26 de gener 2022

RELATIVA NORMALIDAD


 Hemos comenzado el año con los presupuestos del Govern, para 2022, aprobados. Hacía más de una década que la Generalitat funcionaba con presupuestos prorrogados o aprobados fuera de plazo. Las cuentas salieron adelante gracias a que en la votación final, se mantuvieron en el Parlamento el 23 de diciembre, los comunes se abstuvieron. De esa manera, la mayoría independentista quedó quebrada, aunque fuera temporalmente y, un renglón seguido, el presidente, Pere Aragonés, anuncióba que se vio desvinculado de la moción de confianza que había pactado con la CUP a cambio de que estos votaran su investidura.

 De manera casi simultánea a la aprobación de esos presupuestos, PSC, ERC y JUNTS llegan a un acuerdo para renovar 112 cargos institucionales caducados desde hace tiempo. Quizás no sea un gran acuerdo, pero dadas las circunstancias, sí es un buen acuerdo y, en cualquier caso, hace tres o cuatro años, un pacto de esas características, hubiera sido impensable. 

 Es cierto que alguno de los cargos que se han renovado un currículum que está lejos de ser el adecuado para las tareas que deberá desempeñar. Por ejemplo, para dirigir el Consell de l'Audiovisual de Catalunya (CAC), que es el organismo que ha de velar por el pluralismo político, religioso, social, lingüístico, cultural y supervisar la neutralidad y honestidad de la información que se trasmita, se ha optado por Xevi Xirgo. Xirgo es periodista director de uno de los diarios con más subvenciones públicas,  El Punt Avui,  y autor de libros como:  Carles Puigdemont. La lluita a l'exili  y  Carles Puigdemont. M'explico. Él no ha ocultado nunca su ideología, ni su militancia independentista. Tampoco su amistad con Puigdemont, con quien coincidió en el diario gerundense  El Punt . En opinión de Xirgo la mesa de diálogo entre la Generalitat y el Gobierno central es poco menos que estéril, en sintonía con la doctrina Puigdemont. Da la sensación que ese nombramiento es consecuencia de una actitud algo frívola o, cuando menos, poco meditada porque, poner al frente de un organismo como el   CAC, a un personaje como Xevi Xirgo, es algo así como poner la zorra a guardar las gallinas . No parece lógico pensar que alguien con esa trayectoria vaya a enderezar el rumbo de una institución como la que nos ocupa. Pero demos tiempo al tiempo. 

Con todo, a nadie se le escapa que, en Cataluña, poco a poco, estamos volviendo a una relativa normalidad política. Y eso es posible porque ERC ha hecho una revisión crítica del otoño de 2017 y, a partir de ahí, está haciendo un giro gradual de regreso al autonomismo. En ese contexto, tiene especial importancia el borrador de la ponencia que han de debatir los republicanos en una Conferencia que celebrarán a mediados de marzo. En ese documento, entre otras cosas, se dice que: no se pone ningún límite temporal al objetivo de la independencia. A diferencia de la anterior ponencia, donde se dejaba claro que la unilateralidad seguía siendo una opción. Esta vez el borrador menciona esa posibilidad, aunque no concreta acciones específicas. Es decir, la unilateralidad sigue aparcada, en el mismo sitio donde se quedó en 2017. De esa forma, ERC asume de forma tácita que Cataluña es una autonomía y ahora hay gestionar y gobernar esa autonomía.

En el mencionado borrador también se dice que: “No renunciamos ni renunciaremos nunca a ningún instrumento democrático que nos permita decidir nuestro futuro colectivo para llegar a la república catalana”. El texto propone: “desde acciones de desobediencia política y social hasta acciones de desbordamiento democrático para hacer posible la autodeterminación”, y hacen bien porque nadie tiene por que renunciar a sus sueños.

No obstante, y más allá de determinadas ensoñaciones, los dirigentes de ERC saben de la importancia que tiene, ante la comunidad internacional, la mesa de diálogo y creen que, ante un eventual fracaso, el no haberse levantado de ese foro despertará simpatías internacionales que pueden favorecer sus convicciones más profundas.

A nivel interno, los republicanos tienen claro que para ser el partido hegemónico de Cataluña y lograr el poder institucional que, en otro tiempo, tuvo CiU, deben presentarse como una fuerza moderada y abierta. Esa es la razón por la que Oriol Junqueras pregona la idea de abrir el espacio independentista a otras sensibilidades de izquierdas. Algo que no es nuevo. De hecho, lo empezó a poner en práctica Josep-Lluís Carod-Rovira y su equipo, a principios de este siglo. Existe, por lo tanto, un trabajo de reflexión teórica que ha llevado al partido a esa mutación.

La aprobación de los presupuestos dentro de plazo y los pactos para renovar cargos caducados han puesto de manifiesto que en el Parlament no hay mayorías monolíticas, ni el rodillo parlamentario funciona de manera automática. Aquí, igual que ocurre en las democracias consolidadas, los grupos políticos han de dialogar, negociar y pactar.

Más arriba he escrito relativa normalidad porque en la política catalana suceden cosas muy extrañas. Como ciudadano de a pie me resulta imposible entender cuestiones tan poco virtuosas como las “licencias por edad” que se practican en el Parlament y que hemos conocido ahora, la patética remodelación en los Mossos que desprende aroma de purga política o alguna que otra mordida que se empieza a vislumbrar en el horizonte, pero de esos affaires trataremos en próximas entregas.

De momento, seamos razonablemente optimistas. A nadie se le puede pedir que renuncie a sus ideales. Sin embargo, si podemos y debemos exigir a nuestros gobernantes que tengan los pies en el suelo, si lo conseguimos, habremos logrado mucho porque es condición indispensable para recuperar la normalidad política, aunque sea relativa.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 24/01/2022

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