Cuentan los libros de historia
que, en el siglo VIII, tuvo lugar la batalla de Covadonga. El noble Pelayo, al
mando de un puñado de hombres derrotó a una patrulla musulmana en las montañas
del norte de Iberia y estableció el reino cristiano independiente de Asturias.
De esa forma, se inició la Reconquista que acabaría casi ochocientos años
después con la toma de Granada.
Ahora, en pleno siglo XXI, un
partido político llamado Vox ha decidido, empezando por el sur, llevar acabo su
particular reconquista de la España roja, plurinacional y bastarda para
reimplantar la España como “unidad de destino en lo universal”.
De hecho, esa organización
hace años que existe como tal. No son pocos los militantes que provienen del PP
e incluso de otros grupos más a la derecha. El propio Santiago Abascal, su
líder, trabajó para Esperanza Aguirre y se forjó ideológicamente en FAES
Pero cuando el foco mediático se
puso en ellos fue en las elecciones de Andalucía del pasado 2 de diciembre. Entonces,
obtuvieron 12 escaños y acabaron siendo determinantes para que PP y Ciudadanos
formaran gobierno.
Hasta aquí, todo sería, más o
menos, normal y se podría entender dentro de la dinámica de la política actual.
Lo que ocurre es que, si uno le echa un vistazo a su programa político o a las
declaraciones de sus líderes, la cosa cambia.
Para muestra un botón:
1. Suspensión de la autonomía
catalana hasta la derrota sin paliativos del golpismo y la depuración de
responsabilidades civiles y penales. 2. Ilegalización de los partidos,
asociaciones u ONGs que persigan la destrucción de la unidad territorial de la
Nación y de su soberanía.
Leer estos dos primeros puntos
de su programa electoral es más que suficiente para que cualquier persona
sensata se le ponga la piel de gallina. Al fin y al cabo, sólo hay noventa y
ocho puntos más en su catecismo del mismo calibre. Por lo tanto, no hace falta
entrar en otras bagatelas como sus ideas sobre las políticas de género, el
aborto, el uso de armas, la Ley de Memoria Histórica o la islamofobia que no
disimulan. Todo minucias. Cosas sin mayor importancia.
De todas formas, no deberíamos
exaltarnos más de lo estrictamente necesario con todas estas cuestiones. Si
echamos la vista atrás nuestra historia electoral está salpicada de
estrambotes. ¿Quién no recuerda a Gil y Gil o a Ruiz Mateos? Sin embargo, aquí
el problema es otro.
Para empezar, esta gente tiene
un sedimento ideológico que no tenían los antes citados. Además, Vox nace en un
contexto donde la extrema derecha está creciendo a pasos agigantados en toda
Europa. Por si todo es fuera poco, un personaje tan siniestro como Steve
Bannon, exasesor estratégico de Donald Trump y de otros demócratas convencidos
como Jai Bolsonaro o Mateos Salvini se ha asentado en Roma para diseñar el
esquema político en las próximas elecciones europeas de mayo y pretende que los
de Santiago Abascal sean una pieza clave en ese tablero.
De hecho, Bannon, tiene
contactos más o menos regulares con los dirigentes de Vox desde 2107. En
opinión de ese populista ultraliberal, individuos como Salvini, los ya citados
Trump y Bolsonaro, Orban e incluso Le Pen son los políticos que han dirigir el
mundo en los próximos años.
ES evidente, que se está configurando una
nueva derecha, no sólo en Europa, también en EE UU y en América Latina. Es
una derecha extrema que, aunque intenta transmitir una imagen amable, no puede disimular
los ramalazos autoritarios que lleva en su ADN. Además, demuestra una tremenda
capacidad de adaptación al lugar en que se presenta y eso la hace atractiva.
Vox supo encontrar en Andalucía la
rendija que le permitió saltar a la primera línea política. La derecha clásica está cometiendo el grave
error de no cerrarles el paso y le da cancha a cambio de un puñado de votos.
Eso les ha permitido arrebata el gobierno andaluz a los socialistas y llegar al
palacio de Sam Telmo.
La idea del PP y Ciudadanos es repetir
la jugada, sí la aritmética lo permite, tras el 28-A. Sí eso llega a ocurrir,
Vox no tardará ochocientos años en llevar a cabo su reconquista. En cuatro días
nos devuelven a la España en blanco y negro. Y a poco que nos despistemos
vuelven a mandar gente al paredón.
Créanme que no exagero.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies 29/03/19
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