No deja de ser curioso que ahora, cuando Pasqual Maragall ha hecho público que no se volverá a presentar como candidato a la Presidencia de la Generalitat, aquellos que le denostaron y demonizaron son los que más le halagan y jalean.
Es evidente que Maragall ha sido un líder heterodoxo, no adscrito a los cánones clásicos de la izquierda tradicional. Ha tenido grandes defensores y, como no, detractores. Pero lo que no se podrá negar nunca es su perseverancia, su tenacidad y su obstinación, a veces rayando en la terquedad, para lograr un objetivo. Puedo dar fe de su carisma y capacidad de atracción, como la de pocos, en la distancia corta.
A estas alturas nadie puede negar que él ha sabido aglutinar a la gente de progreso de Cataluña para sacar adelante el Estatuto. Es verdad que este proceso, por largo y difícil, ha eclipsado la acción de gobierno. Una acción de gobierno que ha sido importante y cuantiosa, más allá de la discusión y la anécdota y que a menudo ha superado su propia categoría para convertirse en prueba de cargo. Políticas territoriales y ambientales, acuerdos estratégicos por la competitividad, pero sobre todo acciones dirigidas a las personas como la ley de barrios, el pacto por la educación o la ley de servicios sociales. Éstas han sido, entre otras, las enseñas de un gobierno de izquierdas, del Gobierno Maragall.
Pues bien, con este bagaje de sus tres últimos años y con un currículo político impresionante, este inquilino casi “permanente” de la Plaza San Jaime de Barcelona, en un gesto que le honra dice que se va, que es el momento de dejar paso a otros, a otros equipos y a otra generación. Habrá que admitir que pocos políticos han sabido dar ese paso y, cuando lo han hecho, generalmente ha sido tarde y mal. Pasqual no, Pasqual lo ha hecho en el momento oportuno para su partido y sobre todo para el país, que al final es lo que importa.
Así las cosas, al PSC se le plantea un reto de extraordinaria importancia: primero, escoger un candidato que sea el nuevo Presidente de la Generalitat. Y, después, que éste sea la persona que encabece el gobierno que tiene que poner en marcha el nuevo Estatuto. El Estatuto de las personas. Esa persona, sin duda, es José Montilla, que ha sido propuesto por la Comisión Ejecutiva del partido y ahora tendrá que ser ratificado conforme indican los estatutos y reglamentos que al respecto tiene la organización para estos casos. Ahora, cuando se ha acabado con los temas identitarios y con las cuestiones de reconocimiento nacional, es el momento de hacer políticas para la gente, políticas mediante las cuales los ciudadanos alcancen mayores cuotas de calidad de vida. Si no es así, ese nuevo Estatuto que tanto nos ha costado no habrá servido para casi nada.
Por todo eso desde el socialismo catalán hay que poner de manifiesto, ahora más que nunca, que el catalanismo es transversal y que proponer a un andaluz de origen a la más alta magistratura de país es un símbolo de normalidad democrática
Este estatuto abre una etapa nueva en Cataluña, pero también en España. En los próximos años habrá que desarrollarlo y aplicarlo. Ciertamente esa será una tarea compleja y para ello se necesita un gobierno con una mayoría parlamentaria sólida y que a la vez tenga la fortaleza que otorgan, primero las urnas, y luego el rigor en la acción, y eso sin duda está en el caché de Montilla.
Por eso, hay que obtener una mayoría suficiente para poder gobernar con sosiego y tranquilidad. Éste sería el mejor modo de coronar un relevo tranquilo y, sobre todo, sería también lo mejor para Cataluña.
Bernardo Fernández
Diputado por el PSC
al Parlament de Cataluña
ABC 3 de julio de 2006
12 de juliol 2006
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