Pedro Sánchez ha conseguido la
cuadratura del círculo: amarrar 179 votos para ser investido presidente del
Gobierno. Cuando hace unas semanas comenzaron las negociaciones ni los más
optimistas podían soñar semejante logro. Con la investidura de Sánchez se
pondrá de manifiesto que, a día de hoy, el partido socialista es el único que está
capacitado para lograr mayorías transversales; a la vez que se hace evidente la
soledad de los populares que han decidido unir su futuro al de la extrema
derecha. Quizás porque, en realidad, ellos son derecha extrema.
No obstante, los pactos entre el PSOE
y los independentistas catalanes, con la amnistía como eje vertebrador, han
provocado un tsunami político que ha hecho aumentar la tensión de forma
exponencial y eso, está afectando a todo el país.
Sería absurdo negar que un sector
considerable de la militancia socialista se siente confundida con los
documentos firmados, tanto por su poca claridad como por las concesiones hechas
a los independentistas que, en opinión de algunos, son tan innecesarias como,
en determinados aspectos, alejados de la realidad.
Es el caso de Felipe González; no
hace todavía una semana que la Fundación que lleva su nombre difundió un video
a los medios de comunicación, que luego ha corrido profusamente por las redes, en
el que el expresidente argumenta de forma muy razonada los motivos que le
llevan a estar en contra de la amnistía en particular y de todo el trágala que
supone para el socialismo los pactos con Junts y ERC. Pero no solo eso, también
lanza algún que otro mensaje a los socios de Sumar.
Tampoco el presidente de Castilla La
Mancha, Emiliano García Page, que viene siendo beligerante con la amnistía
desde que esa posibilidad apareció en el horizonte, se ha mordido la lengua:
"Lo peor que nos puede pasar es que el ansia por gobernar se
convierta en otorgarle la capacidad de decisión a Puigdemont" (…) "Si
hay que ejercer recurso, lo haré. Si hay que plantear batalla, lo haremos, pero
no vamos a pasar porque se haga una relectura de la Constitución
Española", se puede decir más alto pero no más claro. .
De todos modos que nadie padezca
porque, aunque es cierto que en el PSOE las costuras están tensionadas, el
partido ni se va a romper ni van a haber escisiones, cuando llegue el momento y
haya que cerrar filas se hará. Sucedió en el año 2000 con la mayoría absoluta
del PP de José María Aznar que provocó la dimisión de Joaquín Almunia como
secretario general. Más recientemente, en octubre de 2016, cuando Sánchez fue defenestrado
como líder del partido, en un Comité Federal de triste recuerdo. Por
consiguiente, estoy convencido de que el socialismo español va a permanecer
unido y todos los militantes van a remar en la misma dirección.
No me atrevo a decir lo mismo de lo que
pueda suceder en Junts; ahí, la exconsejera de Educación y
eurodiputada, Clara Ponsatí, ve en el pacto PSOE con Junts una
"humillación" (…) "Que el primer presidente de Cataluña que nos
había dicho que no quería saber nada de España pacte para hacer presidente al
líder del PSOE es un menosprecio a la gente que había confiado y le había
protegido", ha expresado en un artículo en Vilaweb. Ponsatí sabe que
esto del parlamento europeo se acaba en junio de 2024, y, tal vez, lo que busca
es marcar distancias con Puigdemont e ir preparando el terreno para una nueva
formación independentista. El tiempo dirá.
Pero quién está incendiado la calle y
poniendo la convivencia a los pies de los caballos es el PP. Lo dijo días atrás
Núñez Feijóo con absoluta claridad: “No nos callaremos hasta hablar en unas
elecciones y que todos podamos otra vez votar. Está claro que el juego de
mayorías y minorías, que es la esencia de los sistemas democráticos, los
populares no lo acaban de asimilar y no lo llevan nada bien. Por eso, han de salir a la calle para
soliviantar al personal y generar, de forma totalmente irresponsable, la máxima
tensión, algo que llevan haciendo desde que se atisbó la posibilidad de que
Sánchez podría seguir en la Moncloa. Así, por ejemplo, el domingo pasado miles
de personas se manifestaron convocadas por el Partido Popular en las 52
capitales de provincia de España, contra la amnistía y las negociaciones del PSOE para investir a
Pedro Sánchez. Y para redondear el panorama Vox les hace el
trabajo sucio, rodeando noche tras noche la sede del PSOE en la calle Ferraz de
Madrid, enfrentándose a la policía, exaltando a Franco, cantando el Cara al sol
y tratando a Pedro Sánchez de traidor, dictador y no sé cuántas lindezas más.
El ambiente está tan caldeado,
gracias a la derecha extrema y a la extrema derecha que el Consejo General del
poder Judicial (CGPJ), asociaciones de jueces y fiscales e, incluso, un grupo
de guardias civiles de altísima graduación han salido públicamente a criticar
una ley que ni siquiera ha sido registrada en el Congreso.
Todos esos colectivos, así como
aquella parte de la sociedad que niegan el pan y la sal de la democracia a
Pedro Sánchez para ser investido, deberían tener muy presente que el voto de un
diputado de Junts, de ERC o del PNV es tan legítimo como uno del PSOE, del PP o
de VOX, han sido escogidos por escrutinio popular para que nos representen. Por
consiguiente, guste o no, todos valen lo mismo.
La derecha puede estar muy tranquila,
a pesar de su intransigencia: España no se rompe. La cuestión de fondo es que
para ellos que gobierne la izquierda es una anomalía. De ahí que cada vez que
el progresismo llega al poder la bronca, por un motivo u otro, está asegurada.
Bernardo
Fernández
Publicado
en E notícies 16/11/2023
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