Tenía previsto escribir un
artículo sobre la conveniencia o no de reformar la Constitución, ahora que se
cumplen cuarenta y un años desde que se aprobó. De esa forma, cumplía con mi
compromiso de entrega semanal a e notíices, Sin embargo, he cambiado de opinión
al leer determinadas declaraciones, manifestaciones y/o artículos que me han
ocasionado desasosiego y cierto malestar.
De hecho, tanto Pablo Casado
como Albert Rivera, ya empezaron, después de las elecciones del pasado 28 de
abril, a advertirnos de la “inmensa catástrofe” que sería un Gobierno de
coalición del PSOE con los comunistas de Unidas Podemos para España; pero si
además recibía los apoyos de Bildu y/o ERC (cosa imprescindible por cuestiones
de pura aritmética parlamentaria, ante la negativa de la derecha a facilitar la
investidura,) todas las maldiciones bíblicas caerían sobre nosotros. Pero, para
bien o para mal, aquella propuesta no tiró adelante y, como consecuencia de ese
pacto “interruptus”, no nos quedó otra que, en el mes de noviembre pasado,
volver a ir a votar.
Ahora parece que hay
posibilidades reales de que ese Gobierno de coalición cuaje. Aunque, eso sí,
para que salga adelante se necesita que hasta una quincena de diputados de lo
más variopinto den su apoyo y que los seudorepublicanos catalanes se abstengan
para hacer posible que Pedro Sánchez sea investido. Y ese es el quid de la
cuestión.
Días atrás eran los chicos de
Vox, tan perspicaces ellos, los que decían que “Pedro Sánchez quiere reformar
la Constitución para destruir España con sus cómplices separatistas”. Poco
después, Luís Garicano, eurodiputado de Ciudadanos, ─ese partido, que ya es
irrelevante y va camino de la desaparición─, pronosticaba que “un Gobierno con
Podemos y el apoyo de ERC era el fin de España”, alineándose así, con ese gran
hombre tan amante del progreso y de los avances de la humanidad que es el
integrista Antonio Cañizares, en la actualidad arzobispo de Valencia y
vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española que en una carta titulada
“¡Alerta!”, ¡Alerta!”, dice que ve a España “en peligro y grave emergencia”. Hasta
ahí, ninguna novedad, nada que no supiéramos ya.
Sin embargo, lo que me ha
inquietado ha sido un manifiesto que han suscrito una cincuentena de
parlamentarios de las Cortes constituyentes en el que piden a los partidos de
ámbito estatal que lleguen a un acuerdo por la unidad de España y un Gobierno
que no dependa del independentismo.
Vamos a ver: siento un gran
respeto por todas aquellas personas que en un momento determinado dieron un
paso al frente e hicieron posible que el tránsito de la dictadura a la
democracia fuera en muchos aspectos modélico. Confieso que, por alguno de esos
personajes, incluso siento admiración. No obstante, cuando leo algunas
declaraciones se me pone, como diría el Holandés Volador, “la gallina de piel”.
Aquellos constitucionalistas de ayer hoy son viejas glorias que se asemejan
mucho a esas reliquias que todos respetan, pero nadie sabe dónde poner y, en
unas circunstancias como las actuales, creo que harían bien quedándose en un
discretos segundo o tercer plano y dejaran hacer a los que hoy tienen esa
responsabilidad, porque a ellos ya se les pasó su ocasión.
No negaré la complejidad del
momento, pero como ha dicho el ya exministro de Exteriores Josep Borrell, y uno
de los cerebros mejor amueblados de la política española, la “situación es
anómala”. Ciertamente la situación es anómala. Por lo tanto, puede gustar o no,
pero la realidad es la que es, y si el PP se niega a facilitar la investidura,
sólo quedan dos opciones: o se busca la abstención de ERC, y eso significa
sentarse y negociar o vamos a unas nuevas elecciones. Como diría un castizo, no
hay más cera que la que arde
Además, parece que por fin se
va encendiendo alguna luz en el universo indepe. El exdiputado de Esquerra Joan
Tardà decía: “Lo importante es investir a Pedro Sánchez para seguir
negociando”.
Desde luego, la situación está
cogida con alfileres y en cualquier momento se puede ir todo al garate, A veces
en política, como en la vida, hay que tomar decisiones y se debe escoger entre
lo malo y lo peor y eso es lo que le corresponde hacer a hora a Pedro Sánchez.
De todos modos, deberíamos ser razonablemente optimistas y darle una
oportunidad al sentido común.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
04/12/19
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