Decir que vamos a tener
un otoño caliente es un tópico y, sin embargo, en esta ocasión es rigurosamente
cierto. A nivel internacional hemos iniciado un viaje con rumbo a lo
desconocido y entramos en una etapa de turbulencias que nadie sabe ni dónde nos
llevará ni cuánto durará. En el ámbito nacional, tanto en el terreno social
como en el político la crispación es máxima; además faltan ocho meses para
iniciar un nuevo ciclo electoral y eso siempre genera tensión. Con este
panorama tan poco halagüeño, les sugiero que se abrochen los cinturones y se
dispongan a vivir una época de sobresaltos, estrecheces y vértigo. En esencia,
algo no muy distinto a lo que vivimos habitualmente, pero, ahora, más acentuado.
Para entender la situación
que nos toca vivir, se hace imprescindible conocer el entramado político
internacional del que formamos parte, así podremos tener un mínimo conocimiento
de causa y no nos perderemos en ese enjambre que es la geoestrategia que, a priori,
puede parecer inescrutable. Veamos.
Con la invasión de
Ucrania por las tropas rusas, el pasado mes de febrero, el frágil status quo,
que se estableció a partir de la caída del muro de Berlín en 1989, se ha desmoronado
como un casillo de naipes.
En
este contexto, decir que Rusia ha roto el tablero quizás sea un tanto
exagerado, pero es evidente que el conflicto bélico en el Este de Europa ha
sido el disparadero para que los países se reposicionen o, por lo menos, lo
intenten. China ya no se conforma con ser el acompañante pobre
de EEUU. No solo quiere tener su propio espacio en el concierto mundial, sino
que aspira a liderar el nuevo orden geopolítico. La reciente crisis con Taiwán
no ha sido fruto de la casualidad; ahí Nancy Pelosi le ha hecho el juego al
gigante asiático, y, quizás, sin querer, ha sido el colaborador necesario de Xi
Jimping para que este sacara a pasear el nacionalismo más rancio. Las tensiones
en el Pacífico se multiplican. India es una de las grandes beneficiadas de la
guerra en Ucrania porque buena parte del petróleo que Rusia no vende en Europa
va a ese país. Indonesia juega la carta de la neutralidad, Siria va de la mano
del Kremlin Pakistán mantiene su relación especial con
China y con Corea del Norte. Argelia estrecha sus lazos con Rusia, mientras que
China Y Rusia se acercan por diversas vías a América Latina, Nicaragua,
Venezuela y Cuba reciben asistencia militar rusa. En cambio, el gigante asiático
sigue el camino del comercio. Y en el Sahel el radicalismo islámico no da
tregua y Francia se ve superada por los acontecimientos. En ese contexto, Sudán,
y Nigeria parecen dos personajes olvidados en este culebrón imperfecto que es
el sistema geopolítico mundial.
A todo esto, hay que añadir que el fantasma de la
recesión se empieza a perfilar en el futuro europeo inmediato. La paridad del
euro con el dólar, aunque pueda beneficiar a algún sector como, por ejemplo, el
del turismo, nos hace, en conjunto, un poco más pobres. Algunos organismos
económicos ya advierten que en los 19 países que comparten el euro como moneda
única, puede haber una bajada temporal del PIB que
se sitúe entre el 2% y el 4%.
Pues bien, ese estado de cosas está generando una
inestabilidad que hace que en el día a día nos empiecen a escasear materias
primas, alimentos, componentes electrónicos, fuentes de energía o carburantes,
y para tenerlos hay que pagar más, es decir, aumenta la carestía de la vida y
eso hace que nos cueste más llegar a final de mes. Ante esa situación, quién
pueda tendrá que echar mano de los ahorros y quién no, deberá cambiar de
hábitos y apretarse el cinturón. O sea, el clima perfecto para crispar el ambiente
social que comentaba al principio de esta columna.
Por
otra parte, la situación política no ayuda a que nos soseguemos, lo vimos hace
unos días en el Congreso de los Diputados, la de cabriolas que tuvo que hacer
el Gobierno para lograr los apoyos necesarios para sacar adelante el decreto de
Medidas de Ahorro Energético. Al final el Ejecutivo tuvo que avenirse a
convertir ese decreto en ley para que los diversos grupos parlamentarios puedan
introducir modificaciones mediante enmiendas; de esa manera, se consiguió que
la mayoría de la investidura se mantuviese monolítica.
Y
las circunstancias van continuar así…, o peor. Con una situación internacional
de la que nadie espera nada bueno ni a corto ni a medio plazo y, encima, con
unas elecciones municipales y autonómicas en diversas comunidades a la vuelta
de la esquina. Por lo tanto, no cabe esperar que las aguas de la política
nacional se calmen. Más bien todo lo contrario, porque a pocos meses de esos
comicios llegarán las generales.
De
todas formas, la clave de bóveda de lo que queda de legislatura estará en si se
aprueban o no los presupuestos para el año próximo. Si el Gobierno consigue
sacarlos adelante, la oposición, por mucho que pataleé, deberá conformarse con
ir viendo caer las hojas del calendario hasta el próximo ciclo electoral. De no
ser así, lo más probable es que Pedro Sánchez y su equipo ni quieran ni puedan
seguir navegando en aguas tan procelosas y contaminadas.
En
Cataluña, además de todo eso, que no es poco, tendremos que seguir con nuestras
“especificidades”, pero, si les parece, los comentarios sobre la cuestión los
dejaremos para una próxima entrega.
Bernardo
Fernández
Publicado
en e notícies 29/08/2022
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