Estamos a mediados de enero y los
presupuestos del Govern de la Generalitat para 2023 brillan por su ausencia.
Una anormalidad que ya se ha convertido en normalidad porque en los últimos
trece años, tan solo una vez (2022) estrenamos el año con las Cuentas
aprobadas.
Los presupuestos son la ley más
importante que un gobierno promulga en un año porque son el eje vertebrador de
la política en, prácticamente, todos los ámbitos y, a la vez, la base sobre la
que se ha de desarrollar la economía de un país o una comunidad autónoma a lo
largo de un año. Por consiguiente, no aprobarlos equivale a hacer dejación de
las responsabilidades que un ejecutivo debe asumir: gobernar un país y definir
las grandes líneas maestras. No por
casualidad decía Winston Churchill que “un
gobierno puede perder, en un parlamento, todas las votaciones menos una, la de
los presupuestos”.
A mediados de octubre, el entonces
conseller de Economía y Finanzas, Jaume Giró, que estaba en el Govern de
coalición representando a Junts, ya tenía las cuentas, a falta de algunos
ajustes, listas para su aprobación en el Consell Executiu, pero se desató la
tormenta en el seno de la formación, por el cese de Laura Borrás como
presidenta del Parlament y ardió Troya. Los pos-pos convergentes salieron del Govern
y los presupuestos de Giró que hasta entonces habían sido bendecidos por Junts
quedaban proscritos. Cosas de la política de vuelo gallináceo.
Con el Govern roto y un grupo
parlamentario exiguo de 33 diputados empezó el calvario de Pere Aragonés. El
president, mal que bien, ha ido trampeando su débil situación parlamentaria,
pero con las cuentas sobre la mesa le llegaba el cáliz más amargo: comprobar
que no disponía de la mayoría necesaria para aprobar los números.
Mucho me temo que el Govern tendrá
que darse un baño de realismo si quiere seguir en la Plaza Sant Jaume porque,
aunque ya ha negociado con en Comú Pódem y estos les darán el sí, necesita a
Junts o al PSC para salir indemne de esta batalla. La negativa de Junts es más
que previsible porque, por más que mareen la perdiz, su gran objetivo es tumbar
al Ejecutivo; otra cosa sería fracasar, porque si salieron del Govern fue para
que, más pronto que tarde cayera, y poder mostrar, urbi et orbe, que acertaron
en su decisión.
En cambio, la posición del PSC es muy
diferentes. De entrada, fue Oriol Junqueras el que negó el pan y la sal a los
socialistas acusándolos de traidores y de frotarse las manos cunado los líderes
del procés entraban a la cárcel. Eso sí, mientras su grupo parlamentario en el
Congreso de los diputados negociaba sin empacho y votaba sin ningún rubor con
el PSOE. No obstante, poco a poco los republicanos han ido matizando su
posición, hasta que Pere Aragonés entendió que o pactaba con los de Salvador
Illa o ya podía ir preparando las urnas.
Y en esas estamos, el PSC está
decidido a llevar al límite la negociación de los presupuestos con el Govern.
La posición de los socialistas catalanes es clara: o el Ejecutivo de Pere
Aragonés acepta la totalidad de la propuesta o no hay acuerdo. Los de Salvador
Illa quieren que, entre otras cosas, en las cuentas se contemple la ampliación
del aeropuerto de El Prat, la mejora de Rodalies que se derivaría del contrato
programa de Renfe, la B-40 (Ronda Norte) y que se tire adelante el Centro
Recreativo y Turístico de Vila Seca-Salou (Hard Rock). La cuestión de fondo
para Aragonés es que con estas iniciativas se pueden levantar ampollas en
alguna zona del territorio cuando faltan menos de cinco meses para las
elecciones municipales. Lo que no tiene en cuenta el president es que gobernar
significa tomar decisiones.
Mientras escribo estas líneas llega
la noticia de que Aragonés e Illa se han reunido, pero no han llegado a ningún
acuerdo. No obstante, han quedado que quedarán. Todo está abierto y puede
ocurrir cualquier cosa. Pero todo el mundo es consciente de que las
negociaciones no se pueden eternizar. Para la última semana de enero está
previsto un pleno en el Parlament, para entonces ya debería haber fumata
blanca; de no ser así o se convocan elecciones o el Govern lo va a pasar
francamente mal y nosotros como sociedad también porque tendremos un país
perdido en su propio laberinto político.
Estoy convencido de que en pocos días
nos dirán que republicanos y socialistas han llegado a un acuerdo y en breve se
empezará tramitación parlamentaria. Por el bien de los catalanes que así sea.
Ahora bien, sepamos con quién estamos jugando: ¿qué podemos esperar de un
partido, ERC, que ha anunciado que se manifestará contra la cumbre hispano
francesa que se ha de celebrar en Barcelona el 19 de enero, a la que asistirá
el president de la Generalitat, Pere Aragonés como anfitrión y que, casualidades
de la vida, es militante de ese partido?
Decía Josep Tarradellas que “en política se puede hacer todo menos el
ridículo”. Pues bien, parece que el día que lo explicaron en clase, los
líderes de ERC no fueron al colegio.
“Cosas
veredes Sancho, que no crederes”, que diría un amante de los clásicos
parafraseando a Don Quijote.
Bernardo Fernández
Publicado en e notíces 16/01/2023
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