01 de desembre 2021

MAYORÍA ESTÉRIL


 La enmienda a la totalidad de la CUP, a los presupuestos del Govern para 2022, puso Cataluña al borde del precipicio. Con su iniciativa los antisistema dinamitaron la teórica mayoría independentista en el Parlament (he escrito teórica mayoría porque en las democracias serias los votos que no obtienen representación no se cuentan, y si hacemos aquí esa lectura, el secesionismo tiene una representación del 48%). Todo esto, cuando no hace ni once meses que se celebraron las elecciones y poco más de seis que fue investido Pere Aragonés como president. Eso nos da una idea de la escasa estabilidad de la situación política catalana.

 Aragonés estaba empeñado en que la mayoría independentista del Parlament votase sus presupuestos. Por eso fue él quien se puso al frente de las negociaciones con la CUP para conseguir el voto de los anticapitalistas. Sin embargo, estos no cedieron en sus planteamientos. Esa situación puso de manifiesto la falta de perspicacia política de Pere Aragonés porque el president claudicó demasiado de prisa ante las exigencias de los antisistema y se quedó prácticamente sin nada en la cartera para seguir negociando.

 En cambio, los cupaires han demostrado ser alumnos aventajados en el aprendizaje de los mecanismos de la política parlamentaria. Recurrieron al filibusterismo para forzar al president a aceptar sus demandas, y cuando ya tenían satisfechas casi todas sus demandas se escudaron en su asamblea parlamentaria para decidir su posición Al final, menos de 300 militantes de ese partido decidieron que la enmienda siguiera viva, poniendo así en jaque al Govern de Cataluña.

 Ante esa situación y, a pesar de la mano tendida del PSC, el president prefirió negociar con en Comú-Podem para evitar tener que ir a unas nuevas elecciones, pero, claro, ni en la vida ni en la política, las cosas son gratis. A cambio del soporte de los comunes los republicanos han tenido que levantar el veto que Ernest Maragall puso a los presupuestos de Ada Colau en el Ayuntamiento; luego el edil tuvo que rectificar, cambiar de opinión y tragarse uno de los sapos más grandes de toda su trayectoria política. Y es posible que eso signifique, más pronto que tarde, el final de su carrera, como ya ha empezado a rumorearse en diversos ambientes.

 En opinión de Junts el pacto con los comunes es un fracaso del independentismo. No han querido tener en cuenta que el acuerdo con la CUP ponía en riesgo los Juegos Olímpicos de Invierno, el Hard Rock o el Circuíto de Montmeló que son, en estos momentos, algunas de las joyas de la corona para el sector empresarial que les es más afín.

 La situación es tan tensa entre los dos socios del Govern que la intervención del diputado Joan Canadell, el día que se aprobó la tramitación presupuestaria, parecía más propia de un grupo de la oposición que de uno de los grupos que dan soporte al Ejecutivo catalán. Eso hizo que Pere Aragonés expresara sus quejas al vicepresident Puigneró (algo que pudo ver todo el mundo porque el pleno se retransmitía por televisión), y poco después el president y la mayoría de consellers de ERC abandonasen el hemiciclo.

 De todas formas la realidad es tozuda y acaba imponiéndose. Con la tramitación de los presupuestos la mayoría independentista se ha demostrado estéril. Ante esta situación se me ocurre una pregunta: ¿Para qué sirve esa mayoría independentista, si los partidos que la conforman no se ponen de acuerdo en temas capitales para Cataluña como son la ampliación del aeropuerto del Prat, la mesa de diálogo con el Gobierno central o los presupuestos para 2022?

 En cualquier caso, me permito sugerir aquí que no cunda el pánico en el sector independentista pensando que el procés se ha terminado. El movimiento independentista catalán tuvo su punto álgido en el otoño de 2017, desde entonces languidece de forma lenta pero constante. La descomposición que hemos visto de la mayoría en le Parlament no es un hecho aislado, ocurrirá cada vez con más frecuencia y, probablemente, cada vez con mayor virulencia.  

De todas formas, a trancas y barrancas el independentismo seguirá funcionando más o menos cohesionado en el Parlament.  El 23 de diciembre con o sin apoyo de la CUP tendremos presupuestos y eso dará aire al Govern y un buen margen de maniobra.

 Que la situación está cambiando es evidente. Ahora bien, creo que es prematuro pensar ya en un tripartito de izquierdas, como han sostenido algunos en los últimos días. Las razones son variadas, pero voy a señalar dos. La primera es que, a día de hoy, el PSC es el partido a batir por ERC. Hace tiempo que los republicanos trabajan para convertirse en el partido hegemónico de Cataluña, como un día lo fue Convergencia. Pero son los socialistas los que ocupan el espacio sociológico que ellos necesitan para ser la primera formación política en nuestro país, y están constatando que ese asalto es muy complicado.  De ahí su inquina hacia los socialdemócratas catalanes.

 La otra, son los recelos que los republicanos despiertan en los socialistas por las continuas deslealtades y salidas de tono de los de ERC tuvieron en los dos tripartitos (de Maragall y de Montilla). La animadversión de los unos hacia los otros y el recelo que los otros despiertan en los unos (sobre todo en las bases menos catalanistas) hace que el pacto PSC ERC sea extremadamente difícil.

 No obstante, es bien vedad que, en política, cosas más raras se han visto.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 29/11/2021

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