23 de maig 2006

La manzana de la discordia


Sin ninguna duda la manzana es la fruta bíblica por antonomasia. Según cuenta la tradición fue Eva quien ofreció a Adán probar la fruta y éste, al aceptar, convirtió lo que había sido un paraíso en un valle de lagrimas, y el tránsito de los mortales por esta vida, a partir de entonces, en un crujir de dientes.

Algo similar le ha sucedido a Xavier Trias i Vidal de Llobatera en su trayectoria política. El bueno de Trias -es un decir- lo ha sido prácticamente todo en la política catalana. Consejero en diversas ocasiones, portavoz de su grupo en el Congreso de los Diputados, hombre fuerte dentro de Convergencia (su organización política) y un largo etc. Pero un buen día el patriarca Pujol le señaló como alcaldable para la ciudad de Barcelona y ahí empezaron sus desdichas. En principio rehusó la designación pero el jefe y toda la organización presionaron y él no tuvo más remedio que aceptar.

Trias es ante todo un hombre pragmático y, como tal, dialogante. Ésta ha sido una de las bases del reconocimiento político que se ha ganado a lo largo de los años. Pero él sabe que, para ser alcalde de Barcelona, esa condición es necesaria, pero no suficiente. Sabe, también, que es un político amortizado, sin ilusión y sin fuerza . Y, aunque no lo diga, es consciente de que ésta es su última oportunidad. Si ahora no lo logra, la jubilación le está esperando. Esa es la norma de Convergencia respecto a la política municipal en Barcelona. Primero fue Culell, después Roca y más tarde Molins. Los tres pasaron por el mismo vía crucis: candidato, líder de la oposición y… a casa.

El actual aspirante convergente sabe lo que le espera en mayo de 2007 –que es cuando serán las próximas elecciones municipales- y lo sabe porque, si bien es verdad que sube en algunas encuestas, en ninguna se le visualiza como ganador. En consecuencia debería explicar que alianzas piensa hacer para alcanzar el éxito. Por tanto: ¿con quien piensa pactar Xavier Trias para ser alcalde? Ésa es una buena pregunta a responder cuando enseña la manzana como símbolo de su propuesta.


Todos sabemos que para ganar unas elecciones municipales hacen falta como mínimo tres ingredientes imprescindibles. A saber: Candidato, programa y equipo.

Veamos si el señor Trias tiene mimbres para hacer un cesto.

El candidato viene con una estela de agujeros considerable. ¿Quién no recuerda como dejó en términos económicos la sanidad catalana? ¿O las encuestas que siendo Consejero de Presidencia pagó con dineros públicos y escamoteó al parlamento?

Hasta la fecha no ha desvelado absolutamente nada de su programa. Sería bueno que empezara a explicar, para que los ciudadanos tuvieran conocimiento de causa, cual es su proyecto para nuestra ciudad porque hasta ahora más allá de criticar la acción del gobierno municipal y decir que se siente social demócrata, nada de nada. Y eso, además de una frivolidad, es un insulto a la inteligencia. El nacionalismo es al socialismo lo que el agua al aceite. No hay manera de mezclarlos. Afortunadamente, claro.

Y del equipo, ¿qué decir? ¿Alguien puede hablar bien o mal, tanto da, del grupo municipal de Convergencia en el Ayuntamiento de Barcelona? Seguro que no.

Así las cosas, considero que Trias mediante su manzana, más que un mensaje electoral, nos quiere hacer saber las discrepancias que mantuvo con su organización al ser propuesto como alcaldable. Hoy, de forma críptica, nos envía un adelanto de sus memorias porque sabe que su carrera política tiene fecha de caducidad y la fruta que ha escogido como emblema de campaña, lejos de sumar voluntades se ha convertido en la manzana de la discordia.

ABC, 18 mayo 06

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