04 de desembre 2019

ENTRE LO MALO Y LO PEOR


Tenía previsto escribir un artículo sobre la conveniencia o no de reformar la Constitución, ahora que se cumplen cuarenta y un años desde que se aprobó. De esa forma, cumplía con mi compromiso de entrega semanal a e notíices, Sin embargo, he cambiado de opinión al leer determinadas declaraciones, manifestaciones y/o artículos que me han ocasionado desasosiego y cierto malestar.
De hecho, tanto Pablo Casado como Albert Rivera, ya empezaron, después de las elecciones del pasado 28 de abril, a advertirnos de la “inmensa catástrofe” que sería un Gobierno de coalición del PSOE con los comunistas de Unidas Podemos para España; pero si además recibía los apoyos de Bildu y/o ERC (cosa imprescindible por cuestiones de pura aritmética parlamentaria, ante la negativa de la derecha a facilitar la investidura,) todas las maldiciones bíblicas caerían sobre nosotros. Pero, para bien o para mal, aquella propuesta no tiró adelante y, como consecuencia de ese pacto “interruptus”, no nos quedó otra que, en el mes de noviembre pasado, volver a ir a votar.
Ahora parece que hay posibilidades reales de que ese Gobierno de coalición cuaje. Aunque, eso sí, para que salga adelante se necesita que hasta una quincena de diputados de lo más variopinto den su apoyo y que los seudorepublicanos catalanes se abstengan para hacer posible que Pedro Sánchez sea investido. Y ese es el quid de la cuestión.
Días atrás eran los chicos de Vox, tan perspicaces ellos, los que decían que “Pedro Sánchez quiere reformar la Constitución para destruir España con sus cómplices separatistas”. Poco después, Luís Garicano, eurodiputado de Ciudadanos, ─ese partido, que ya es irrelevante y va camino de la desaparición─, pronosticaba que “un Gobierno con Podemos y el apoyo de ERC era el fin de España”, alineándose así, con ese gran hombre tan amante del progreso y de los avances de la humanidad que es el integrista Antonio Cañizares, en la actualidad arzobispo de Valencia y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española que en una carta titulada “¡Alerta!”, ¡Alerta!”, dice que ve a España “en peligro y grave emergencia”. Hasta ahí, ninguna novedad, nada que no supiéramos ya.
Sin embargo, lo que me ha inquietado ha sido un manifiesto que han suscrito una cincuentena de parlamentarios de las Cortes constituyentes en el que piden a los partidos de ámbito estatal que lleguen a un acuerdo por la unidad de España y un Gobierno que no dependa del independentismo.
Vamos a ver: siento un gran respeto por todas aquellas personas que en un momento determinado dieron un paso al frente e hicieron posible que el tránsito de la dictadura a la democracia fuera en muchos aspectos modélico. Confieso que, por alguno de esos personajes, incluso siento admiración. No obstante, cuando leo algunas declaraciones se me pone, como diría el Holandés Volador, “la gallina de piel”. Aquellos constitucionalistas de ayer hoy son viejas glorias que se asemejan mucho a esas reliquias que todos respetan, pero nadie sabe dónde poner y, en unas circunstancias como las actuales, creo que harían bien quedándose en un discretos segundo o tercer plano y dejaran hacer a los que hoy tienen esa responsabilidad, porque a ellos ya se les pasó su ocasión.
No negaré la complejidad del momento, pero como ha dicho el ya exministro de Exteriores Josep Borrell, y uno de los cerebros mejor amueblados de la política española, la “situación es anómala”. Ciertamente la situación es anómala. Por lo tanto, puede gustar o no, pero la realidad es la que es, y si el PP se niega a facilitar la investidura, sólo quedan dos opciones: o se busca la abstención de ERC, y eso significa sentarse y negociar o vamos a unas nuevas elecciones. Como diría un castizo, no hay más cera que la que arde
Además, parece que por fin se va encendiendo alguna luz en el universo indepe. El exdiputado de Esquerra Joan Tardà decía: “Lo importante es investir a Pedro Sánchez para seguir negociando”.
Desde luego, la situación está cogida con alfileres y en cualquier momento se puede ir todo al garate, A veces en política, como en la vida, hay que tomar decisiones y se debe escoger entre lo malo y lo peor y eso es lo que le corresponde hacer a hora a Pedro Sánchez. De todos modos, deberíamos ser razonablemente optimistas y darle una oportunidad al sentido común.

Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 04/12/19

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