán se haga una discriminación positiva a favor de esa lengua; pero eso no implica que se tenga que ir en contra de nada ni de nadie. Está muy bien que el catalán sea el idioma vehicular en la enseñanza, pero eso no supone que se deba marginar la castellano como en realidad sucede con frecuencia. Como tampoco lo es que familias, bien porque estén de paso en Cataluña o, porque están aquí, circunstancialmente, por cualquier motivo no puedan decidir que sus hijos aprenden en el idioma oficial del Estado. En qué lugar del mundo desarrollado los niños no pueden estudiar en la lengua oficial del lugar. Yo no conozco ninguno.

No es mi intención reabrir el debate sobre si escritores que escriben en castellano como, por ejemplo, Joan Goytisolo, Juan Marsé o Eduardo Mendoza forman parte de la cultura catalana, para mí está claro que sí. Pero si quiero traer a colación el análisis que el periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán hace en su libro, Otra Cataluña. Seis siglos de cultura en castellano, ahí pone de manifiesto que la cultura catalana se ha expresado siempre en ambas lenguas. En contrapartida, sería lógico que en la Historia de la literatura española se incluyesen las obras en catalán, euskera o gallego. Eso enriquecería mucho la cultura de Estado en su conjunto.

“Las dos culturas lingüísticas -señala Vila-Sanjuán- forman un patrimonio y quienes minimizan la importancia de la producción en castellano no tienen en cuenta que alguno de los textos que definen la identidad catalana. Así, el carácter catalán se considera que es realista, pragmático, comercial, muy sensato, y esta idea surge de textos de Feliu de la Peña, Antonio de Capmany o Jaime Balmes. Los tres son muy identitarios y sin embargo toda su obra es en castellano. Y lo mismo el federalista Pi y Margall, que no publicó nada en catalán”.

Incluso dentro del campo del independentismo, el ex secretario de Cultura de la Generalitat, y activista cultural, Eduard Voltas, ha argumentado que para alcanzar la meta deseada de crear un nuevo Estado será imprescindible que el castellano sea vivido y considerado como una lengua propia de los catalanes: “No digo respetarlo, sino convertirlo en un activo, tratarlo como un elemento definitorio de la Catalunya de hoy y de mañana” (Diario Ara 26/02/2012).

En un interesante artículo (Diario Ara 23/03/2024), el periodista Albert Branchadell sostiene que: “El bilingüismo entendido como el uso alternativo del catalán y del castellano también es bueno para el catalán. Los tiempos en que las personas utilizaban una sola lengua para todo ya pasaron y no volverán. El hecho de que personas que en otros tiempos hubieran usado sólo el castellano ahora incorporen el catalán a su repertorio lingüístico sólo puede tener un efecto positivo. Todavía hay una cuarta parte de catalanes que dicen que nunca utilizan el catalán, pero el 75% restante son catalanousuarios en algún grado (en términos absolutos, son la mayor cifra de la historia). Es en ese 75% que hay que fijarse, y en sus posibilidades de crecimiento, y no tanto en el 36% que dicen tener el catalán como lengua habitual”.

Sin embargo, desde hace un tiempo se vienen sucediendo enfrentamientos por cuenta del idioma utilizado. Tanto en algún centro educativo como en diversos establecimientos comerciales.

Quizás, buena parte de las raíces del problema haya que buscarlas en la escasa claridad de los redactados de la Ley de Política lingüística de 1998 y del Código de Consumo de Catalunya de 2010. Pues, aunque ninguno de los textos obliga a los dependientes de un comercio hablar en catalán si exigen la capacidad para atender a sus clientes en cualquiera de las dos lenguas oficiales. Y ahí empieza la polémica: ¿deben garantizar las empresas disponibilidad lingüística para no negar el derecho del consumidor a ser atendido en el idioma que elija?

Esa ambigüedad legal está siendo aprovechada por algunos independentistas hiperventilados que montan en cólera cuando no les atienden en la lengua que ellos utilizan de forma habitual y entonces a través de las redes sociales criminalizan al establecimiento y proponen boicotear el establecimiento; generando así el caldo de cultivo necesario para que descerebrados radicalizados los vandalicen con pintadas insultantes en sus puertas y fachadas. O sea, lo que en otro tiempo y en otro lugar se llamaba terrorismo de baja intensidad ¿Recuerdan? Pues que nos valgan aquellas historias de triste memoria, para no romper la convivencia que tanto ha costado construir. Utilicemos el seny (sentido común) y la cordura en la relación con los otros porque, al fin y al cabo, ni es tan difícil ni complicado relacionarse y entenderse en dos idiomas que son hermanos. Estoy convencido que con un poco más de tolerancia todo sería más fácil.

Cómo decía un viejo compañero luchador, al que hace muchos años perdí la pista: “no me importa que ponga fleca o tahona, lo que me preocupa es que la gente pase hambre”.

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 01/09/2025

 

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