12 de gener 2022

ACUERDO HISTÓRICO


 Una de las propuestas estrella, para esta legislatura, del Gobierno de coalición, era la reforma y/o derogación de la reforma laboral que el Ejecutivo de Mariano Rajoy hizo en 2012. Pues bien, el pasado 28 de diciembre el Consejo de Ministros ratificó el acuerdo que habían alcanzado, días antes, la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con los agentes sociales (patronal y sindicatos). El 30 salía publicado en el BOE, como real decreto-ley y antes del 7 de febrero deberá ser convalidado por el Congreso de los diputados y si no decaerá.

El mercado laboral es una de las cuestiones que más ha preocupado a todos los Gobiernos desde la Transición. Desde el principio de la democracia ha sufrido casi medio centenar de retoques. Cosméticos unos y más profundos otros. El acuerdo alcanzado, el pasado 23 de diciembre, por el Gobierno, la patronal y los sindicatos constituye la primera reforma laboral de gran calado que se aprobará con consenso de las partes implicadas en más de cuatro décadas. En España se han aprobado cuatro grandes reformas. La de 1980, en la que salió adelante el Estatuto de los Trabajadores, que es la columna vertebral de nuestro sistema laboral. Cuatro años después, en 1984, se introdujo la temporalidad en una reforma del Gobierno de Felipe González. A principio de 1994, los socialistas aprobaron otro cambio que afectaba a los despidos, la movilidad y la negociación colectiva. Hubo que esperar casi dos décadas para la reforma laboral del PP. En 2012, solo dos meses después de alcanzar el poder, Mariano Rajoy, con la crisis financiera en plena ebullición, aprobó una de las reformas laborales más profundas desde que se aprobara el Estatuto de los Trabajadores. Tutelados por Bruselas y con el déficit público disparado, el PP abarató el despido de 45 a 33 días por año trabajado y a 20 días en algunos casos. Flexibilizó los despidos colectivos (ERE) simplificando los trámites, otorgó más poder a las empresas en la negociación de los convenios colectivos y eliminó la ultraactividad. La idea de fondo era desarrollar un marco para contener los salarios en la búsqueda de una devaluación salarial con la que ganar la competitividad perdida durante los años del bum inmobiliario. Las consecuencias de esa reforma están a la vista de todos; si bien es verdad que se han creado puestos de trabajo con relativa facilidad, también es cierto que se ha extendido la precariedad y han empeorado las condiciones laborales de los trabajadores, porque las empresas han tenido mucha más capacidad de maniobra.

Por eso, ahora toca enmendar los errores que cometió la derecha y, además, hacerlo con el mayor consenso posible. Porque ninguna de estas grandes reformas se aprobó con el acuerdo de los agentes sociales. 40 años después de aprobarse el Estatuto de los Trabajadores, se ha logrado redactar un texto en el que han participado los sindicatos (CC OO y UGT), la patronal y el Gobierno, liderado por Yolanda Díaz. Como opinan los líderes sindicales: “Por primera vez, una reforma laboral de calado no será para recortar, para precarizar el empleo, para abaratar el despido, sino que rema en la dirección contraria”.

El objetivo principal del nuevo marco legislativo es reducir sustancialmente la temporalidad del mercado de trabajo en España (26,02%); algo que, desde hace tiempo, se viene pidiendo desde Bruselas. Aunque también servirá para corregir desequilibrios dentro de la negociación colectiva y dotar de mayor flexibilidad a las empresas en apuros. Asimismo, se revierten los asuntos más controvertidos de la reforma laboral del PP de 2012.  De igual manera, se equilibra la balanza entre empresarios y trabajadores dentro de la negociación colectiva. Se ponen límites a la preponderancia de los convenios de empresa y no se limita la ultraactividad, lo que en la práctica viene a significar que la vigencia del convenio se mantendrá todo el tiempo que dura la negociación de un nuevo convenio.

Con este acuerdo, es la primera vez que la CEOE deja de ser la correa de transmisión de la derecha. En esta ocasión la patronal ha demostrado tener más cintura y más sentido práctico que el PP. Los empresarios han sabido situar la lógica y el sentido común por delante del beneficio desmedido y las ideologías. En breve se iniciará el trámite parlamentario para convertir el acuerdo en Ley, y ahí, los teóricos socios del Gobierno deberían ser muy cuidadosos porque según las enmiendas que se introduzcan, la patronal podría descolgarse en el último momento y eso haría que, si la derecha llega al poder, el pacto fuera mucho más débil y reversible. Además daría aire a un PP en horas bajas.

 

Una vez más Pablo Casado ha puesto de manifiesto su falta de perspicacia política; no ha dado opciones a los moderados de su partido. En pleno debate interno, cuando el texto del acuerdo sobre la reforma aún no había sido publicado en el BOE y cuando algún miembro de la Ejecutiva popular habían recomendado a su líder “leer la letra pequeña” antes de decidir el sentido final del voto del PP, Casado dijo no. El líder de los populares apareció públicamente y avanzó que su partido votaría negativamente, derogaría la reforma en cuanto él llegase al Gobierno y hasta podría recurrirla en el Tribunal Constitucional por no haber sido tramitada como proyecto de ley en las Cortes sino como un decreto.

 Es lamentable que populares y republicanos catalanes coincidan de nuevo (como ya han hecho en más de una ocasión) al decir que ese acuerdo “es humo”. Del PP no cabe esperar nada. Sin embargo, sorprende que ERC quiera enmendar la plana a sindicatos y patronal. Para los republicanos dar soporte en la tramitación parlamentaria pasa porque se dé prevalencia a los convenios sectoriales autonómicos sobre los estatales, y que se devuelva a Cataluña la competencia para autorizar de manera previa los expedientes de regulación de empleo. Se trata de una potestad que la reforma del PP, de 2012, arrebató a las comunidades autónomas (algo que votaron los postconvegergentes ahora en Junts) y que el texto preparado por el equipo de la vicepresidenta, Yolanda Díaz, en principio, no contempla.

Sin temor a equivocarnos, podemos decir que estamos ante un acuerdo histórico. Se ha hecho una reforma profunda que no supone ni la derogación total de la anterior ni el inmovilismo que querían algunos. Si se ha llegado a ese pacto, ha sido gracias al realismo perseverante de los sindicatos y a la sensatez de la representación de la patronal que así se desmarca de los voceros catastrofistas de la derecha política. También ha sido encomiable el papel del Gobierno, que ha estado tejiendo durante meses un dificilísimo equilibro y ha conseguido superar las diferencias de los partidos de la coalición para alumbrar una reforma imprescindible. Ahora es fundamental que los partidos que dan soporte al Gobierno se dejen de veleidades y falsos protagonismos para que la tramitación en el Congreso sea fluida y sin sorpresas, pues, de su aprobación depende, en buena medida, que Bruselas de vía libre a los fondos europeos en 2022. Y sabiendo cómo son de miopes, políticamente hablando, algunos personajes que cobran su sueldo en la carrera de San Jerónimo, hay que andarse con ojo, no vaya a ser que se les vaya la mano, con su afán de mantener las esencias patrias y la líen parda.

 

Bernardo Fernández.

Publicado en e notícies 10/01/2022

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