29 d’octubre 2025

TERRITORIOS A CAMBIO DE PAZ


 

Donald Trump no se besa porque no se llega, pero se gusta mucho.  El presidente estadounidense está pletórico y se ve estupendo, después de lograr un frágil alto el fuego en Gaza. Ese acuerdo de mínimos le ha hecho subir la autoestima y se cree capaz de todo. Una de las primeras cosas que anunció, cuando regresó a la Casa Blanca, el pasado mes de enero, fue que acabaría con la guerra de Ucrania en unas semanas. Sin embargo, la realidad es que, diez meses después, el conflicto está lejos de concluir.

Trump está convencido de poder aplicar con Putin la misma receta que le ha funcionado con Netanyahu para parar el genocidio gazatí. Craso error porque las condiciones de uno y otro son diametralmente diferentes.

Veamos: para empezar Vladimir Putin no depende en nada de EE UU, mientras que Benjamín Netanyahu tiene una dependencia directa de Washington en cuestiones tan decisivas como el armamento, la diplomacia o la financiación, Putin no depende de los lobbys judíos, pero es evidente que Netanyahu, sí. Rusia ha tejido sus alianzas políticas militares y económicas con países que están fuera de la órbita de la influencia norteamericana. Es el caso, por ejemplo, de la India que está siendo severamente castigada con unos aranceles brutales, aplicados por Trump, por comprar petróleo ruso. Un petróleo que, por cierto, refinan y luego venden, incluso a países europeos. Por el contrario, Israel está cada vez más aislada internacionalmente y eso hace que dependa directamente del Tío Sam.

Con la idea de poner fin al conflicto en Ucrania, Donald Trump convocó en el Despacho Oval a Volodomir Zelenski, para sondear al presidente ucraniano, hablar con Putin y reunirse con él poco tiempo después e intentar llegar a un acuerdo que pare la guerra.

El ucranio entró en la Casa Blanca con, al menos, dos ideas claras. La primera, que Putin no quiere la paz, y la segunda, tener el armamento necesario para atacar a los rusos dónde más daño les puede hacer: la retaguardia. Para ello, nada mejor que los misiles de largo alcance Tomahawk de fabricación norteamericana.  Sin embargo, por una vez, y sin que sirva de precedente, Donald Trump se mostró sensato y descartó esa opción por lo que puede suponer de aumentar peligrosamente la escalada del conflicto.

Ante esta situación, el dictadorzuelo extremista húngaro, Víctor Orban, vio una ventana de oportunidad para ofrecer Budapest como ciudad para el encuentro. Hungría es el país más pro ruso de la UE, en la próxima primavera tiene elecciones y, de momento, las encuestas no le auguran nada bueno a Orban.

Sin embargo, desde el Kremlin no tardaron en hacer saber que no están interesados en negociar un alto el fuego en Ucrania. Por eso, tuvo que salir el jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, y, poniendo al mal tiempo buena cara, anunciar que “no hay planes” para una cumbre en Budapest en las próximas semanas.

En esta ocasión la displicencia habitual de Putin no ha sentado nada bien en la Casa Blanca y el emperador republicano no ha tardado en imponer duras sanciones al sector petrolero ruso, motor de la economía del país. Y, aunque desde el Kremlin reconocen que esa decisión será un duro golpe para sus interese económicos, también advierten que no van a variar sus planes respecto a Ucrania.

La realidad es que el líder ruso no tiene ningún interés para negociar con el presidente estadounidense. Mientras Putin controle Rusia no parece verosímil una derrota militar rusa. La resistencia ucraniana es admirable, pero todo tiene un límite y si los ucranianos aguantan es gracias al apoyo logístico de la OTAN. Pero la asimetría es tal que la diferencia en motivación no es suficiente para inclinar la balanza. Habrá ofensivas y contraofensivas con un enorme costo humano. Pero Kiev no tiene la capacidad económica ni militar de Moscú. Cuando Putin lo considere oportuno incorporará a filas a miles de hombres que, aunque no vayan al frente, asumirán otras tareas liberando tropas para el combate­.

La actitud esquiva de Putin para negociar, hace que, por las cancillerías europeas haya empezado a extenderse el temor de que, en algún momento, se llegue un acuerdo sobre Ucrania, sin Ucrania ni sus socios europeos. Si eso sucede, supondría un fracaso sin paliativos para Europa porque después de más de tres años de apoyo incondicional ni los ucranios ni los europeos estarían en la mesa de negociación ni como convidados de piedra.

Parece que en la reunión que Trump y Putin mantuvieron en Alaska, el pasado mes de agosto, llegaron a un principio de acuerdo para poner fin a este desgraciado conflicto y que, en esencia, sería: territorios a cambio de paz, es decir, Ucrania cedería la región del Donbás y Rusia retiraría el control que ejerce en la actualidad sobre Jersón y Zaporiyia. Además de la destitución de Zelenski y del compromiso formal de que Ucrania no entrará en la OTAN. Crimea anexionada por Rusia en 2014 de forma ilegal ni entraría en la ecuación.

