11 de febrer 2022

INCREIBLE PERO CIERTO


 Pensaba que ya habíamos visto todas las argucias y triquiñuelas posibles en la práctica parlamentaria, pero no. El independentismo tiene una capacidad infinita para sorprendernos. Son especialistas en dejarnos atónitos con cosas chuscas y banales, cuando no son embustes y patrañas, pero nunca con asuntos de enjundia ni calado social.

 Sin ir más lejos, el pasado 26 de enero se votó una iniciativa en el Parlament para “reparar y dignificar a las mujeres asesinadas en Cataluña acusadas de brujería entre los siglos XV y XVIII”. Y eso, cuando hay cientos de miles de familias que no llegan a fin de mes, miles y miles que no pueden pagar la factura del gas o de la electricidad, bastantes ciudadanos sin trabajo o más del 25% en riesgo de pobreza. Ante este panorama social, no parece que lo de las brujas sea un tema prioritario. Dicho esto, con todos mis respetos por esas señoras, a las que no tuve el gusto de conocer. Luego nos extraña que haya desafección política.

Pero el independentismo siempre se supera a sí mismo. El pasado martes, la presidenta del Parlament, Laura Borrás, respaldada por la mesa de la Cámara -de mayoría independentista- propuso paralizar la actividad parlamentaria hasta que la Comisión del Estatuto de los Diputados se pronunciase sobre si el diputado Pau Juvillà debía mantener o no su escaño. Juvillà había sido inhabilitado por desobediencia, al no haber atendido un requerimiento de la Junta Electoral que le instaba a retirar unos lazos amarillos del balcón de su despacho de concejal en el Ayuntamiento de Lleida, en la campaña de la elecciones generales de 2019. Posteriormente, ante la advertencia de los letrados de que podía incurrir en delito, Borrás rectificó y solo sugirió que se suspendieran las actividades hasta que la mencionada Comisión se pronunciara.

La cuestión no es menor, porque detrás de este aquelarre secesionista se esconde una batalla de egos personales. Es un secreto a voces que a Borrás el cargo de presidenta del Parlament le parece insuficiente. Sus anhelos pasan por sustituir a Carles Puigdemont, primero, al frente del independentismo trumpista y a Pere Aragonés, más tarde, al frente de la Generalitat (aunque con el affaire Juvillà Borrás se ha pegado un tiro en el pie).

De todas formas, la continuidad de Borràs al frente de la Cámara legislativa está condicionada por la actuación del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), que instruye la causa contra la actual presidenta del Parlament por los delitos de prevaricación, fraude a la administración, malversación y falsedad documental. Borràs fraccionó, presuntamente, contratos por valor de 260.000 euros para adjudicárselos a dedo a un colaborador suyo, el informático I.H. los indicios contra la presidenta del Parlament son sólidos porque incluyen correos electrónicos que intercambió con I.H. y que evidencian la existencia de amaños.

Ante esa situación, lo que pretende la presidenta es darse cuantos más baños de populismo mejor por lo que pueda venir. Y, si al final es destituida, salir por la puerta grande como víctima de la represión del Estado opresor y con los índices de popularidad tan disparados como sea posible.

La retirada del escaño a Pau Juvillà, de la misma manera que se le retiró a Quim Torra, por hechos muy similares, no presentaba ninguna duda ni técnica ni jurídica. Otra cosa es que Borrás quería marcar perfil propio y, a diferencia del entonces president del Parlament, Roger Torrent, que dejó a Torra sin escaño, la actual presidenta ha querido montar un show y convertirse, aunque solo sea por unos días, en la Agustina de Aragón indepe.

Para que quedara constancia del esperpento se celebró un pleno en el Parlament para debatir y votar el dictamen elaborado por la Comisión del Estatuto de los Diputados que sostenía que Juvillà ha de mantener el escaño siempre que no comprometa a los funcionarios de la Cámara. Ahí la presidenta denegó el voto a Pau Juvillà (que ya no había sido convocado) con el argumento de que la votación “no quedara contaminada por un conflicto de intereses”.

Sin embargo, (esto se ha sabido después) el quid de la cuestión es que el 28 de enero, día en que lo requirió la Junta Electoral, Juvillà fue dado de baja como diputado, según consta en la web del Parlament. Además, de manera oficiosa se le había comunicado que no cobraría la nómina de febrero. Su cese oficial se publicó el 4 de febrero en Boletín Oficial del Parlament de Cataluña (POPC). Es decir, una mascarada orquestada por Borrás y sus acólitos para atraer la atención. Increíble pero cierto.

Por lo tanto, Laura Borrás, segunda autoridad de Cataluña, escamoteó la verdad y mintió a sabiendas a los diputados y por extensión a la sociedad catalana, porque ella montó el paripé de la Comisión del Estatuto de los Diputados y el pleno, consciente de que Pau Juvillà ya no tenía su escaño, y si no lo sabía, es que no está capacitada para desempeñar tan alta magistratura. Es evidente que un personaje con semejante catadura moral no debería seguir ni un minuto más en su puesto porque devalúa la Institución y degrada a los catalanes como ciudadanos.    

Como decía el exdiputado Joan Ferran, en un interesante artículo publicado en Crónica Global el 01/02/22, El Parlament de Cataluña es, por definición, un órgano legislativo y representativo del Estado contemplado en el Estatut y la Constitución. Si la Cámara catalana es, como sostienen los secesionistas, la expresión máxima de la voluntad popular que emana de las urnas, su funcionamiento debería ser ejemplar en todos los sentidos. Lo debería ser en la forma, en el fondo y en la actitud de las personas que ostentan su máxima representación pública”. No obstante, vemos, con desasosiego, que la Cámara catalana está siendo utilizada de manera totalmente arbitraria, bien para enmascarar intereses espurios de su más alta representante y de su corte de aduladores, bien para lanzar soflamas que mantengan alta la moral de la tropa secesionista, aunque sea a base de falacias y cortinas de humo. Lo que en un tiempo fue el templo de la palabra, se ha convertido en un circo (con todos mis respetos y reconocimiento por las personas que se dedican a ese noble espectáculo), donde se hacen charlotadas y se degrada de forma sistemática la política.

Mientras sucedía todo este rifirrafe, se hacía público que Juvillà padece una grave enfermedad (cáncer), y como que lo uno no tiene que ver con lo otro, quiero, desde aquí, desear una rápida y total recuperación al político anticapitalista. ¡Suerte chaval!

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 07/02/2022

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