Nos ha tocado vivir tiempos
difíciles y una situación sociopolítica muy compleja. Nubarrones de todo tipo
oscurecen el futuro y las previsiones que se hacen no son nada halagüeñas. Eso
hace que estamos inquietos por la falta de Gobierno y nerviosos por el
desgobierno en Cataluña. A la vez, nos preocupa el cambio climático y el
negacionismo de algunos descerebrados como Donald Trump o Jair Bolsonaro.
También nos inquieta la sostenibilidad del sistema público de pensiones y nos
producen desasosiego las listas de espera en la sanidad, el deterioro en la
educación y… un montón de cosas más.
Pero, por encima de todo eso,
hemos de llegar a final de mes, hacer que la familia funcione mientras
atendemos a todas nuestras responsabilidades como, por ejemplo, pagar la
hipoteca, sin olvidarnos de las matrículas de los chavales para que hagan Formación
Profesional o vayan a la Universidad. Asimismo, y si nuestra economía lo
permite, tener un plan privado de jubilación para cuando llegue el momento, por
lo que pueda ser. Además, claro está, de desempeñar nuestro trabajo diario de
la mejor manera posible para no tener problemas, cumplir con nuestras obligaciones
y, si puede ser, ascender en el escalafón para estar mejor considerados y
aportar un poco más a la economía familiar.
Por todo eso, estos días de
Fiestas, que están a la vuelta de la esquina, nos reuniremos con parientes y
amigos, para juntos pasarlo lo mejor posible. Brindaremos por muchas cosas, una
de ellas, seguro que es, por un futuro mejor y, también, por nosotros, y
haremos bien, al fin y a al cabo, la familia, los nuestros, es el valor más
sólido que tenemos. Y nos lo merecemos porque nos lo ganamos a pulso cada día.
No obstante, no estaría de más
que echáramos un vistazo a nuestro alrededor y pensáramos un poco, sólo un
poco, en todos esos millones de personas que viven muy por debajo de los
estándares de la pobreza.
Digo esto porque tengo sobre
la mesa de trabajo, tengo un informe, publicado hace unas semanas titulado “Panorama
social del trabajo en el mundo 2019”, y ha sido elaborado por la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). Pues bien, claro y concreto, leerlo me ha
helado la sangre. Según se explica en el mismo, unos 700 millones de personas
trabajan y viven con menos de 3,2 dólares al día (unos 2,8 euros). De ellos,
265 millones no llegan a ganar 1,9 dólares diarios, éstos son los más parias de
la tierra, pese a tener un empleo.
Además de todo esto y como es
fácil imaginar, quien sale peor parado, son las mujeres. Los estudios
realizados en 62 países ponen de manifiesto que las trabajadoras vienen a
cobrar un 12% menos que los hombres por realizar el mismo trabajo que un
obrero. El promedio de desigualdad salarial supera el 20% en ocupaciones
directivas o de cierta responsabilidad.
Para Mathias Thorns,
secretario general adjunto de la Organización Internacional de Empleadores, “no
sólo es necesario crear empleos, sino que es necesario hacerlo en un entorno
empresarial seguro”. En su opinión hay que acabar con las trabas burocráticas
para contratar o formalizar negocios y evitar la corrupción reinante en muchos
países.
El empleo decente y productivo
debería ser el eje vertebrador para que las personas salgan de la pobreza. Sin
embargo, en el informe de la OIT se señala que “el modelo económico en que nos
hemos basado está obsoleto”. Esa situación genera puestos de trabajo
deficientes y, la consecuencia, es que no se pueda garantizar que haya un
salario aceptable para que los trabajadores lleven una vida digna.
El mencionado informe, como es
fácil suponer, es mucho más extenso y analiza y desmenuza detalles que, a mi
juicio, son de máximo interés. No obstante, me ha parecido oportuno dar tan
solo unas cuantas pinceladas sobre la cuestión y dejarla abierta para posibles
debates y/o escritos futuros.
Me doy por satisfecho si con
este sencillo escrito he conseguido agitar alguna conciencia y he generado
alguna reflexión y/o análisis sobre las situaciones de injusticia con las que
convivimos. De momento, disfruten de los días que se avecinan y de lo bueno que
nos traen. Les deseo, sinceramente, que sean razonablemente felices en estas
Fiestas de Navidad y de manera especial el año próximo.
Bernardo Fernández
Publicado en El Catalán
16/12/19
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