Lo que busca Putin es lograr una mayor ocupación de territorio ucranio y asentarse de forma incuestionable en el país vecino. Entonces y solo entonces, el líder ruso se sentará a negociar de verdad, pero antes necesita ofrecer a su gente una victoria clara y sin paliativos. No le vale ninguna otra opción. Todo lo demás para él es teatro: puro teatro. 

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 27/10/2025

22 d’octubre 2025

LA DERECHA DESNORTADA

Todas las encuestas publicadas, desde la vuelta de las vacaciones de verano, anuncian que Vox le está recortando las distancias al PP a marchas forzadas. En la calle Génova saben que tienen una vía de agua abierta por donde se les están escapando los votos a borbotones, y si no encuentran rápidamente un antídoto, esos votos acabarán yendo al zurrón de Santiago Abascal.

Ante esta situación tan poco halagüeña para los intereses electorales de los populares, Alberto Núñez Feijóo y su grupo de colaboradores más cercanos han decidido bajar a la arena y enfrentarse abiertamente a la derecha extrema, pero en vez de hacerlo con un proyecto propio y con propuestas que refuercen el Estado del bienestar, han decidido ponerse a rueda de los de Abascal imitando sus políticas.  

Y claro, es casi imposible que eso funcione. Algunos expertos en demoscopia sitúan el trasvase de votos del PP a Vox en cerca de un millón, es decir, una barbaridad.

Salvando las distancias —que son siderales—, la actitud del PP me recuerda a la de la izquierda catalana en general y del PSC en particular de años atrás, cuando los progresistas se acomplejaban ante las iniciativas nacionalistas y pensaban que la solución era imitarlas. Craso error como quedó demostrado porque el personal siempre prefiere el original a la copia. 

Uno de los ejemplos más evidentes de esa deriva de Feijóo es el plan sobre inmigración presentado hace unos días en Barcelona. El líder del PP aseguró que la nacionalidad española es “un regalo”, cuando la mayoría de extranjeros han de esperar 10 años y pasar un examen para acceder a ella. En su opinión, “No puede ser un mero trámite administrativo. Ser español no es solo vivir en España: es participar de un proyecto común, compartir una historia, unos valores y un destino. Por eso proponemos reforzar los requisitos de acceso a la nacionalidad. Queremos elevar el nivel de exigencia lingüística, cultural y constitucional”, dijo en su intervención. Sin embargo, según Marcelo Belgrano, abogado con 35 años de experiencia en extranjería, coordinador de los servicios de extranjería y asilo del  Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (ICAM)  a la vez que vocal de la subcomisión de extranjería del Consejo General de la Abogacía Española (CGAE),  explica que: “Para acceder a la nacionalidad española, los extranjeros de la mayoría de países [el ”caso general" para la Administración] han de acreditar, según el Código Civil, 10 años de residencia legal y continuada; dos si son de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial, Portugal u origen sefardí y uno si están casados o casadas con un español o española". Además, se les exige un certificado de antecedentes penales y haber pasado el llamado examen de españolidad para demostrar el conocimiento del castellano y de la estructura política y legal española.  O sea, resulta evidente que ni Feijóo ni sus asesores más próximos están al día en cuestiones de leyes. 

Otro de los asuntos donde al PP siempre le han chirriado las bielas es con el aborto. Ahí los populares tienen que hacer martingalas invertidas para no enervar a su parroquia. Por eso no se entiende la actitud del alcalde de Madrid, Martínez Almeida, cuando semanas atrás, teniendo mayoría absoluta, dio la orden a su grupo municipal de apoyar una iniciativa de Vox para que sea obligatorio informar a las mujeres que quieren abortar de las supuestas consecuencias del síndrome posaborto. A menos, claro está, que lo que buscase Almeida fuera desestabilizar a la dirección nacional de su partido.

Decía Winston Churchill que “Los adversarios están delante y los enemigos detrás”, y eso es justo lo que le sucede a Núñez Feijóo con Isabel Díaz Ayuso. La lideresa madrileña es una trumpista castiza que va por libre y desautoriza a su líder cuando le conviene. La presidenta de la Comunidad de Madrid se permite el lujo de decir que leyes se cumplen en la Comunidad y cuáles no. Así pues, como que ella no es partidaria del aborto, en Madrid no se confeccionará la lista de médicos que se niegan a practicar la interrupción del embarazo en la sanidad pública y como que la ley de la vivienda no es del agrado de la señora presidenta pues en Madrid no hay ley estatal de vivienda, que es aquella que justamente busca garantizar ese derecho, regular el mercado del alquiler, proteger a los colectivos vulnerables y promover la vivienda asequible. La norma también establece medidas como la posible declaración de zonas de mercado residencial tensionado para limitar los precios del alquiler. A todo esto, Feijóo, de vez en cuando, hace alguna matización, pero moderada, no sea que alguno de los suyo se pueda molestar, pero lo más habitual es que calle y ya se sabe que el que calla otorga.

Estos son, tan solo, algunos apuntes sobre la deriva en que está inmerso el PP. Podría anotar bastantes más, como el caos en la gestión de Moreno Bonilla en Andalucía o las salidas de tono de Miguel Ángel Rodríguez sin que nadie le llame al orden, pero me parece que como muestra es suficiente.

