“Quítate que tiznas”, dicen que le
dijo la sartén al cazo. Algo similar le podría decir Pedro Sánchez a Carles
Puigdemont, ahora que se ha descolgado pidiendo al presidente que se someta a
una cuestión de confianza porque “no es de fiar”. Miren ustedes por dónde. Y
eso lo dice un personaje que proclamó una república de ocho segundos, que no
tuvo narices de descolgar la bandera de España del Palau de la Generalitat, que
dijo que si no ganaba las elecciones dejaría la primera línea política y no lo
ha hecho, que también dijo que estaría presente en el debate de investidura y
no estuvo, que cobra sueldo de diputado, pero no aparece por los plenos y
pretende dirigir la política española desde su mansión de Waterloo. En fin, que
voy a explicar que ustedes no sepan.
Tras una reunión de la Comisión
Ejecutiva de Junts celebrada el pasado 9 de diciembre en Waterloo (eso es lo
más normal del mundo, celebrar reuniones de trabajo a miles de quilómetros del
lugar donde se lleva a cabo la acción política y la entidad tiene su sede),
compareció el expresident ante los medios de comunicación para poner de
manifiesto su malestar por la tardanza, según él, en el traspaso de las
competencias en inmigración a Cataluña, el uso del catalán en las instituciones
europeas y de la ley de amnistía de la que no se beneficia por estar acusado
de malversación, que es el argumento que utilizan los jueces para dejarlo
al margen de la norma.
Es posible que en el Gobierno central
haya ciertas reticencias para llevar a cabo determinadas transferencias. Pero,
en mi opinión, la realidad es más sencilla. Carles Puigdemont sabe que está
colgado de una brocha y necesita marcar perfil propio. El procés, como arma
política, ya es historia, el independentismo está bajo mínimos, Junts tiene una
muy escasa representación institucional y su capacidad de influir en el Govern
es inexistente, pero, sin embargo, por esas carambolas de la aritmética
parlamentaria, sus siete votos son decisivos en el Congreso de los diputados.
Esa es la cuestión.
Como el propio expresident manifestó,
solicitar a la Cámara una moción de confianza es competencia exclusiva del
presidente del Gobierno. Por lo tanto, si de verdad en Junts están tan
preocupados por esos traspasos, hubiera sido mucho más operativo descolgar el
teléfono de algún negociador del PSOE y hacerle una seria advertencia. Seguro que
así se hubiese obtenido alguna contrapartida, pero, en ese caso, Puigdemont no
hubiera tenido protagonismo y no habría salido en los telediarios, algo de lo
que anda muy escaso desde su performance de agosto en Barcelona.
La política catalana es un auténtico
laberinto y lo que está detrás de esta sobreactuación, es la lucha cainita que
mantienen Junts y ERC para ver quién es el partido hegemónico del
independentismo catalán. Los republicanos han celebrado este fin de semana la
segunda vuelta de su proceso electoral interno para escoger a la dirección del
partido. Oriol Junqueras ha sido el ganador y, según parece, su ajustada victoria
se debe, en buena parte, a las advertencias que lanzó durante la campaña de
subir el listón de cumplimiento a los socialistas. Después de hacer un
seguimiento de declaraciones y contradeclaraciones de los líderes republicanos,
es fácil llegar a la conclusión que el voto para que Illa fuera investido
president es una espina que llevan clavada y piensan que puede infectar su
pureza nacional, y para evitar esa posible propagación hay que marcar
distancias con el socialismo porque no son gente de fiar. Aunque visto lo
visto, mejor harían los de Junqueras en poner la casa en orden y levantar las
alfombras no vaya a ser que encuentren algún cadáver escondido y el mal olor
les inunde la estancia.
Tanto Junts como ERC necesitan marcar
perfil propio y eso pasa por ver quién es más exigente con el Gobierno central
y cuál de las dos formaciones se lo pone más difícil a Salvador Illa para
gobernar en la Generalitat. Aunque los republicanos dieron un sí a la
investidura de Illa, fue un sí crítico y coyuntural, cargado de noes. Al fin y
al cabo, en su opinión, los del PSC son unos botiflers y no tienen pedigrí de
catalanidad.
Para el nacional-independentismo los
socialistas siempre han sido unos advenedizos españolistas. Lo son tanto que no
les ha importado incorporar a la Policía Nacional y a la Guardia Civil al
servicio de Emergencias y con esa maniobra han descatalanizado el 112. Por eso,
desde ERC exigen que se revierta la integración o amenazan con no negociar los Presupuestos
para 2025. Están tan obcecados que han
olvidado aquello de “no importa que el gato sea blanco o negro, lo que cuenta
es que cace ratones”
Resulta muy difícil llegar a acuerdos
fiables y solidos con formaciones políticas que tienen una visión tan primaria,
simplista y cerrada como es el caso de Junts y ERC. Así pues, seamos conscientes
de que tanto la legislatura nacional como la catalana penden de un hilo y
cualquier día el carro se puede despeñar por el pedregal. Pero es lo que hay.
Con estos mimbres solo se pueden hacer estos cestos.
Bernardo Fernández
Publicado en Catalunya Press
16/12/2024
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