14 d’abril 2009

ENERGÍA NUCLEAR


Durante bastante tiempo la energía nuclear ha estado demonizada en gran parte del mundo occidental. En el año 1983 el Gobierno de España, entonces presidido por Felipe González, promulgó una moratoria prohibiendo la implantación y explotación de nuevas centrales nucleares en nuestro país. Para resarcir a los inversores, de aquella decisión política, se introdujo en el recibo de la electricidad un canon que durante 25 años hemos pagado todos los ciudadanos.
Ni entonces ni ahora los países de la UE eran, ni son, autosuficientes en materia energética. En consecuencia, éstos se ven obligados a recurrir a terceros para abastecer sus mercados. Hace pocos meses el barril de petróleo rozó los 150 dólares. Nada nos garantiza que mañana ese mismo barril no se vuelva a disparar. Es evidente que en tales circunstancias las economías occidentales en general y las europeas en particular, debido a su fuerte dependencia, no pueden gozar de estabilidad. Recordemos, a modo de ejemplo, lo que sucedió, este último invierno, cuando estalló el conflicto del gas entre Ucrania y Rusia, media Europa se constipó.
Los expertos opinan que ante el crecimiento sostenido de consumo de energía que se está produciendo y el que se espera en los próximos años las energías alternativas no son la solución. Alemania es el país líder en instalaciones de energía solar, tanto térmica como fotovoltaica. Pues bien, el año pasado esas instalaciones produjeron el 0,5% de la electricidad consumida en ese país. Algo similar podríamos decir de la energía eólica, aunque justo es reconocer que la explotación de este tipo de generación de energía está mucho más desarrollado en países como Noruega u Holanda. Por otra parte, los biocombustibles, además de contaminar de forma muy similar a como lo hacen los derivados del petróleo, se producen en tierras fértiles. Si tenemos en cuenta que mil millones de personas pasan hambre en nuestro planeta, tendremos claro cual ha de ser la prioridad a la hora de explotar esas tierras.
Es cierto que la implantación de la energía nuclear es cara, peligrosa y sus residuos altamente contaminantes. Ahora bien, en contra partida es una forma “limpia” y sostenible de producir electricidad, que a la larga sale razonablemente barata y, sobre todo, evita las dependencias de terceros, no genera gases de efecto invernadero y permite cumplir con buena parte de los compromisos de Kioto.
Tal vez en el contexto de los años ochenta aquella moratoria tenía su razón de ser. Hoy estamos a las puertas de una nueva época. Ha llegado el momento de abandonar el autismo energético y plantar cara al problema con realismo. Los combustibles a partir de residuos fósiles están llegando a su fin, las energías alternativas son insuficientes ¿es la hora de la energía nuclear? Hablemos.

Bernardo Fernández
Publicado en ABC 08/04/09

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