Es evidente que la derecha de nuestro país anda desnortada porque carece de un proyecto político propio, pero también por la falta de carisma y cuajo político de su líder Alberto Núñez Feijóo. Y eso no es una buena noticia, porque en democracia los contrapoderes son imprescindibles.

Dicen que cada sociedad tiene los políticos que se merece. No lo sé. Pero, de ser cierta esa afirmación, podemos estar tranquilos porque entonces Feijóo nunca será presidente del Gobierno de España. 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 20/10/2025

 

17 d’octubre 2025

RPENSAR EL FUTURO


 

La esperanza de vida que tenemos en España es una de las más largas del planeta. Eso significa un gran desafío para los poderes públicos y, a la vez, una oportunidad de negocio para el sector privado. El envejecimiento de nuestra pirámide demográfica de aquí a 2050 generará importantes retos sociales y económicos. Las necesidades de cuidados de larga duración de la población crecerán exponencialmente en las próximas décadas, sobre todo lo que tiene que ver con la dependencia. Ante esta situación, conviene repensar el modelo socio sanitario y adecuarlo a las necesidades para que no se quede obsoleto.

En nuestro país no se destina ni el 1% del PIB a cuidados de larga duración (incluida la asistencia sanitaria y social), mientras que en otros países de la OCDE, ese gasto representa el 1,5%. Estas cifras ponen de manifiesto que no estamos a la altura en inversión que nos correspondería por ser uno de los países con una de las esperanzas de vida más longevas. Los Estados que más aportan son Países Bajos, donde esta partida alcanza el 4,1% del PIB, y Noruega, donde supone el 3,7%. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el gasto en cuidados se duplicará e incluso triplicará en 2050, impulsado por el envejecimiento de las poblaciones. La cuestión es: como atención encontrar el equilibrio para ofrecer acceso a una buena calidad con un sistema económicamente sostenible.

La mayoría de expertos consultados opinan que hasta 2050 el gasto público en nuestro país en cuidados debería crecer más del 2% del PIB, ya que el número de mayores de 65 años beneficiarios de ayudas a la dependencia podría duplicarse, hasta llegar a 1,6 millones de personas. Por otra parte, el gasto público en pensiones podría aumentarse hasta cinco puntos de PIB (ahora supone el 12% de ese índice) y el gasto sanitario podría aumentar en más de un punto. Una factura que, de un modo u otro, tendremos que pagar. Por lo tanto, conviene ir buscando soluciones: aumentar las cotizaciones y prolongar la vida laboral, al menos determinados sectores, reduciría el gasto en pensiones y no tendría por qué ir en detrimento del empleo de los jóvenes si se hace con la suficiente destreza.

Una mayoría de la población española considera que hasta los 74 años su estado de salud es bueno o muy bueno. No obstante, es evidente que a más años más dependencia. El responsable técnico de la Unidad de Cambio Demográfico y Envejecimiento Saludable de la OMS, De la Fuente-Núñez, sostiene que: “El envejecimiento de la población aumentará considerablemente el número absoluto de personas mayores dependientes de cuidados”, También considera que serán más las enfermedades y dolencias crónicas. Actualmente, “una de cada cuatro personas mayores de 65 años en España está libre de discapacidad o enfermedad crónica”; María Luisa Carcedo, presidenta de la Comisión de Política Territorial y Función Pública y exministra de Sanidad, apunta que: “Cardiopatía, diabetes, enfermedades pulmonares obstructiva crónica, accidentes cerebrovasculares, demencia, deficiencias sensoriales, trastornos depresivos o artrosis provocan la pérdida de años de vida saludable”.

El sector público juega aquí un papel protagonista, pero la iniciativa privada es indispensable, puesto que el sistema de dependencia se desarrolla mediante un esquema mixto de financiación. Mientras que la valoración, la prescripción y el seguimiento de la dependencia son públicos, la provisión de los servicios es privada. “El sector de cuidados a la dependencia está en un 80% u 85% en manos privadas. La Administración compra en el mercado los servicios que procura a la sociedad”, explica Luis Alberto Barriga, director general del IMSERSO.

Solo el sector de la tele asistencia y ayuda a domicilio facturó 1.755 millones de euros en 2020 —año de los confinamientos y restricciones—, tras registrar un crecimiento del 2% respecto a 2019, año en el que la facturación aumentó un 7,5%. “La actividad empresarial relacionada con los cuidados formales —gestión de residencias, tele asistencia y ayuda a domicilio— representa en torno al 0,5% del PIB español”, sostiene Benigno Lacort, consejero delegado de Atenzia, una de las empresas que ofrece tele asistencia domiciliaria y líder en el sector.

