Dicen los que me conocen bien
que soy un optimista visceral. No lo sé, pero desde luego siempre prefiero ver
la botella medio llena antes que medio vacía. Tampoco soy partidario de echar
agua al vino. Sin embargo, aunque quiero ser positivo con el tema de la
investidura de Pedro Sánchez, mucho me temo que, por muy bien que vayan las negociaciones,
éstas se pueden alargar y, hasta bien entrado el mes de enero, no tendremos
presidente de Gobierno a todos los efectos.
ERC ha conseguido controlar la
agenda política y eso no es una buena noticia porque sus intereses, en estos
momentos, no coinciden con los de la mayoría. Además, el calendario es
diabólico. Para empezar, los pseudorepublicanos necesitan tiempo para convencer
a sus bases, bastante radicalizadas, de las conveniencias de un acuerdo con los
socialistas. Ahí jugará un papel fundamental su Congreso Nacional que han de
celebrar los próximos días 20, 21 y 22 de este mes de diciembre. No me
extrañaría que los dirigentes de ERC busquen obtener en el cónclave algún
mandato abierto para poder maniobrar a sus anchas sin que después la
organización se lo pueda echar en cara.
De todas maneras, antes de
llegar a eso, en todas las agendas políticas, que tienen que ver con Cataluña,
está marcado en rojo el 19 de diciembre. Ese día el Tribunal de Justicia de la
UE se ha de pronunciar sobre la inmunidad o no de Oriol Junqueras como
europarlamentario. Un fallo que por extensión afectará a la situación jurídica
y política de Carles Puigdemont y Toni Comín. Según lo que diga ese dictamen,
el hoy expresident prófugo podría volver a presentar su candidatura para intentar
dirigir de nuevo la Generalitat. Y, si eso sucediera, nadie duda que el tablero
político cambiaría de manera radical y las prioridades serían otras.
Lo más plausible es que
entonces, Quim Torra convoque elecciones porque en JxCat saben que su tabla de
salvación es Puigdemont. Tan solo con él al frente tienen posibilidades de seguir
presidiendo el Govern. Por eso, los neoconvergentes y sus satélites apuraran
hasta el último suspiro y jugaran esa carta mientras tengan la más remota
posibilidad de que se haga realidad.
En ese supuesto, es probable
que ERC rompa la baraja de la negociación por la investidura porque, con unas
elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina, su objetivo sería batir de
una vez por todas a JxCat y, convertirse así, en el partido hegemónico de
Cataluña, auténtico objetivo por el que siempre han trabajado los
pseudorepublicanos. Lo otro: el derecho a decidir, la autodeterminación o la
independencia, en realidad son etapas de una carrera por el poder que tiene su
meta en la Plaça Sant Jaume o más concretamente en el Palau de la Generalitat.
Por lo tanto, de darse esa
situación, estaríamos ante una lucha sin cuartel entre las dos fuerzas
independentistas que llevan años enfrascados en una lucha fratricida. En esas
circunstancias, que una de las dos organizaciones estuviera negociando para
investir al presidente del Gobierno de España o estuviera a punto de hacerlo,
casaría muy mal con los maximalismos secesionistas que se alimentan en las
campañas electorales independentistas para azuzar las bajas pasiones.
Estamos, pues, ante unas
fechas que serán claves para desbloquear la situación política en la que llevamos
atascados muchos meses o embarrancarnos aún más. Entonces, si eso último
sucede, vamos de cabeza a unas nuevas elecciones que nadie quiere, salvo la
derecha que las está deseando.
Sea como sea, no depende de
nosotros, así que lo mejor será que nos lo tomemos con mucha calma, bastante
filosofía y si es posible algo de humor. Al fin y al cabo, de otra manera,
tampoco vamos a conseguir nada.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
11/12/19
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