01 de febrer 2023

INJUSTICIAS Y VERGÜENZA AJENA


 

A mediados de enero, coincidiendo con el Foro de Davos, Intermón-Oxfam hizo público un informe de que ponía la piel de gallina a la gente corriente y debería sonrojar a los poderosos, si tuvieran un ápice de conciencia social.

El documento en cuestión pone de manifiesto como la espiral inflacionista está ensanchando la brecha entre ricos y pobres, si bien es verdad que la diferencia entre unos y otros siempre ha sido más que considerable, en los últimos dos años, coincidiendo con la pandemia, esa la diferencia se ha agrandado a un ritmo de 2.700 millones de dólares diarios a nivel global. O, dicho de otro modo, el 1% más rico del planeta se hizo con el 63% de la riqueza creada en todo el mundo entre 2019 y 2021. Increíble pero cierto.

Ese mismo informe señala que “por cada dólar que recibe una persona del 90% más pobre de la humanidad, un multimillonario se embolsa 1,7 millones de dólares”. Se da la circunstancia de que la riqueza y la pobreza extremas en el mundo se han incrementado simultáneamente por vez primera en 25 años.

Sostienen desde la ONG que “La escalada de precios que estamos padeciendo en el último año, ha sido la gota que ha colmado el vaso. La vuelta a la normalidad tras  la pandemia  y la guerra en Ucrania, están siendo una condena a la miseria para los más vulnerables”. Según apunta un alto directivo del Banco Mundial, “la inflación podría contribuir al mayor incremento de la pobreza y desigualdad entre Estados desde la Segunda Guerra Mundial”. Y desde Oxfam aseguran que “ Países enteros están al borde de la bancarrota. Los más pobres destinan cuatro veces más recursos a pagar la deuda (en manos de ricos acreedores) que a los servicios de salud pública”.

Pero la denuncia no acaba ahí, “las mayores compañías son responsables de la abrupta subida de la inflación, ya que se están aprovechando del encarecimiento de las materias primas y de la incertidumbre actual para inflar precios y aumentar ganancias”.   Los expertos que han elaborado el informe apuntan que “95 grandes empresas de energía y de alimentación han más que duplicado sus beneficios en 2022, destinando el 85% de sus ganancias extraordinarias a remunerar a sus accionistas. La otra cara de la moneda son los 1.700 millones de trabajadores en países donde las subidas de precios se comen a los salarios —España incluida— y los más de 820 millones de personas en todo el mundo que pasan hambre”.

En este contexto, lamentablemente, España no es una excepción. Más bien todo lo contrario, somos uno de los países más desiguales. El informe desgrana cómo también en nuestro país el proceso para reducir la desigualdad —la brecha tocó su cota máxima en 2013— se ha estancado. En 2008, el 1% más rico representaba el 13,6% de la población; en 2019 fue el 16,9%. En 2021, fue el 23,1%, un resultado que indica que el patrimonio de los más favorecidos se recuperó mucho más rápidamente que la economía en su conjunto después del coronavirus. En cambio, la participación a la renta nacional del 50% más pobre bajó del 16,2% en 2008 al 14,2% en 2019. Desde 2020, la riqueza de los milmillonarios españoles ha presionado en casi 3.000 millones de dólares. Se escribe fácil, pero es de difícil asimilación.

Por si no usar bastante con esos números para sentir vergüenza y sonrojo, hace unos pocos días, la Autoridad Bancaria Europea hacía público que  el número de banqueros españoles con un sueldo superior al millón de euros en 2021 ascendió a 221 , un 72 % más que el año anterior. Resulta que el sueldo medio de los banqueros españoles (2.164.088 euros al año) es el segundo más elevado de la Unión Europea, solo superado por Austria.

Es evidente que son sueldos irrazonables que se otorgan a los directivos, sin relación con la eficiencia ni con la productividad. La banca española es la menos solvente de Europa y es difícil justificar que la productividad de un banquero sea 46 veces mayor que la de un empleado medio (45.921 euros en 2020), según el INE.

Ante esta situación de tanta desigualdad social quedarse de brazos cruzados no es una opción. Por eso, hay que activar todos los mecanismos necesarios, para evitar la pérdida de poder adquisitivo que afecta directamente a la renta disponible de los hogares y, por consiguiente, al consumo interno. Porque un consumo interno debilitado afectará, además, al crecimiento económico, que se verá reducido. De no ponerse en marcha soluciones adecuadas, la situación corre el riesgo de cronificarse y provocar un efecto todavía más negativo en la desigualdad y en la pobreza de aquellos sectores con menores salarios. En un país donde el 12,7% de la población trabajadora está en riesgo de pobreza, según Eurostat, esta situación debe considerar inaceptable y exige medidas inmediatas. Para mejorar la salud de nuestra economía.

La cuestión es que no hay mucho donde elegir y, en una encrucijada como la que estamos viviendo, resulta indispensable activar todos los recursos necesarios para lograr un pacto de rentas porque es la única opción viable para repartir las cargas de una forma que, aunque no sea ​​perfecta, si es la más equitativa.  Otra cosa es una total irresponsabilidad.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e avisos 30/01/2023

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