La bomba demográfica está aquí y no solo pondrá contra las cuerdas a nuestro Estado de bienestar. Barrerá el planeta. “Las personas de 60 años o más ya superan a los niños menores de cinco años y para 2050 una de cada cinco personas estará en esa franja de edad”, señala De la Fuente-Núñez. El número de mayores de 80 años o más se triplicará, de 143 millones en 2019 a 426 millones en 2050. Aunque es importante tener presente que “la pandemia ha modificado demográficamente algunos países, con índices de mortalidad más alta en la población de más de 80 años”, reseña Mercedes Abades Porcel, profesora de Enfermería Geriátrica y directora de la Escuela Universitaria de Enfermería del Hospital de la Santa Creo i Sant Pau.

En esta situación, no es casualidad que uno de los segmentos de negocio que más está creciendo son las distintas fórmulas para convertir la vivienda en dinero y seguir viviendo en ella hasta el final. No olvidemos que la casa es considerada por los mayores de 65 años como su mejor plan de pensiones. Es el lugar en el que quieren residir. El colectivo de edades más avanzadas no tiene acceso a financiación bancaria; y, ante una dependencia severa, lo más probable es que el flujo de renta sea insuficiente. Según un estudio de Seguros Santalucía, el coste económico de los cuidados de la dependencia de grado III representa 1,6 veces el importe medio de la pensión pública por jubilación entre las personas de 80 y 84 años, aumentando hasta 1,8 veces entre la población de 85 y más años. Ese déficit es mayor en el caso de las mujeres, ya que el importe medio de las pensiones contributivas por jubilación es menor que el que reciben los hombres.

Nos guste o no esto es lo que hay. Así que, por nuestro bien, repensemos el futuro y vayámonos preparando.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en CÒRTUM 16/10/2025

15 d’octubre 2025

LA SOLUCIÓN DE LOS DOS ESTADOS

El pasado martes, 7 de octubre, se cumplieron dos años de la brutal agresión terrorista de Hamas en tierras israelís; asesinaron a 1.200 personas y capturaron como rehenes a más de 250, sembrando el horror y la destrucción por dónde pasaron. Fue, sin duda, el mayor ataque padecido por Israel en la historia. La respuesta israelí no se hizo esperar y lo que debió ser un acto en legítima defensa ha sido un atroz genocidio contra el pueblo palestino.

Setenta mil muertos después, la mayoría mujeres y niños y con la población gazatí sometida a toda clase de calamidades, dos años más tarde se ha logrado un alto el fuego con las negociaciones de Hamas y Netanyahu en Egipto, bajo el paraguas de Donald Trump, aunque con muchas más sombras que luces en el horizonte.

No voy a insistir en lo sucedido porque voces muy autorizadas y plumas expertas han explicado con detalle la delicada situación de Oriente Próximo y no creo que yo pueda aportar algo sustancial. Quiero, sin embargo, hacer algunos apuntes históricos que quizás nos sirvan para entender algo mejor lo que está ocurriendo. 

En 1947 la Naciones Unidas aprobaron la Resolución 181 en la que se esbozaba un plan de partición que dividiría Palestina (entonces bajo control británico) en Estados judío y árabes segregados. Pero fue el 14 de mayo de 1948 cuando David Ben-Gurión declaraba la independencia del Estado de Israel.

Poco tiempo después de declarada la existencia del nuevo Estado, Siria, Jordania y Egipto lo invadieron, desencadenando la primera guerra árabe-israelí. La consecuencia inmediata fue que más de 700.000 palestinos salieron del nuevo Israel, huyendo a Cisjordania, Gaza y los Estados árabes más próximos.

No fue un camino fácil, hasta que Israel no ingresó en la ONU, y eso sucedió en 1949, el nuevo Estado no alcanzó una soberanía equiparable a la de otros países. En la actualidad más de 160 miembros de la ONU reconocen al Estado israelí; entre los que no lo hacen se encuentran Siria, Irán, Arabia Saudí, Indonesia o Malasia.

A lo largo de los casi 80 años de existencia del nuevo Estado, se han barajado diversas opciones para dotar a los palestinos de un status quo propio, pero ninguna ha prosperado. Para muchos expertos en política internacional, la “línea verde de 1949” era la frontera más realista para los respectivos Estados. Esta línea se trazó durante los acuerdos de armisticio entre Israel y sus vecinos tras la guerra de 1948 y es la frontera actual entre Israel, Cisjordania y Gaza. Sin embargo, tras la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel ocupó parte de Cisjordania y Gaza, junto con Jerusalén Este y los Altos del Golán.

La mayoría de los debates actuales se refieren a la creación de dos Estados a partir de las fronteras existentes en 1967. En ese caso, el nuevo Estado palestino estaría formado por Cisjordania, antes de los asentamientos israelíes, y Gaza. Aquí surge un tema muy espinoso: como quedaría la ciudad de Jerusalén; con muy buena voluntad por todas las partes, la capitalidad compartida podría ser la solución.  

Desde el final de la Guerra de los Seis Días en 1967, más de 5 millones de palestinos se convirtieron en apátridas. Cisjordania y la Franja de Gaza permanecen en un limbo institucional, como enclaves semiautónomos bajo control de Israel. La cruda realidad es que los órganos de gobierno de Cisjordania y Gaza, es decir, tanto la Autoridad Palestina como Hamás, no tienen capacidad de acción sobre su propia seguridad ni sus fronteras. Por eso, la autodeterminación de los palestinos mediante la creación de un Estado ha sido la piedra angular de la acción política palestina durante décadas.

