A pesar de que aún faltan cuatro
meses para que se celebren elecciones municipales en toda España y autonómicas
en varias comunidades, los medios de comunicación nos bombardean,
sistemáticamente, con sondeos y encuestas que intentan predecir quienes serán
los agraciados en los próximos comicios. Además, en esta ocasión, serán un buen
barómetro para calibrar las fuerzas de cada cual de cara a las elecciones
generales del próximo otoño. De todas maneras, luego, cuando hablas con la
gente de la calle, resulta que buena parte de ciudadanos aún no sabe que en
mayo hay que pasar por las urnas y, claro, no han decidido a quién votarán. Una
prueba más del divorcio entre la clase política y la ciudadanía
Con todo, si nos ceñimos a Barcelona,
aquí, alguna cosa está clara, y es que la gestión de Ada Colau, como alcaldesa,
no convence. No es que lo diga yo. Lo dice el barómetro municipal que se hizo
público a finales de diciembre: un 50% de los barceloneses considera “mala o “muy
mala” la gestión del gobierno municipal.
Una vez más, Barcelona es el objeto
del deseo: quien gane y gobierne en la ciudad (esa es otra: se puede ganar y no
gobernar; le sucedió a ERC en 2019) será el gran vencedor, a nivel catalán, en
esas elecciones. Por eso, los partidos que tienen posibilidades reales ya han
entrado de pleno en la precampaña.
Los Comunes, haciendo juegos de manos
con sus propios estatutos, volverán a presentar a Colau, a pesar de que sus
reglamentos internos solo permiten dos mandatos, pero como dicen algunos las
reglas se hacen para saltárselas, en este caso las han modificado…, y todos
contentos. En Junts han optado por sacar del armario a una reliquia que ya
habían embalsamado. Xavier Trias, para ver si da alguna alegría en ese páramo en
que se han convertido los pos convergentes después de su salto al
independentismo. Por su parte, Ernest
Maragall ha dejado de calentar escaño en el Parlament para dedicarse estos
cuatro meses a prepararse para la campaña. Parece que el republicano converso
está preocupado por la reaparición de Trias y Jaume Colboni ha abandonado sus
responsabilidades municipales para tener las manos libres en la campaña
electoral.
No hay nada que objetar, en
principio, esas estrategia no son ni buenas ni malas, la óptima será la que el
día 28 de mayo haga que quien la encabece puede coger el anhelado bastón de
mando de la ciudad.
No obstante, mientras eso no sucede, esperaremos
a que los candidatos nos expliquen sus programas, porque si en algo coinciden,
a excepción de la alcaldesa, naturalmente, es que así no podemos seguir.
En la nueva etapa municipal que se
deberá abrir a partir del próximo 28 de mayo, las personas han de ser el centro
de todas las políticas. El infantilismo naif nos ha hecho perder
oportunidades esplendidas como conseguir la sede de la Agencia
Europea del Medicamento que se lanzó, de forma absurda, a la papelera de la
historia. Y
puesto que es previsible que ninguna fuerza logre gobernar en solitario, sería
bueno que nos fuésemos acostumbrando a trabajar con grandes consensos, en
especial cuando se trate de cuestiones esenciales, como por ejemplo,
la vivienda pública, donde el parque de pisos sociales son solo el 2,5%
del total, mientras que en el resto de España anda cerca del 9%.
Para empezar, es imprescindible
volver a poner Barcelona en el mapa. Por eso es necesario pensar y actuar
sobre la Barcelona real, es decir, 164 municipios, 4,6 millones de personas y
más de 3.000 kilómetros cuadrados.
Una vez admitida esa realidad, la
cooperación público-privada para lograr el despegue de la capital catalana
y su entorno debe ser uno de los ejes vertebradores del nuevo proyecto. Esas
alianzas son la clave para incidir y construir una gran urbe que ha
de ir mucho más allá del Llobregat y el Besós.
Temas como la sostenibilidad,
las infraestructuras, la seguridad, la cultura, el talento, la economía o
la lucha contra la desigualdad han de ser nucleares en la Barcelona real.
De igual manera, el combate contra las diferencias sociales, y por ende la
construcción de una mayor cohesión social, es el reto más importante que
afrontan Barcelona y los municipios vecinos.
En un momento determinado la imagen de la marca Barcelona
subió como la espuma. Después el conformismo y el marasmo político nos han
aletargado primero y sumido en la incredulidad más tarde. Fuimos los impulsores
del diseño y la publicidad. Hoy se habla más de ello en Madrid que en
Barcelona. Fuimos el arte contemporáneo más avanzado de España, con museos como
el Picasso y las fundaciones Miró y Tapies. Hoy el arte contemporáneo está en
Málaga, donde no han dejado de abrir museos como el Picasso, el Museo Casa
Natal de Picasso, el Carmen Thyssen, el Museo Ruso, el Centro de Arte Contemporáneo
y el Centro Pompidou. Y aquí le hemos hecho la vida imposible al Hermitage.
En definitiva,
necesitamos un proyecto que nos aglutine y nos haga ir todos a una como los Juegos Olímpicos, una expo
universal o cualquier otro proyecto ilusionante. Y, también, un líder capaz de
llevarlo a cabo, es decir, alguien con ganas, empuje y preparación. No personas
que han quemado sus naves en cien batallas, están a la vuelta de todo y se han
ganado un lugar en la memoria política de nuestro país.
Nuestros hijos y nietos no se
merecen menos.
Bernardo Fernández
Publicado en e noticies 06/02/2023
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