Por fin, después de estar
varios meses mareando la perdiz, el domingo, 26 de marzo, Susana Díaz hizo
pública su candidatura para lidera el Partido Socialista Obrero Español. Según
dicen las crónicas la “Sultana” reunió a unas 9.000 personas en el recinto ferial
Ifema de Madrid. Allí estaban todos. Los que fueron, los que son y los que
quieren ser. Además de los cuatro apóstoles (Felipe, Zapatero, Guerra y
Rubalcaba), también estaban Guillermo Fernández Vara, Emiliano García Page o
Ximo Puig entre otros muchos. Es decir, el aparato, aparato. Tampoco faltaron
viejas glorias como José Bono, Matilde Fernández o Carme Chacón, ésta última, aún
en edad de merecer.
De todos modos, quien se llevó
el gato al agua -según mi modesto entender-, fue el alcalde de Cornellá,
Antonio Balmón, cuando, actuando como telonero, dijo que “el PSOE es el PSC y
el PSC el PSOE”. ¡Madre mía! Este chico aún no se ha enterado de que va la
película, por qué si el PSOE es igual al PSC, ¿no teníamos bastante con la
Federación catalana del PSOE? ¿A qué venía entonces fundar otro partido? Quizás
sólo con la Federación algún que otro disgusto nos hubiéramos ahorrado.
El problema estriba en que
Balmón forma parte de la dirección de PSC, y el PSC, por boca de su primer
secretario, Miguel Iceta, se comprometió a ser estrictamente neutral en el
proceso de elecciones primarias para escoger el nuevo secretario general de los
socialistas, y los compromisos siempre es bueno cumplirlos. Claro que lo mismo
podría decirse de Nuria Parlón, alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet, al igual
que el alcalde Cornellá integrante de la dirección del partido, cuando da
soporte público a Pedro Sánchez.
Por otra parte, sería deseable
que los medios de comunicación fueran absolutamente imparciales. No es de
recibo que un periódico como EL PAÍS, en su edición del lunes 27 de marzo,
dedique dos páginas al acto de Díaz y despache con media página a Sánchez y
López respectivamente. Respeto, señores. Respeto.
En cualquier caso, que nadie
se equivoque. En mi opinión, ninguno de los tres candidatos tiene la solución a
los problemas que el socialismo tiene planteados y le están convirtiendo, poco
a poco, en una fuerza política casi residual. Basta echar un vistazo al resto
de Europa para contrastar esta afirmación.
Las causas de la debacle
socialdemócrata son profundas y complejas y deben buscarse en ámbitos diversos.
En estas circunstancias, resulta bastante sencillo constatar que la crisis en
la que anda sumido el socialismo español no es demasiado diferente a las crisis
que están padeciendo los distintos partidos socialistas europeos.
Entre
otras cosas, ocurre que los partidos socialdemócratas han ido rebajando sus
planteamientos. Hoy día, parece que el programa máximo de la socialdemocracia
consiste en relajar los plazos de los ajustes y reclamar algo de inversión
pública.
Se
debería explicar que no se trata de prescindir del Estado de bienestar, que
tendrá que seguir existiendo, pero habrá que reformarlo para hacerlo más
eficiente y sostenible. La desigualdad social es consecuencia de una
desigualdad previa en la distribución del poder económico. Por eso, pueden ser
necesarias intervenciones para fragmentar el poder financiero (concentrado en
unos pocos bancos, sobre todo, ahora, tras la desaparición de las cajas).
Se hace necesario repensar las
ideas fuerza de la izquierda reformista. Hay que volver a ilusionar a la
sociedad, pero sobre todo a las clases medias y populares, sin dejar fuera a
aquellos que sufren desigualdad y marginación. Sólo así se podrá conectar de
nuevo con los ciudadanos, lograr que vuelvan a participar y recuperar su
confianza.
Si a partir de ahí se
construye un proyecto sólido y acto seguido un programa aplicable que ilusione,
el líder surgirá por añadidura.
Bernardo Fernández
Publicado en e-notícies.cat
30/03/17
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