A principios de la década de 1990, parecía que se avanzaba de forma decidida hacia la solución de los dos Estados. De hecho, las negociaciones comenzaron, en parte, como consecuencia de los levantamientos palestinos en Cisjordania y Gaza en 1987, movimientos que se conocieron como la Primera Intifada.

Ya en 1993, el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el jefe de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, se reunieron en Oslo y firmaron el primero de dos pactos llamados los Acuerdos de Oslo.  Tras importantes concesiones por ambas partes, se sentaron las bases para la creación de un Estado palestino independiente, y aunque en aquellos pactos no se mencionaban las fronteras de 1967, sí se hacía referencia a “un acuerdo basado en la Resolución de 242 del Consejo de Seguridad de la ONU” de 1967, que exigía la retirada de las fuerzas armadas israelíes “de los territorios ocupados en el reciente conflicto”.

En 1995 se firmó el Acuerdo de Oslo II, allí se detallaba la subdivisión de las zonas administrativas de los territorios ocupados. Cisjordania se dividió en parcelas controladas por Israel, junto a la Autoridad Palestina. Aquello tenía que ser el primer paso hacia la entrega de los territorios ocupados a los palestinos.

Pero, en realidad, fue un espejismo. Tan solo seis semanas después, un nacionalista judío, ofendido por las concesiones hechas por Israel, asesinaba a tiros a Rabín. Como consecuencia, las negociaciones entre ambas partes se ralentizaron y la voluntad política empezó a debilitarse.  Durante las siguientes décadas, la solución de los dos Estados se ha ido volatilizando. El ascenso de gobiernos conservadores en Israel y la desidia de EE UU, han dado como resultado la cada vez menor influencia política de la Autoridad Palestina, y el ascenso de Hamás en Gaza, lo que ha provocado una división política entre los dos territorios palestinos que ha acabado debilitando la imagen de Palestina a nivel internacional. Tampoco han ayudado las amenazas de Hamás de aniquilar a Israel y su negativa permanente a reconocer al Estado israelí como legítimo.

Por otra parte, el continuo crecimiento de los asentamientos israelíes en Cisjordania, han convertido el territorio en pequeños enclaves rodeados por controles militares, donde los palestinos son hostigados de manera constante.

Y para cerrar el círculo está Benjamín Netanyahu, un tipo sin escrúpulos y sin límites, que ha hecho suya —en parte por convicción y en parte para mantener los apoyos necesarios para seguir en el poder— la agenda en Gaza de sus aliados de la extrema derecha nacionalista israelí. Los socios ultras de Netanyahu dan voz al movimiento radical de colonos israelíes y para ellos, la religión es uno de sus ejes vertebradores. Por eso es irrenunciable apoderarse de Cisjordania, la Judea y Samaria bíblicas, que consideran el corazón de la tierra de Israel que creen prometida por Dios a los judíos. El objetivo último es el establecimiento de asentamientos y la limpieza étnica de la población de la Franja.

Esta trayectoria histórica explica, que no justifica, la situación tan explosiva que se está viviendo en esa parte del planeta y que si no se solventa puede ser el detonante de algo mucho más terrorífico de lo que ya lo es.

Ante tan delicada situación y por difícil que parezca la solución de los dos Estados es la única que, a mi modo de ver, se plantea como plausible por difícil que sea; pero para eso es indispensable la predisposición de la comunidad internacional. Comunidad internacional que debería estar liderada por Estados Unidos, aunque no parece que Donald Trump y sus conmilitones estén por la labor.  

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 13/10/2025

 

09 d’octubre 2025

EL TEMA ESTRELLA

Estoy convencido de que en los próximos tiempos la inmigración será el tema estrella de editoriales, artículos, columnas y tertulias, además de acaparar las portadas de todos los medios de comunicación.

El tema en cuestión adquirirá más protagonismo cuanto más próximas estén unas elecciones, y dado que tenemos comicios cada dos por tres (si no son generales, son autonómica y sino locales, sin olvidar las europeas), hablaremos de inmigración de manera sistemática.

Hace unas pocas semanas, La Vanguardia publicaba una encuesta que alertaba del crecimiento exponencial en Cataluña de Vox y Alianza Catalana (organizaciones racistas por definición) y, en la sede de algunos partidos, saltaron las alarmas.  

Vox empezó a tener carta de naturaleza en Cataluña como consecuencia del procés y crece a un ritmo equivalente al que lo hace la formación en toda España. En cambio, Alianza Catalana es un partido surgido a rebufo de los atentados del 17 A de 2017, ocurridos en Barcelona y Cambrils y está en plena expansión. Liderado por Silvia Orriols, actual alcaldesa de Ripoll, cada fin de semana montan un buen puñado de carpas repartidas por el territorio para la distribuir propaganda, mientras sus dirigentes hablan de tú a tú con los ciudadanos que se les acercan, algo que los partidos clásicos, prácticamente, han olvidado.

