Me
gustaría ser optimista y ver la botella de la situación política española medio
llena. Sin embargo, la veo medio vacía. Lo siento. Me considero un tipo
realista y bastante racional pero, lamentablemente, me parece que esto no se
aguanta.
Los
acuerdos del PSOE con las formaciones independentistas, para la investidura de
Pedro Sánchez, me generan inquietud. Y más que la investidura en sí, mis zozobras
se centran en las posibilidades de desarrollar la legislatura con normalidad.
Ahí la impresión que tengo es que este mandato que empezará en breve va a ser
un mandato fallido. Ojalá me equivoque. Si es así, no tendré ningún
inconveniente en reconocerlo y, además, alegrarme de mi error.
Voy a
obviar la amnistía y las concesiones que el equipo negociador de Pedro Sánchez
ha hecho al independentismo. Desde mi punto de vista, demasiadas. Pero no voy a
insistir. Lo hecho, hecho está y no hay que darle vueltas. Me preocupa la
actitud, en especial de Junts, pero no solo la de ellos. Mucho me temo que,
cuando haya que aprobar iniciativas legislativas de calado, y los de Puigdemont
y/u otros se sepan decisivos para sacar adelante o no las propuestas del
Gobierno, el Ejecutivo tendrá que sudar tinta y hacer concesiones
desproporcionadas para que sus proyectos no decaigan.
Cuando
Félix Bolaños estaba anunciado el acuerdo alcanzado entre PSOE y ERC para
investir a Sánchez, Pere Aragonès comparecía para insistir en el referéndum
tras pactar la investidura porque en su opinión la amnistía no cierra el
conflicto. Eso es, por lo menos —lo diré suave—, una falta de respeto.
Pero es que se ha filtrado que en la ejecutiva de Junts se ha trazado una
estrategia de exigencia constante al PSOE, con el objetivo de no perder
protagonismo. Así pues, ante cada necesidad de apoyo que precise el Gobierno,
desde Junts plantearán nuevas demandas. Cuestiones como, por ejemplo, la
participación de las selecciones deportivas catalanas en competiciones
internacionales, una silla de Cataluña en la UNESCO o la retirada del estado
del Consorcio de la Zona Franca. O sea, el papel de los “juntaires” a lo largo
de la legislatura consistirá en obtener transferencias y/o concesiones en cada
votación.
No por
casualidad, el PNV ya ha filtrado que ellos también van a exigir al traspaso
de” Cercanías” para estar a la altura de las circunstancias. Lógico, aquí nadie
va a querer quedarse atrás en conseguir concesiones y traspasos del Gobierno
central y esto no ha hecho más que empezar.
Pero
donde hemos de poner toda la atención es en Cataluña, porque en el origen de
todas las exigencias de los partidos independentistas lo que hay es una lucha
cainita por la hegemonía en el secesionismo catalán. La verdad es que a ellos
la gobernabilidad y estabilidad de España les importa una higa. Lo que buscan
es rentabilizar sus negociaciones, ahora con el PSOE y luego con el Ejecutivo
para posicionarse de cara a las próximas elecciones al Parlament.
La
cuestión es que tanto ERC como Junts empezaron a negociar la investidura de
Pedro Sánchez desde posiciones sino opuestas, si diametralmente diferentes.
Veamos.
Los
republicanos se mantienen en el Govern de la Generalitat, gracias al soporte
crítico de los socialistas catalanes y, por consiguiente, les conviene que el
socialismo tenga estabilidad en Madrid porque de lo contrario sería muy
plausible pensar que Pere Aragonés dejaría de estar respaldado por el PSC y
solo con sus 33 diputados, dándole soporte, ya podría ir pensando en convocar
elecciones.
Situación
casi inversa es la de Junts: fuera del Govern, de la Diputación de Barcelona y
sin ningún gran ayuntamiento en su lista de plazas gobernadas, los de
Puigdemont han visto en las negociaciones con el PSOE la posibilidad de
reengancharse a la rueda institucional y, sobre todo, ganar presencia en los
medios. Algo que en la política actual es casi tan necesario como el aire que
se respira. Ahora bien, Madrid…, ni fu ni fa, y puestos a escoger más bien fa.
Por
eso, el expresident ha tensado tanto la cuerda, pero poniendo mucha atención en
varias cuestiones claves: una que no se rompiera, otra, irse preparando un
regreso que podría ser en olor de multitudes y otra, quizás la más importante,
que sus logros sean mejores y más vistosos que los de ERC. Y todo esto, se
puede resumir en un solo objetivo: colocarse en el mejor sitio de la parrilla
de salida para cuando llegue la carrera por el sillón de la Generalitat.
Resulta
muy lamentable que dos partidos que juntos no llegan ni al 3,50% de los votos
tengan la llave de la gobernabilidad de este país, y que sean esas formaciones,
gracias a la aritmética parlamentaria, las que vayan a marcar el paso en la
próxima legislatura, con el riesgo de que en el momento que se les antoje pueden
hacer caer al Gobierno.
Muy
distinto sería si en este país tuviésemos una derecha como Dios manda:
civilizada, moderna y europea, pero eso es algo inexistente por aquí. Todo lo
contrario. La derecha está desatada, llama a arrebato y promueve algaradas para
soliviantar al personal a ver si logra en la calle, mediante acciones
antidemocráticas, lo que no consiguió en las urnas: colocar a su líder en la
Moncloa y acceder a la sala de máquinas del Estado para tener los resortes del
poder.
Y esos
son los que nos quieren gobernar.
Bernardo Fernández
Publicado en E notíicies 09/11/2023
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