13 d’abril 2010

POR UNA SOLUCIÓN FEDERAL PARA ESPAÑA

Parece que, por fin, Un día de estos nos vamos a desayunar con la sentencia del tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. Más de tres años y medio y, al final, mucho me temo que no va a dejar satisfechos ni a unos ni a otros, ni a tirios ni a troyanos.

A los unos, los que pusieron el recurso, porque el posible rédito que esperaban obtener ya lo lograron tiempo atrás. Ahora, con unas elecciones al Parlament a la vuelta de la esquina, esa sentencia puede ser un lastre importante. Los otros, los que siguieron los pasos conforme a las normas establecidas, verán, muy probablemente, que buena parte de sus anhelos y las aspiraciones de todo un pueblo van a quedar sepultadas bajo unas larguísimas disquisiciones técnico jurídicas. Y después quedan los de un poco más allá, que son pocos pero muy ruidosos y esos nunca están de acuerdo con nada y en buena medida son de los que sostienen el mientras peor, para nosotros -es decir ellos- mejor.

Sucede que el problema de fondo es la justicia en si misma. Nuestro ajado y maltrecho sistema judicial. En estos momentos la credibilidad del TC estás por los suelos. Ese Tribunal que es, en teoría, el garante de nuestra norma básica de convivencia, se ha convertido en la práctica en el objeto del deseo de los 2 grandes partidos políticos de nuestro país. No es casual que una cuarta parte de sus miembros se hayan excedido en el tiempo de la ocupación de sus cargos en cerca de 2 años. De la misma manera que tampoco es casual que una plaza que quedó vacante, por fallecimiento, hace 22 meses continúe, a día de hoy, por cubrir. Y es que detrás de todo esto hay una lucha por el poder.

El PP aprovechó las dos legislaturas que gobernó para realizar la renovación parcial del TC. Colocando en el alto tribunal jueces y magistrados de su órbita. Después, cuando las elecciones de 2003 y 2007 llevaron una mayoría progresista al Congreso, los conservadores no dudaron en utilizar todos los instrumentos que tenían a su alcance para paralizar la renovación. La derecha ha recurrido a esta estrategia porque le interesa que sea este TC, con su actual composición y no otro el que dictamine sobre el Estatuto de Cataluña. Ya que no consiguieron parar ese Estatuto ni en el Parlament, ni en el Congreso, ni el Senado y mucho menos en el referéndum. Y puesto que los magistrados que les son afines en el alto tribunal son mayoría, esperan lograr por la trocha de la triquiñuela jurídica lo que no lograron por la autovía de la democracia.

Con este panorama de fondo, lo más razonable es no esperar muchas alegrías de la sentencia. Ahora bien, es innegable que el nuevo Estatuto fue planteado de forma impecablemente democrática y así es como hay que continuar. Sea cual sea el resultado final hemos de huir, tanto, de los desplantes y las algaradas como de las provocaciones. Hay que seguir trabajando por la consolidación de una España diversa y para hacer ese camino, que nadie se equivoque, la vía federal es la única posible.

A día de hoy la asignatura pendiente de este país es la estructura territorial de Estado. No cabe duda que la fórmula utilizada en la transición creando el Estado de las Autonomías ha dado a lo largo de treinta años unos magníficos resultados, pero es un proceso que, por su propia dinámica, debería culminar en una estructura política federal. No obstante, una mayoría de españoles no ha asumido que el Estado de las Autonomías es el núcleo de un Estado Federal. Hay quien entiende un gobierno autonómico como una gran diputación, y eso no es así. Por su parte los nacionalistas catalanes utilizan una cierta cicatería para ocultar sus aspiraciones independentistas. Y en el fondo lo que sucede es que los federalistas escasean aquí y allí. Y muchos cuando hablan de federalismo están pensando en una relación bilateral Cataluña España.

A su vez, mayoritariamente en España se rechaza que Cataluña sea una nación con una historia propia y voluntad de proyectarla, de la misma manera que aquí no se admite a España como nación, por eso, el uso y abuso del término Estado español. La consecuencia es el conflicto histórico en el que estamos enrocados desde hace demasiado tiempo. Así las cosas unos y otros deberíamos tener el coraje necesario para desarrollar el estado autonómico por la vía federal y también desde Cataluña deberíamos ser capaces de concretar y clarificar nuestra propuesta.

No se puede mantener de forma indefinida un estira y afloja como el actual, se derrochan muchas energías, demasiadas. Ante esta situación tenemos dos opciones: o bien iniciamos el camino de la secesión -y en el actual contexto político eso sería echar el carro por el pedregal- o bien optamos por un Estado Federal. Pero claro, para que eso sea posible necesitamos un pacto entre los dos grandes partidos PSOE y PP y, al a vez, abierto a aquellos partidos que quiera adherirse. Pero para eso hacen falta, además de voluntad de entendimiento, agallas políticas y mucho me temo que, en estos momentos no andamos sobrados ni de lo uno ni de lo otro.

Bernardo Fernández
Publicado en e-notoices 12/04/10

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