Las reacciones a esa cercanía y lo que supone no se han hecho esperar. Los partidos independentistas ya notan el aliento del nacional populismo en el cogote. Por eso, los alcaldes de Junts andan bastante nerviosos y han pedido a Carles Puigdemont que levante el cordón sanitario a los de Orriols porque se les están comiendo el terreno y que el partido sea más proclive a pactar con el PSC pues entienden que se están quedando aislados.

A nivel nacional el PP anda desnortado, en la calle Génova saben que tienen un vía de agua por donde se le escapan votos a borbotones que van a Vox. Y ahí surgen las dos almas de los populares, mientras unos piden moderación y prudencia, los que comulgan con el trumpismo castizo de Ayuso aprietan para situarse más a la derecha que Abascal. Lo vimos hace unos días en un pleno del Ayuntamiento de Madrid, donde los populares tienen mayoría absoluta. Sin embargo, el PP dio soporte a una propuesta de Vox para que sea obligatorio informar a las mujeres que quieren abortar de las supuestas consecuencias del síndrome posaborto (algo que no tiene la más mínima base científica). Así, los trabajadores de los espacios de Igualdad, los de los centros de Madrid Salud y los de Samur Social, tal y como acordaron PP y Vox, deberán transmitir esta información de manera obligatoria, verbal y escrita, permanente y visible en sus instalaciones. Faltaría al rigor informativo si no dijese que el alcalde, Martínez Almeida, ha rectificado y ha dicho que “el síndrome posaborto no es una categoría científica”, entonces la pregunta es más que obvia: ¿Por qué su grupo municipal apoyó semejante barbaridad?  Pero no perdamos el hilo, retomo el tema estrella: la inmigración.

Ante las evidentes tensiones internas que cargan el ambiente de los populares, hace unas semanas, los barones territoriales se reunieron en Murcia para calmar las aguas y presentar las líneas maestras de su programa sobre inmigración, basado en 20 apartados. Entre otras cosas, Feijóo propuso la puesta en marcha de un visado por puntos para inmigrantes condicionado a trabajos de sectores donde falta “mano de obra” y con una “cultura” próxima, como la hispanoamericana. Es decir, una especie de carné por puntos donde la mejor nota se obtiene por estar dotado de determinadas características, premiando más a quienes pretendan trabajar en empleos carentes de personal en España y también a aquellos con culturas cercanas. A mejor puntuación, más posibilidades de residir en el país. Propuesta que, como mínimo es discriminatoria por razones de origen; además de xenófoba ya que se ha elaborado sin la imprescindible información previa, porque parece que Feijóo ignora que, si hay problema no viene por ahí, ya que en la actualidad de cada 10 personas que llegan nuestro país 7 vienen de Europa y Latinoamérica y solo 3 de otros lugares.

Es realmente lamentable que en el primer partido de la oposición y que quizás gobierne algún día España, no sea consciente de que la inmigración es indispensable tanto para nuestro país como para el resto de Europa, en un contexto en que las tasas de natalidad están muy por debajo del nivel de reproducción de la población (2,1 hijos por mujer); en España, en torno a 1,2. Sin inmigrantes, estaríamos en una España menguante, que podría disminuir a 38 millones de habitantes en el 2050. La contribución de los inmigrantes al crecimiento del PIB está próxima al 25%. Hace pocos meses que la OCDE alertaba sobre las graves consecuencias que podría tener para España la reducción de la inmigración. Sectores como el turismo, la construcción, la agricultura, el servicio doméstico y la ayuda a los mayores no funcionarían.

La inmigración es el tema estrella de la ultraderecha en sus programas porque genera bajas pasiones y es determinante en la difusión de la ideología racista y xenófoba, que es el embrión del fascismo rampante. Vivimos en un mundo incierto, donde guerras y catástrofes se multiplican. Los movimientos migratorios que esas catástrofes suscitan rompen la supuesta estabilidad étnica y cultural preestablecida. Valga aquí Barcelona como ejemplo: la población extranjera anda sobre el 20%. Sin embargo, no ha traído paro, porque hay cada vez más empleo, por eso vienen los inmigrantes buscando un futuro para sus hijos. Y no hay nada más absurdo que rechazar lo que necesitamos.

La cuestión de fondo es que los partidos de ultra derecha están experimentando un crecimiento sideral en toda Europa y esa fiebre ya ha llegado a España. El problema surge cuando algunos, obsesionados por ganar votos, dan pábulo a sus proclamas racistas y xenófobas en vez de combatirlas con argumentos y sentido común.

