Existe una técnica, denominada en el argot de la narrativa, juego de espejos, que consiste en hacer que realidad y percepción no coincidan, logrando así el divorcio entre ambas. Algunos narradores, utilizando esta técnica y otras similares, son auténticos especialistas en hacer creíbles las peripecias más inverosímiles. Que procedimientos de ese tipo se utilicen en el mundo de la ficción está plenamente justificado. Pero que esos métodos se reproduzcan de forma casi mimética en el ámbito de la política y la comunicación es, cuando menos, cuestionable.
Determinados políticos, supuestos intelectuales y opinadores, reconvertidos en líderes de opinión, pretenden inculcarnos lo que para ellos es verdad y es importante, sin reparar en si, de verdad, lo que ellos sostienen desde sus pulpitos privilegiados –generalmente en medios de comunicación públicos y afines-, es, ciertamente, aquello que ocupa y preocupa a la ciudadanía. Aunque no lo parezca, en Cataluña, hay vida política y social más allá de la vía soberanista y de la ya manida consulta sobre el derecho a decidir. Me atrevo a afirmar que no es eso lo que desvela a los ciudadanos de a pie. Da la sensación que para los voceros oficiales no hay más tema que el “tema”.
Días atrás el Govern presentó en el Parlament los presupuesto para 2014 en los que se prevé recortar un montante de 2.500 millones de euros, lo que equivale a seguir desballestando lo poco que queda del Estado del bienestar. Unos presupuestos donde el gasto en políticas sociales es idéntico al de 2004. Unos presupuestos en los que se quieren ingresar más de 2.000 millones de euros mediante la venta de patrimonio, pero no se explica que se va a vender.
Pues bien, esto de los presupuestos parece peccata minuta y está pasando prácticamente inadvertido en los medios públicos. Sin embargo, accediendo a ellos uno queda informado hasta la saciedad de cuando piensa la vicepresidenta del Gobierno que se podrá hacer la consulta. Del rechazo que se produce en ERC. De como sale después el portavoz del Gobierno a templar gaitas, etcétera.
Todo esto genera enormes divergencias entre lo que opinan las supuestas clases dirigentes y la sociedad que deberían representar. Es decir, el juego de espejos trasladado a la política y a la comunicación. O como decía un viejo líder político: “no es lo mismo la opinión publica que la publicada”.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 13/11/13
17 de novembre 2013
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