09 de desembre 2024

INMIGRANTES, ¿PROBLEMA O SOLUCIÓN?

Vox empezó a sacar la cabeza en nuestro complejo sistema político a raíz de la eclosión del independentismo catalán, con la milonga de que España se rompe. Sin embargo, una vez que el procés estuvo amortizado y España sigue tan entera como antes de 2017, los de Abascal necesitaban algún argumento tremendista y con gancho para seguir a rueda del PP y no dejar de pellizcarle las posaderas; esa tesis la encontraron en su animadversión a los que vienen de fuera. Además, el rechazo a lo foráneo es uno de sus nexos de unión con personajes como Donald Trump, Viktor Orban, Giorgia Meloni o Marine Le Pen.   Y, de momento, no solo les funciona, sino que están llevando a su terreno al que se supone gran partido de la derecha de España, que cada vez se aleja más del centro y se acerca más al extremo. Pues bien, todo eso hace que la extrema derecha está imponiendo su relato sobre inmigración.

El pasado mes de abril, el único grupo parlamentario que en el Congreso de los diputados votó en contra de admitir a trámite una iniciativa legislativa promovida por organizaciones sociales para regularizar a cientos de miles de inmigrantes que viven en España, fue el de Vox. Cuatro meses después, era el PP el que se negaba a modificar la Ley de Extranjería para obligar a las comunidades autónomas a acoger a menores inmigrantes cuando una de ellas esté sobresaturada, como está ocurriendo este año en Canarias. Esa negativa de los populares supuso un duro enfrentamiento (uno más) entre Gobierno y oposición. En medio del rifirrafe Feijóo no tuvo ningún empacho en relacionar de forma torticera inmigración, delincuencia y ocupación de viviendas. “Pido el voto a los que no admiten que la inmigración ilegal se meta en nuestras casas, ocupando nuestros domicilios, mientras nosotros no podemos entrar en nuestras propiedades”; dijo en un acto electoral, y cuentan algunos de los allí presentes que se quedó tan pancho y no se le cayó la cara de vergüenza.

Barbaridades de ese tipo han hecho que la inmigración haya escalado puestos entre las preocupaciones de los españoles. El barómetro del CIS de junio la colocaba en el puesto noveno. Solo un mes después, ya se encontraba en el cuarto lugar de la clasificación de los grandes problemas del país entre los encuestados, impulsada por la crisis canaria de los menores, la imagen repetida en televisión de barcazas abarrotadas de personas desfallecidas por la travesía llegando a El Hierro y, por supuesto, la subida de intensidad del debate político.

Cuando se producen situaciones complejas como la que nos ocupa, no faltan iluminados que proponen soluciones mágicas. Es el caso del mamporrero, Miguel Tellado, portavoz parlamentario del PP. Por eso, el fino estilista dialéctico propuso en su momento que “el ejército controlase las costas para evitar la llegada de pateras” y “deportaciones masivas”. Algo que como denuncian los especialistas está sencillamente prohibido por el derecho internacional. Además, de ser literalmente impracticable, ¿cómo se hace?  A ver, se coge a 20.000 personas y ¿dónde los llevas?, ¿qué haces con ellas? Comenta un experto en la materia.

La realidad es que los inmigrantes son la solución a buena parte de nuestros problemas. Los empresarios encuentran mano de obra disponible para trabajos que normalmente los de aquí no quieren hacer, porque, por lo general, suelen ser tareas, bastante ingratas, en el sector de los servicios y/o de soporte a las personas mayores o con discapacidad, con horarios muy amplios y, habitualmente, bastante mal pagados. También las clases sociales acomodadas los pueden pagar para que los recién llegados se ocupen de sus hijos o de sus padres, mientras ellos llevan a cabo un trabajo más atractivo y mejor remunerado. 

Es cierto, sin embargo, que entre las clases más populares y los inmigrantes, a menudo, se producen algunos choques por conflictos de intereses. Suele ocurrir con las ayudas que las administraciones otorgan a los más desfavorecidos. Quizás el asunto más paradigmático, en este terreno, sean las becas comedor, pero no el único. Y ese es el caldo de cultivo perfecto para que el populismo arraigue en esos segmentos de la población.

Hay quién ve la llegada de los inmigrantes más como un problema que como una solución, cuando en realidad esas personas son más parte de lo segundo que de lo primero. Hemos de ser conscientes de que la democracia está en jaque y la inmigración es un medio para acosarla. En Hungría, por ejemplo, Víktor Orban ataca con dureza la inmigración, cuando se da la paradoja que en su país casi no existe. Y es que esto no va solo de inmigración, también va de democracia. En consecuencia, debemos persistir en la lucha contra las desigualdades y no segregar a las personas por haber nacido en otro sitio. Los inmigrantes no tienen menos derechos que nosotros y ellos también merecen poder desarrollar un proyecto de vida.

En definitiva, son muchos los pros que avalan la llegada de gente que viene buscando un lugar donde vivir y un futuro mejor, mientras que son muy pocos o ninguno los contras que sugieren su rechazo. Por consiguiente, tengamos claro que los inmigrantes son más parte de la solución que del problema.

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en CatalunyaPress 08/12/2024

 

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