Han
pasado ya tres meses desde las elecciones generales del 23 J y seguimos con el
Gobierno en funciones. Sin embargo, a tenor de la intervención de Pedro Sánchez
en el Comité Federal del PSOE, celebrado el pasado, 28 de octubre, parece que
muy pronto va a haber fumata blanca de investidura.
En
efecto, Sánchez tomó la palabra en el cónclave socialista para anunciar la
concesión de la
amnistía “por los hechos acaecidos en Cataluña en la década pasada”; según el líder del PSOE, el interés de España, la
convivencia y evitar la repetición electoral, para no dar una segunda
oportunidad a la derecha, son algunos de los motivos que le empujan a tomar esa
decisión.
Días
atrás, PSOE y Sumar firmaron un acuerdo para reeditar el Gobierno de coalición
de la anterior legislatura, No obstante, todos sabemos que se necesita el
concurso de otros agentes políticos para que Pedro Sánchez sea investido
presidente. En ese contexto, tanto Junts como ERC son fundamentales. El
problema es que los independentistas catalanes se saben imprescindibles en las
actuales circunstancias y, ante ese estado de cosas, cada día que pasa hacen
subir un poco más el precio de sus apoyos.
Así,
por ejemplo, en opinión de Pere Aragonès, "no estamos avanzando
satisfactoriamente en el traspaso de Rodalies", e "independientemente
de que se logre un acuerdo para la amnistía", este punto es
"fundamental" para lograr el apoyo a la investidura que Pedro Sánchez
necesita. Por su parte, Carles Puigdemont ha anunciado que en Junts no han
renunciado nunca ni renunciarán a la DUI. Por si todo eso fuese poco, el fin de
semana fue Oriol Junqueras el que se descolgó diciendo que la mejora de la
financiación es algo incuestionable para dar el soporte a Sánchez.
El
problema de fondo radica en que el secesionismo no sigue los patrones clásicos
de una negociación (todos sabemos que sentarse a una mesa a negociar, a menudo,
significa renunciar a una serie de planteamientos para alcanzar unos objetivos
que en ese momento se consideran de interés superior). Sin embargo, da la
sensación qué el independentismo lo que pretende es imponer sus criterios y que
la otra parte acepte, sin más. Y eso, no
es negociar; eso es exigir e imponer.
La
política actual tiene más de vasos comunicantes que de compartimentos estancos,
pero parece que en ERC no lo entienden. Veamos: Es de suponer que los
republicanos querrán aprobar los presupuestos para 2024, la pregunta es ¿con
quién? Por eso sería razonable que fueran un poco más comedidos, puesto que sus
exigencias se pueden desactivar con relativa facilidad.
Algo
muy distinto es la situación de Junts. Ahora, los de Puigdemont tienen la
oportunidad de bajar del monte y abandonar el callejón sin salida en el que se
encuentran. Con sus votos, los “juntaires” pueden generar un cambio de
paradigma. Deberían ser conscientes de que tienen mucho más a ganar que a
perder facilitando la investidura de Pedro Sánchez. Los dirigentes de Junts han
de tener la suficiente inteligencia política para tirar de la cuerda, pero sin
que se rompa. Los correligionarios de Puigdemont saben que la cuestión de la
autodeterminación es una línea roja que el PSOE no va a traspasar. Si se vota
algo algún día, será la ratificación o no de un acuerdo previo sobre la
evolución del modelo territorial y/o un nuevo Estatut. Así pues, que nadie
sueñe entelequias.
Sería
muy lamentable que la falta de visión de conjunto echase al traste una
legislatura que debería ser la de la consolidación de las conquistas sociales.
Logros históricos como el Ingreso Mínimo Vital (IMV), la revalorización de las
pensiones conforme al IPC, subida del salario mínimo, la ley trans y LGTBI, ley
de derechos sexuales y reproductivos para garantizar el aborto en la sanidad
pública, la ley de familias, la ley de vivienda y un largo etcétera no están
garantizados de por vida; existe un riesgo cierto de que sean suprimidos y/o
derogados si la derecha llega al poder.
De
igual manera, en el PSOE se está viviendo una etapa crucial. Es un secreto a
voces como está tensionando la amnistía las costuras del partido. No obstante,
si la organización logra salir de la confrontación sin demasiados damnificados
irrecuperables, el socialismo español tiene la oportunidad de esquivar el
laberinto al que le está llevando el PP con su estrategia de confrontación y
negación de la pluralidad nacional, porque si el partido entra en ese
zafarrancho tiene mucho a perder y muy poco o nada a ganar.
Con
ese telón de fondo, habrá que ver cuál es el alcance de la amnistía, su
justificación jurídica y, también, política. Para algunos, la medida de gracia
puede ser un mal menor. Lo siento, pero yo no soy partidario y no tengo empacho
en decirlo. Si al fin el acuerdo cristaliza, veremos la evolución de la
legislatura. Cruzaremos los dedos para que el nuevo Gobierno de coalición y
progresista haga posible seguir mejorando social y económicamente y no le hagan
descarrilar en el primer recodo del camino.
Desde
luego, la situación es sumamente compleja y lo peor es que en el horizonte no
se adivinan soluciones, porque, lo más probable, es que, ni con una repetición
electoral, pudiéramos salir del bloqueo político en el que estamos inmersos.
De
todas formas, la foto de Carles Puigdemont con Santos Cerdán en Bruselas es,
cuando menos, una desconsideración a los miles y miles de ciudadanos que se
mantuvieron impertérritos el nefasto otoño político de 2017. Luego, que nadie
se extrañe si en las próximas elecciones al Parlament una parte sustancial de
votantes socialistas se queda en casa o, directamente, cambia de opción.
Bernardo
Fernández
Publicado
en e notícies 02/11/2023
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