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 06/10/2025

 

02 d’octubre 2025

UNA FLOR EN EL CULO

La política tiene giros inesperados. Nos fuimos de vacaciones con Pedro Sánchez contra las cuerdas, mientras que el PP cerraba su XXI Congreso, celebrado en Madrid, en un ambiente de euforia mal contenida. En pleno mes de agosto y con los incendios forestales arrasando media España, a Núñez Feijóo le faltó tiempo para acusar al Ejecutivo de falta de previsión e ineficacia. Sin embargo, muy pronto se vio que las autonomías gobernadas por el PP flaqueaban en la gestión de aquella tragedia. Poco después llegó el inicio del curso político y Sánchez anunció una serie de medidas contra el genocidio en Gaza, entre las que destacaban el embargo de armas al ejército de Israel; convirtiendo a nuestro país en referencia para otros Estados frente a la barbarie que se está cometiendo con el pueblo palestino. Esa iniciativa cogió a Feijóo con el pie cambiado. Solo le ha faltado al líder de los populares a Díaz Ayuso jugando a la contra, al otorgar, al equipo ciclista israelí que participó en la vuelta a España, la medalla de oro de la comunidad y prohibiendo la colocación de la bandera palestina en los colegios de Madrid, y a José María Aznar enredando, poniéndose incondicionalmente al lado de Netanyahu. “Éramos pocos y parió la abuela” debió pensar Núñez Feijóo, mientras hacía contorsionismo político para no desbarrar.

Feijóo había condenó “la masacre de civiles” en el Congreso, pero no habían pasado ni 48 horas cuando Aznar al clausurar unas jornadas de la FAES decía que: “si el Gobierno de Benjamín Netanyahu perdía lo que está haciendo Occidente se situará al borde de la derrota total”. Es evidente que a este señor le va la marcha y no quedó satisfecho con la guerra de Irak.

La tensión intramuros en el PP es evidente, Aznar y Ayuso marcan el ritmo. En ese contexto, Feijóo volvió a modular sus críticas a Israel. El líder hace oídos sordos a determinados sectores dentro del partido popular que piden endurecer su rechazo a la matanza que está cometiendo el ejército israelí. Fuera de cámara, no pocos veteranos creen que desde la calle Génova se ha de marcar posición y dejar la equidistancia para otras ocasiones.

Solo les ha faltado el discurso de Felipe VI en el pleno de Naciones Unidas para hacer más visibles las dos almas del PP, por un lado los templados y por otro los trumpistas encabezados por Díaz Ayuso. De hecho, algunos barones territoriales como el presidente gallego, Alfonso Rueda, el andaluz, Juan Manuel Moreno Bonillo o el presidente de Aragón, Jorge Ascón ya han admitido sin tapujos que lo de Gaza es un genocidio y no valen las medias tintas. Y hay tenemos a Alberto Núñez Feijóo entre dos aguas, intentando nadar y guardar la ropa. Algo que en política casi nunca da resultado y menos cuando se trata de un líder que se supone ha de tener capacidad de discernimiento y marcar la pauta a los que lo siguen.

La falta de criterio y cuajo político de Núñez Feijóo son de una pasmosidad aplastante. Desde que Pedro Sánchez, el pasado mes de mayo, reconoció en público que la creación del Estado palestino era la solución al endémico problema de Oriente Próximo el líder de la oposición ha ido cambiando de opinión, pero sin acabar de posicionarse de una forma clara. Lo único claro para él, es que Pedro Sánchez tiene la culpa de todo: “¿Piiove? Porco Governo”, parece ser la idea fuerza que inspira su proyecto político.

En su obsesión por denunciar todo lo que hace Sánchez el líder de los populares se ha desmarcado de la línea que sigue el Partido Popular Europeo (PPE) que no es otra que condenar lo que está ocurriendo con los palestinos, es decir, en línea con el Ejecutivo de nuestro país.

La impericia de Feijóo y su equipo de asesores es descomunal. Según varias encuestas recientes, sobre el 85% de la población está en contra de lo que ocurre en Gaza y en eso coinciden tanto los votantes del PP como del PSOE. Por lo tanto, sin llegar hacer seguidismo y sin que las encuestas marquen, parece lógico pensar que hay que estar atento a lo que dice la calle. 

Algo similar le ocurre con Vox, pero al revés: el PP está haciendo un seguidismo descarado de la ultraderecha, en especial de la inmigración y la xenofobia que Feijóo los ha abrazado sin sonrojarse, pero no son las únicas cuestiones.

Hay quién dice que Pedro Sánchez tiene una flor en el culo. No lo sé y, desde luego, no tengo el más mínimo interés en comprobarlo. Lo que sí es evidente es que Sánchez es un tipo con arrojo y determinación que toma decisiones, a veces arriesgadas, y lucha por ellas. O dicho de otro modo: es la antítesis de Núñez Feijóo, un hombre dubitativo y apocado, incapaz de tomar una decisión y luchar por ella. Quizás en esa actitud tenga mucho que ver que su llegada al liderazgo del PP que fue posible porque Díaz Ayuso le abrió la puesta de la calle Génova y él se siente en deuda con la presidenta madrileña y sabe que su liderazgo tiene fecha de caducidad, será en las próximas elecciones generales, llegado ese momento, o se instala en la Moncloa o se va a su casa, no hay más.

Esa actitud personal, más allá del credo ideológico de cada cual, es, a mi modo de ver, la diferencia más sustancial entre el actual presidente del Gobierno y el líder de la oposición: la determinación de uno para mantenerse dónde está y defenderse contra viento y marea, frente al otro, apocado y con muy poco fuelle que parece conformarse con ver la vida pasar y ser candidato a la presidencia.  

