La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña (TSJC), publicada recientemente, que anula el concurso con el que la
Generalitat privatizó la gestión de Aguas Ter-Llobregat ((ATLL), ha puesto, una
vez más, en entredicho la capacidad del actual gobierno autonómico. Desde que Artur Mas llegara a la presidencia
de la Generalitat a finales de 2010, para poner orden –dijeron entonces-, en el
desbarajuste creado por los gobiernos de izquierda, Cataluña no ha dejado de
perder fiabilidad, confianza y crédito en todos los ámbitos, ya sea social,
político o financiero.
El ejecutivo de Mas recuerda a una familia burguesa
venida a menos, malvendiendo su patrimonio y realquilando habitaciones a
desconocidos. Un ejemplo: el portazo de Veramonte al proyecto de BCN-World Lo que
iba a ser la gran panacea para medio país, acabará siendo uno de los fiascos
más sonados de la legislatura. Pero es que la perdida de patrimonio y la
gestión deficiente son una constante desde que el consejero de Economía, Andreu
Mas-Colell, se hizo cargo de esos asuntos.
De hecho, la privatización de la gestión de la ATLL es un paso más de
todo un rosario de ventas y concesiones a precio de saldo para intentar enjugar
las maltrechas finanzas de la Generalitat.
Esta operación consistía, sobre el papel, en una
concesión a 50 años en los que el gobierno catalán embolsaría unos 1.050
millones de euros. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Con la sentencia
del TSJC conocida recientemente, tanto si el gobierno recurre el fallo, como si
finalmente se opta por llevar a cabo un
nuevo concurso de la ATLL, la seguridad jurídica que pueda aportar la
Generalitat en futuras operaciones quedará considerablemente tocada. Y ya se sabe que los inversores huyen de la inseguridad,
como los gatos del agua.
En esta situación, lo más razonable sería que le
gobierno recuperase el control público de la entidad. Ahora bien, obsesionado
como está el ejecutivo, y el partido que le da soporte, en la deconstrucción de
lo público, eso parece una entelequia. Lo verdaderamente importante, es,
primero, tener una lista de “notables” con el presidente, y unas estructuras de
Estado, después. Lo demás vendrá por añadidura.
Apañados estamos si estos personajes que van de
fiasco en fiasco, hasta el gran fiasco final, son los que nos tienen que solventar
el futuro. Que Dios nos coja confesados.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 01/07/15
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