17 de desembre 2023

DE ASLATAR LOS CIELOS AL GRUPO MIXTO


 

Podemos se constituyó como partido político en enero de 2014. Su ascenso fue meteórico: En las elecciones europeas de ese mismo año logró 5 escaños de un total de 54, lo que lo convirtió en el cuarto partido más votado de España. En pocas semanas, reunió más de 100 000 afilados, convirtiéndose en el tercer partido en número de militantes y en octubre alcanzaba el segundo lugar, con más de 200 000 inscritos. Diversos estudios demoscópicos lo situaban como el primer partido del país en intención directa de voto. Sin duda, algo muy difícil de conseguir.

Tanto Podemos como Ciudadanos sacudieron el tablero político nacional e hicieron saltar por los aires el imperfecto sistema bipartidista que venía imperando desde la Transición.  Sin embargo, la supervivencia política en nuestro país es muy difícil. Por eso ahora, cuando se van a cumplir 10 años de su constitución, los podemitas están más cerca de la irrelevancia que de asaltar los cielos. Llegaron con un discurso nuevo, directo y fresco, pero han acabado defraudando a gran parte de los que fueron sus votantes, con modos y maneras calcados de los viejos partidos.

Más acelerada, todavía, fue la descomposición de Ciudadanos que en estos momentos ya está fuera de todas las instituciones, a excepción de un reducido grupo de diputados en el Parlament de Cataluña y un par de eurodiputados que, casi con toda seguridad, no revalidarán sus respectivos escaños en las nuevas legislaturas de esas cámaras.

Ambas organizaciones, ideologías al margen, tuvieron la oportunidad de pactar para entrar en el Gobierno (Podemos en el 2015, Ciudadanos en el 2019), y llevar a la práctica las ideas que defendían para mejorar el bienestar de todos los ciudadanos. Sin embargo, tanto a los unos como a los otros, les pudo la ambición desmedida, equivocaron la estrategia y cometieron graves errores de cálculo, obsesionados, como estaban, en dar el sorpasso. Pero las cosas se torcieron y Podemos acabó entrando en el Ejecutivo, en buena medida para salvar los muebles, cuando el partido ya era una sombra de lo que fue. 

Pero la vida sigue y los restos del naufragio de Ciudadanos los han recogido Vox y el PP, mientras que Sumar parece que, de momento, está siendo el reemplazo, más o menos natural de la formación morada. Tendremos ocasión de comprobar la solidez de ese proyecto en las elecciones autonómicas (Galicia y Euskadi) y europeas que se celebrarán en 2024.

Desde hacía tiempo era un secreto a voces que la cúpula de Podemos y la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, hacían caminos cada vez más divergentes.  No obstante, unos y otros supieron hacer de la necesidad virtud y, más por pragmatismo que por coincidencias políticas, concurrieron juntos a las elecciones de julio de este año. Sin embargo, dejar a Podemos sin ninguna cartera ministerial y a sus 5 diputados sin cargos relevantes en el grupo parlamentario ha precipitado los acontecimientos y ha hecho estallar la crisis que, más pronto que tarde, se hubiese producido por cualquier otro desencuentro. 

Ante esa situación, los de Ione Belarra decidieron la semana pasada abandonar la coalición y pasar al grupo mixto. Los podemitas sostienen que así la formación morada ganará visibilidad, algo que habían perdido, dentro de Sumar. Ahora bien, al Gobierno no le quedará otra que abrir un nuevo frente negociador, ahí Podemos tendrá la capacidad de tensar la cuerda en determinados temas, aunque, bien es verdad, que ya han anunciado que ellos no romperán la estabilidad parlamentaria.

De todas formas, de poco le servirá a Podemos ganar visibilidad si, a la vez, se convierte en un aliado fiel del Ejecutivo. Por consiguiente, es razonable pensar que, en más de una ocasión, tensen la cuerda, la pregunta es ¿hasta dónde están dispuestos a llegar?

Seguramente, la primera prueba de fuego la tendremos en la tramitación de la ley de amnistía, que habrá empezado su andadura parlamentaria este pasado martes. Es una ley orgánica y, por lo tanto, necesita el respaldo de la mayoría absoluta del Congreso, es decir, se precisa indefectiblemente del concurso de Podemos. Si bien es verdad que, en principio, en este asunto no deberían existir inconvenientes por parte de los de Belarra, dada su conocida posición y su afinidad con los independentistas.

Otra historia pueden ser las negociaciones que se han de llevar a cabo para aprobar los Presupuestos de 2024. Ahí la batalla puede ser agria. Es muy posible que cuando llegue esa oportunidad Podemos quiera marcar perfil propio y convertirse en le defensor incuestionable de los más desfavorecidos y eso pasará por marcar cuantas más diferencias mejor con Sumar. Su objetivo ha de ser que se visualice que son ellos quienes arrancan más concesiones al Gobierno.

Así pues, me permito sugerir que nos carguemos de paciencia y estoicismo porque los rifirrafes van a menudear, por los menos, hasta las elecciones europeas de junio, luego, en función de los resultados las posiciones se pueden modificar o, por el contrario, la batalla puede ser aún más cruenta. Asaltar los cielos ya no es una opción, pero luchar por la supervivencia, aunque sea en el grupo mixto, es una necesidad.

La política, como la vida, tiene estas cosas.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en e notícies 14/12/2023

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