10 de desembre 2020

¿NUEVA MAYORÍA O ACUERDO PUNTUAL?


 

Seré sincero: no me gustan algunas de las alianzas que ha tejido el Gobierno de Pedro Sánchez para aprobar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2021. Pero es que tampoco me gusta el talante de Pablo Iglesias; aunque según dicen, ha sido el gran hacedor que ha hecho posible que ERC y EH Bildu dieran soporte a las cuentas del Ejecutivo.

Pero, claro, la política es el arte de lo posible y no hay más cera que la que arde y con el panorama que tenemos en nuestro país pretender otro acuerdo es como pedirle peras al olmo.

Con la aprobación de estos Presupuestos se pone fin (al menos de momento) a una etapa de inestabilidad que arranca en 2015. Once partidos han aportado 187 votos para sacar adelante estas cuentas. Ante esta nueva situación es justo reconocer el trabajo bien hecho que han llevado a cabo los máximos responsables de la negociación. O sea, los miembros de los ministerios económicos, del ministerio de Asuntos Sociales y los portavoces parlamentarios.

Fuera del pacto han quedado, como siempre, la derecha y la ultraderecha. Es lamentable que unos Presupuestos, que son los más sociales de nuestra democracia y que han de servir para relanzar la economía y estabilizar al país, no hayan sido votados de manera afirmativa por el primer partido de la oposición, el Partido Popular. Una vez más los populares se han equivocado, ha pesado más para ellos con quién votaban que qué votaban.

Las formaciones que han dado soporte a las cuentas para 2021 conforman un grupo de las más diversas filosofías políticas. Empezando por los dos partidos que dan soporte al Gobierno de coalición, unas organizaciones pequeñas de derecha moderada, pasando por los nacionalismos pragmáticos, hasta la izquierda más radical, sin olvidar los independentistas de diversa gradación.  

De todo este conglomerado multipartidista, destacan dos formaciones que, por su ideología, trayectoria e, incluso, estigmatización, merecen algún comentario diferenciado. Me estoy refiriendo a Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y Euskal Herria Bildu (EH BILDU)

No me extenderé en exceso sobre los recelos que me genera ERC. Los que vivimos en Cataluña conocemos la manera de gobernar que tienen los republicanos, y si alguien aún tiene dudas que se vaya a la hemeroteca y refresque la memoria con las deslealtades y el filibusterismo político que llevaron a cabo en los tripartitos de izquierdas, primero con Maragall y después con Montilla.

No obstante, en la política como en la vida, no hay nada absolutamente bueno ni absolutamente malo y si este acuerdo sirve, como paso previo, para acercar posiciones y rebajar el clima de tensión que se vive en Cataluña, bien venido sea. De todas formas, no le quiero echar agua al vino, pero los republicanos catalanes no dejarán de presionar al Gobierno central, cuando no sea por una cosa será otra, lo estamos viendo con la libertad de los políticos presos. Por eso, no nos debería extrañar que en cualquier momento decidan poner fin a la colaboración. Baste recordar aquí su no, a la tramitación de los anteriores presupuestos.

Lo de EH Bildu es distinto. En muy poco tiempo los abertzales han hecho un curso acelerado de cómo negociar con el Gobierno central. El primer ensayo fue la derogación de la reforma laboral que fue abortado en pocas horas por Nadia Calviño, pero han aprendido a hacer enmiendas que aportan al País vasco y, de paso, le plantan cara al PNV.

Otra cosa es la repulsión que a algunos nos genera su líder Arnaldo Otegi. Cada vez que oigo hablar a Otegi se me revuelve el estómago, y supongo que como yo millones de ciudadanos que seguimos esperando una disculpa, una autocrítica, algo, por las atrocidades cometidas por ETA, cuando él tenía altas responsabilidades en la dirección de la banda. Pero es que encima tiene la desfachatez de hablar del “terrorismo de Estado”. Hay que joderse (disculpen ustedes el exabrupto). Por eso, como dijo días atrás el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, “sería deseable que el coordinador general de EH Bildu abandonase la política. De esa forma se desvincularía a la formación abertzale de la banda terrorista ETA.

Esto es lo que hay. Pero un acuerdo del alcance de los PGE hubiera sido deseable que se llevara a cabo, también, con fuerzas políticas de ámbito estatal porque se supone que han de tener un concepto integral del Estado, aunque a veces parezca todo lo contrario. Mientras que pactar con nacionalistas y/o independentistas dé la sensación que sea hacerlo con alguien que ni tiene estima por el “Estado español”, como dicen ellos, ni les preocupa lo más mínimo lo que pueda suceder en un ámbito territorial que no sea el suyo.

De todos modos, tampoco hay que sacar las cosas de quicio y este acuerdo, aunque importante, no deja de ser coyuntural, y ni se va a quebrar la legalidad ni se va a romper España. Pero, eso sí, los profetas de la catástrofe van a encontrar argumentos de sobras para anunciar la apocalipsis. De hecho, ya hemos tenido alguna demostración en los discursos y declaraciones en el día de la Constitución.

Con el tiempo veremos si se han sentado las bases para una nueva mayoría o estamos ante un acuerdo puntual. De momento, con los Presupuestos aprobados la derecha y la ultraderecha ya se pueden ir preparando para una larga travesía del desierto porque este Gobierno, lejos de ser arrasado por la pandemia, es muy posible que pueda acabar la legislatura con relativa tranquilidad. Quizás por eso, como les dijo la portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra: “Abandonen toda esperanza. Hay Gobierno para muchos años”.

Aunque no soy creyente, ojalá que Dios la oiga.

 

  

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 08/12/20

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