17 de desembre 2009

¿Y AHORA QUÉ?


El pasado domingo se celebraron en 166 poblaciones de Cataluña consultas sobre el derecho a la autodeterminación, -este tipo de consultas no se pueden denominar referéndum, puesto que no se ajustan al procedimiento requerido ni ofrecen la más mínima garantía-. Estaban convocadas más de 700.000 personas de la cuales participaron unas 200.000,- un escaso 27%- y, como no podía ser de otra manera, ganó el “sí” con más del 94% de los votos. Ante esta participación sería bueno que los impulsores de la iniciativa reflexionaran seriamente sobre la conveniencia de seguir adelante con este tipo de eventos.

De todos modos, existe una realidad y no se debe ignorar. Ante esta situación, tan erróneo es el posicionamiento de aquellos que piensan que la independencia es el camino, como el de los otros, el de los que son partidarios del uso de la fuerza, en cualquiera de sus múltiples versiones, para cortar de raíz devaneos secesionistas. Ni lo uno ni lo otro. Laminar los anhelos de alguien, por descabellados que éstos puedan parecer, nunca ha sido la solución y la historia nos da infinidad de ejemplos que avalan este argumento.

En Cataluña, a día de hoy, somos muchos los que opinamos que el encaje con España es posible. No obstante, vemos con estupor que las aspiraciones catalanas chocan frecuentemente con la intransigencia de determinados sectores españoles. A Cataluña se le niega casi por sistema el reconocimiento a su identidad, la mejora del autogobierno y, en general, todo aquello que pueda suponer un avance. Un ejemplo: el nuevo sistema de financiación ha sido, en buena parte, más la consecuencia de una obstinación y el fruto de una resistencia numantina que el resultado de un acuerdo político. Por todo eso, la sociedad catalana empieza a ver al conjunto de España más como un adversario que como un compañero fraternal con el que merece la pena hacerse el viaje.

Días atrás, Artur Mas decía que hoy un referéndum de autodeterminación sería derrotado en Cataluña, tiene razón el líder nacionalista. Ahora bien, el independentismo está ganando adeptos y en una situación como la actual, de desafecto y descrédito de la política, un dirigente carismático podría, con relativa facilidad, aglutinar a los grupos separatistas enfrentados y dispersos. Eso supondría un cambio drástico en el status quo vigente.

Ante esta situación, tan poco halagüeña, muchos ciudadanos de a pie, alejados de los conciliábulos políticos, se preguntan: ¿Y ahora qué? Pues ahora, aunque vivimos tiempos convulsos, la concordia y un mayor grado de entendimiento no sólo son posibles sino necesarios. Para ello, unos han de aceptar que la uniformidad es imposible y los otros que en un mundo globalizado como el actual ir solos es una entelequia. De momento, la voluntad de acercamiento brilla por su ausencia. Pero dicen que “rectificar es de sabios”.

Bernardo Fernández
Publicado en ABC 16/12/09

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