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 29/09/2025


25 de setembre 2025

LAS TRIBULACIONES DE UN GACETILLERO


 

En opinión de Leandro Padura, “el arte de la novela goza del privilegio de poder mentir impunemente. Desde su misma definición, la Academia identifica la novela con la ficción y la ficción con invención o cosa fingida. Pero, con relación a lo ficticio, este género narrativo ha establecido un juego limpio: el novelista cuenta una mentira como si fuera verdad y el lector, sabiendo que es mentira, la lee como si fuera verdad, y así se completa el ejercicio estético”. Me parece un razonamiento muy pertinente para lo que quiero explicar.

Tengo entre mis manos “LAS TRIBULACIONES DE UN GACETILLERO. Entre la vanidad y el adanismo”, novela que acaba de publicar, tras un prolongado silencio, el veterano exdiputado, escritor y articulista, Joan Ferran.

De la misma manera que Don Antonio Machado creó y nos recreó con Juan de Mairena y lo presenta como profesor ficticio de gimnasia y retórica, poeta y filósofo nacido en Sevilla, alumno de otro personaje hipotético el profesor apócrifo Abel Martín. Joan Ferran nos presenta a Manuel Berri, un individuo que nacido en los barrios menos favorecidos de la ciudad Condal, ya en el otoño de la vida se refugia en un bello pueblo costero, seducido por la sencillez y la tranquilidad del lugar. Sin embargo, la forma de ser de Manuel no le permite gozar de la paz que, en su larga trayectoria como reportero freelance, se había ganado. Por eso, el encuentro fortuito de una noticia de primeros del siglo XX en las hemerotecas que consulta habitualmente desde su ordenador, hacen reverdecer en él deseos de conocer la verdad y que se lance a estudiar un episodio oscuro de la historia social de finales del siglo XIX y principios del XX, con la convicción de que aquello puede ser un gran reportaje que lo devuelva, aunque sea por un tiempo limitado, a la cresta de la ola informativa.

Manuel se nos presenta como un hombre de curiosidad innata que ha decidido hacer la travesía del desierto literario en busca de la verdad sin dromedarios y sin agua, pero con una voluntad inquebrantable de saber para explicar.

Así pues, sin demasiados preámbulos, Berri, que es un noctámbulo nato, aprovecha las noches para sumergirse por la vía de internet en las hemerotecas, de finales del XIX y principios del XX de periódicos como El Diluvio, La Publicidad o el Heraldo de Madrid, sin despreciar otros como, por ejemplo, La Vanguardia, El Socialista o La Época. Manuel es por naturaleza exigente y metódico, por lo que dedica buena parte de su tiempo a contrastar la información y construir un argumentario sólido y robusto.

Joan Ferran utiliza con gran habilidad las subtramas y la contextualización, herramientas con tan buen rendimiento le dieron al inmortal Mario Vargas Llosa. Con una técnica narrativa depurada, mientras la trama habitual evoluciona de un modo coherente y bien trabado, Joan Ferran, que no suele dar puntada sin hilo, aprovecha para repasar a nacionalistas, tanto catalanes como españoles; auténticos farsantes especialistas en fabricar la historia a la medida de sus ensoñaciones y delirios. Ferran hace una mención especial a los plumíferos del INH (Institut de Nova Història), manipuladores por excelencia.

La narración avanza, pero Manuel Berri empieza a dudar de la conveniencia de relatar toda la verdad y solo la verdad sobre su personaje, o se puede permitir alguna licencia e introducir ficción y hacer del protagonista un héroe de la lucha obrera y lograr así un libro más comercial, es decir, vendible y hacer más plausible que, de ese modo, alcance un mayor éxito de público, aunque sea escamoteando la verdad histórica. Algo que desde siempre ha sido contrario a los principios de Manuel.

Manuel duda. No sabe qué hacer. ¿Antepone su honestidad por encima de todo? ¿Hace de su capa un sayo y busca la rentabilidad de su trabajo sabiendo que está escamoteando la verdad?

La vida es caprichosa, y en muchas ocasiones, las casualidades —o las aparentes casualidades— nos brindan la solución cuando estamos en encrucijadas de las que nos vemos incapaces de salir. Algo de eso le sucede a Manuel Berri, cuando más confuso está, sumido es sus disquisiciones, cae en la cuenta de que en un libro que había comprado para complementar el argumentario de su relato, tiene la respuesta a aquello que tanto le ha hecho dudar y tantas noches de sueño le ha hurtado.

En definitiva, “Las tribulaciones de un gacetillero” es un exquisita novela, tan breve como interesante, que nos pone ante la disyuntiva de la ética y el triunfo fácil, sobre lo arduo que es resistirse al halago y a la palmadita en el hombro y, a la vez, lo práctico que suele ser trasgiversar y manipular la historia para usufructo propio.

Si pueden, no dejen de leerla. Vale la pena.

Bernardo Fernández.

Publicado en CÒRTUM 24/09/2025

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