Durante más de dos años el precio del petróleo ha pasado prácticamente desapercibido. Ahora vuelve a estar en el centro del escenario económico. El barril de brend, el crudo de referencia para dos tercios de las transacciones mundiales, ha superado los 100 dólares, un nivel de precios inédito desde hace más veinticinco meses. Todas las alarmas se han encendido puesto que las economías desarrolladas están luchando contra la recesión y un aumento sostenido en los costes energéticos, con todo lo que esto lleva aparejado, podría ser el golpe de gracia definitivo para muchos países occidentales.
Ese aumento de precios viene motivado tanto, por las recientes crisis del Norte de África, como por un considerable incremento de la demanda mundial. No obstante, en nuestras latitudes el consumo permanece estable desde 2006. En consecuencia son las economías emergentes las que están incrementando su utilización. En especial China que está haciendo acopio de materias primeras. Según estimaciones de la consultora Word Mackenzie en el tercer trimestre de 2010 se alcanzó el record de 88,3 millones de barriles diarios y la media anual estuvo en torno a los 86,7 millones de barriles al día. Estas cifras indican que la demanda ha crecido a niveles similares a los de 2007, antes de la llegada de la crisis. Todos los analistas coinciden en vaticinar que el consumo de petróleo en 2011 seguirá creciendo y se situará muy próximo a los 88 millones de barriles día.
Con estos datos sobre la mesa, no pocos expertos coinciden en señalar que el barril brend por encima de los 100 dólares es insostenible y compromete seriamente la recuperación económica de los países desarrollados. Esos mismos expertos sostienen que, a día de hoy, la siguiente crisis global ya se está incubando. Tendrá su epicentro en el precio del petróleo y repercutirá en el de los productos básicos, puesto que los mercados de materias primas están siendo sometidos a una espiral especulativa que irá “in crescendo” a medida que las economías occidentales se vayan recuperando y muestren mayor vitalidad, ya que poco a poco el optimismo volverá a instalarse en los mercados de capital y de productos básicos.
No cabe duda de que la energía sigue siendo el talón de Aquiles de occidente. Somos prisioneros de la OPEP, y ahí los gobiernos no pueden hacer nada. Pero si se pueden y deben controlar los mercados interiores y de forma muy especial las distribuidoras de carburantes, que si suben los precios atendiendo las cotizaciones internacionales de las gasolinas, los deberían bajar cuando se abarate el petróleo. Ante esta situación o nos afanamos en poner en marcha alternativas reales que hagan disminuir nuestra dependencia o nuestra economía y nuestro progreso siempre estarán en manos de terceros. Y eso es una mala cosa.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 09/02/2011
Ese aumento de precios viene motivado tanto, por las recientes crisis del Norte de África, como por un considerable incremento de la demanda mundial. No obstante, en nuestras latitudes el consumo permanece estable desde 2006. En consecuencia son las economías emergentes las que están incrementando su utilización. En especial China que está haciendo acopio de materias primeras. Según estimaciones de la consultora Word Mackenzie en el tercer trimestre de 2010 se alcanzó el record de 88,3 millones de barriles diarios y la media anual estuvo en torno a los 86,7 millones de barriles al día. Estas cifras indican que la demanda ha crecido a niveles similares a los de 2007, antes de la llegada de la crisis. Todos los analistas coinciden en vaticinar que el consumo de petróleo en 2011 seguirá creciendo y se situará muy próximo a los 88 millones de barriles día.
Con estos datos sobre la mesa, no pocos expertos coinciden en señalar que el barril brend por encima de los 100 dólares es insostenible y compromete seriamente la recuperación económica de los países desarrollados. Esos mismos expertos sostienen que, a día de hoy, la siguiente crisis global ya se está incubando. Tendrá su epicentro en el precio del petróleo y repercutirá en el de los productos básicos, puesto que los mercados de materias primas están siendo sometidos a una espiral especulativa que irá “in crescendo” a medida que las economías occidentales se vayan recuperando y muestren mayor vitalidad, ya que poco a poco el optimismo volverá a instalarse en los mercados de capital y de productos básicos.
No cabe duda de que la energía sigue siendo el talón de Aquiles de occidente. Somos prisioneros de la OPEP, y ahí los gobiernos no pueden hacer nada. Pero si se pueden y deben controlar los mercados interiores y de forma muy especial las distribuidoras de carburantes, que si suben los precios atendiendo las cotizaciones internacionales de las gasolinas, los deberían bajar cuando se abarate el petróleo. Ante esta situación o nos afanamos en poner en marcha alternativas reales que hagan disminuir nuestra dependencia o nuestra economía y nuestro progreso siempre estarán en manos de terceros. Y eso es una mala cosa.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 09/02/2011
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