18 de novembre 2020

EL ROL DE LA SOCIALDEMOCRACIA


 La pandemia generada por la Covid 19 ha hecho evidente la fragilidad de los sistemas sanitarios y de protección social en todo el mundo. Todos los países, sin excepción, se han visto desbordados por un virus de origen desconocido, pero, de forma especialmente descarnada, occidente. Quizás porque aquí pensábamos que vivíamos en un estadio superior. Craso error.

Por eso, que en pleno siglo XXI con todos los avances científicos y tecnológicos que tenemos a nuestra disposición, un germen nos haya puesto contra las cuerdas de la forma que lo ha hecho este, delata la debilidad de nuestras coberturas. Esta situación nos debería hacer reflexionar sobre la endeblez de nuestra organización, primero y conjurarnos, después, para que cosas así no vuelvan a suceder jamás.

Antes de que la pandemia llamara a la puerta, estábamos intentado acabar de salir de la crisis de 2007. Una crisis que nos había dejado un capitalismo mucho más desregulado, una ideología hegemónica que entiende que hay que mimar a los que más tienen porque son los que crean empleo y una aceptación acrítica que perpetúa las diferencias de partida. Además, también, nos ha dejado un debilitamiento sistemático de la educación y la sanidad, jaleado a menudo por los medios de comunicación públicos que, con sospechosa frecuencia,  se pronuncian a favor de lo privado, a la vez que niegan el conflicto social existente y apuestan por la desmovilización política de la sociedad.

La socialdemocracia, por lo general, siempre ha intentado adaptarse a los tiempos. Pero es verdad que, en ocasiones, las adaptaciones no han sido demasiado afortunadas.  Baste recordar, como ejemplo, la tercera vía de Toni Blair y su escudero Anthony Giddens; que fue, en muchos aspectos, la negación de algunas de las esencias del socialismo.  Sin embargo, ahora, con el paisaje de catástrofe bíblica que nos está dejando la pandemia, la socialdemocracia, si se saben conjugar los diversos factores que están sobre la mesa, tiene un rol muy potente a desarrollar.

Para empezar, el proyecto socialdemócrata, debe dotar al sistema sanitario de los medios humanos, técnicos y económicos suficientes para que sea el epicentro de una red de protección social que dé certeza de seguridad a la ciudadanía ante situaciones sobrevenidas. Hay que repensar los sistemas de redistribución de rentas. No se puede tolerar que la brecha entre ricos y pobres se vaya agrandando de forma continuada. Para paliar esa anomalía hay que entender que la formación y la cultura, entre otras, también pueden ser herramientas muy importantes a utilizar en la política distributiva y, por lo tanto, habrá que trabajar en esa dirección.

Estos días se va a poner en marcha la mesa de diálogo social para abordar la reforma laboral. En ese contexto, el Gobierno de coalición tiene un largo camino por recorrer. Por eso, haría bien, para empezar, en poner sobre la mesa la redefinición de los derechos laborales, teniendo en cuenta el nuevo marco productivo que viene dado por las nuevas tecnologías. Se debería estudiar una reestructuración de la FP para facilitar a los jóvenes la incorporación al mercado laboral. Y no se debería descartar, de entrada, hablar del contrato único u otra fórmula que reduzca la dualidad contractual (indefinido-temporal) que lastra nuestro mercado laboral.

Los fondos de reconstrucción europeos van a suponer un balón de oxígeno inmejorable para poner en marcha la transformación digital y la transición ecológica. Pero, con ser necesarios, no serán suficientes porque el dinero no cae del cielo y las políticas públicas no son gratis. Por lo tanto, será necesario un sistema fiscal que además de ser progresivo genere los suficientes recursos. Y eso, está en las antípodas de los planteamientos de la derecha de nuestro país que postulan la bajada de impuestos como un fin en si mismo. El sistema en su conjunto precisa una revisión en profundidad porque varias de las figuras existentes deben ser modificadas, ya sea en la definición de la base imponible o en las deducciones. Además, hay que considerar seriamente la creación de nuevas figuras impositivas como respuesta a la economía global y digitalizada, como ya se está empezando a hacer en algún que otro país europeo; pero con más valentía. Hay que establecer mecanismos que graven las transacciones financieras que sean meramente especulativas; de esa forma, se podrá avanzar hacia una economía más verde. Y, desde luego, lo que no puede esperar más es la mejora de la gestión tributaria, la lucha contra el fraude y la economía sumergida; lamentablemente en España estamos muy lejos de cumplir los requisitos mínimos de eficacia y respeto con el Estado de derecho.

El proyecto socialdemócrata ha de embridar al mundo de la economía y las finanzas para que estén supeditadas a la política y no al revés, como viene ocurriendo hasta la fecha. Ese renovado proyecto socialdemócrata debe ser, sobre todo, una alternativa realista, más justa e integradora de lo que hemos tenido hasta ahora. Se ha de generar ilusión y credibilidad para reenganchar a las clases medias y populares a la política, cosa que, sin ningún género de dudas, será lo más difícil.

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 17/11/20

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