08 d’abril 2017

SIN SOLUCIÓN, DE MOMENTO

Por fin, después de estar varios meses mareando la perdiz, el domingo, 26 de marzo, Susana Díaz hizo pública su candidatura para lidera el Partido Socialista Obrero Español. Según dicen las crónicas la “Sultana” reunió a unas 9.000 personas en el recinto ferial Ifema de Madrid. Allí estaban todos. Los que fueron, los que son y los que quieren ser. Además de los cuatro apóstoles (Felipe, Zapatero, Guerra y Rubalcaba), también estaban Guillermo Fernández Vara, Emiliano García Page o Ximo Puig entre otros muchos. Es decir, el aparato, aparato. Tampoco faltaron viejas glorias como José Bono, Matilde Fernández o Carme Chacón, ésta última, aún en edad de merecer.
De todos modos, quien se llevó el gato al agua -según mi modesto entender-, fue el alcalde de Cornellá, Antonio Balmón, cuando, actuando como telonero, dijo que “el PSOE es el PSC y el PSC el PSOE”. ¡Madre mía! Este chico aún no se ha enterado de que va la película, por qué si el PSOE es igual al PSC, ¿no teníamos bastante con la Federación catalana del PSOE? ¿A qué venía entonces fundar otro partido? Quizás sólo con la Federación algún que otro disgusto nos hubiéramos ahorrado.
El problema estriba en que Balmón forma parte de la dirección de PSC, y el PSC, por boca de su primer secretario, Miguel Iceta, se comprometió a ser estrictamente neutral en el proceso de elecciones primarias para escoger el nuevo secretario general de los socialistas, y los compromisos siempre es bueno cumplirlos. Claro que lo mismo podría decirse de Nuria Parlón, alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, al igual que el alcalde Cornellá integrante de la dirección del partido, cuando da soporte público a Pedro Sánchez.
Por otra parte, sería deseable que los medios de comunicación fueran absolutamente imparciales. No es de recibo que un periódico como EL PAÍS, en su edición del lunes 27 de marzo, dedique dos páginas al acto de Díaz y despache con media página a Sánchez y López respectivamente. Respeto, señores. Respeto.
En cualquier caso, que nadie se equivoque. En mi opinión, ninguno de los tres candidatos tiene la solución a los problemas que el socialismo tiene planteados y le están convirtiendo, poco a poco, en una fuerza política casi residual. Basta echar un vistazo al resto de Europa para contrastar esta afirmación.
Las causas de la debacle socialdemócrata son profundas y complejas y deben buscarse en ámbitos diversos. En estas circunstancias, resulta bastante sencillo constatar que la crisis en la que anda sumido el socialismo español no es demasiado diferente a las crisis que están padeciendo los distintos partidos socialistas europeos.
Entre otras cosas, ocurre que los partidos socialdemócratas han ido rebajando sus planteamientos. Hoy día, parece que el programa máximo de la socialdemocracia consiste en relajar los plazos de los ajustes y reclamar algo de inversión pública.
Se debería explicar que no se trata de prescindir del Estado de bienestar, que tendrá que seguir existiendo, pero habrá que reformarlo para hacerlo más eficiente y sostenible. La desigualdad social es consecuencia de una desigualdad previa en la distribución del poder económico. Por eso, pueden ser necesarias intervenciones para fragmentar el poder financiero (concentrado en unos pocos bancos, sobre todo, ahora, tras la desaparición de las cajas).
Se hace necesario repensar las ideas fuerza de la izquierda reformista. Hay que volver a ilusionar a la sociedad, pero sobre todo a las clases medias y populares, sin dejar fuera a aquellos que sufren desigualdad y marginación. Sólo así se podrá conectar de nuevo con los ciudadanos, lograr que vuelvan a participar y recuperar su confianza.
Si a partir de ahí se construye un proyecto sólido y acto seguido un programa aplicable que ilusione, el líder surgirá por añadidura.

Bernardo Fernández

Publicado en e-notícies.cat 30/03/17

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