Siendo Mariano Rajoy presidente
en funciones, en un acto de humildad -que vamos a suponer sincera-, dijo que no
aprovecharía la crisis del PSOE para poner condiciones y que trabajará día a
día para ganarse la confianza de las otras formaciones presentes en el
Congreso, y de los ciudadanos por añadidura.
Pues bien, por cortesía
política no entraré a valorar esas palabras, en principio, vamos a conceder al
flamante Presidente del nuevo Gobierno, el beneficio de la duda. Sin embrago,
lo que no ha dicho Rajoy es que no podrá aplicar el programa electoral con el
que acudió a las elecciones del 20 de diciembre, que era prácticamente el mismo
de las elecciones del 26 de junio. La razón es sencilla: pocos días después de esos
últimos comicios Bruselas cambió algunas normas.
Así, por ejemplo, España,
a cambio de librarse de una multa por los continuos incumplimientos de los
objetivos de déficit (ni un solo año el ejecutivo de Rajoy se ha ajustado a lo
previsto), tendrá su economía bajo un sistema
de vigilancia reforzada. Nuestra política económica será tutelada por la
Comisión Europea. Es decir, volverán los antiguos hombres de negro de nuevo por
Madrid.
Sí o sí, hay que llegar
a un objetivo de déficit del 2,2% del PIB a finales de 2018 (lo que significa
qué desde finales de este año hasta esa fecha, deberemos hacer un esfuerzo
fiscal, uno más —combinación de más ingresos y menos gastos— de unos 24.000
millones de euros). Además, es una obligación imperiosa, de no lograrlo, se nos
congelarán fondos europeos por valor de 1.000 millones de euros y se debería pagar
una multa, esta vez sin amnistía, de 5.500 millones, lo cual agravaría, aún
más, todos nuestros problemas.
Desde el gobierno dicen
que de cada 100 euros de dinero público que se gasta el Estado, 63 corresponden
a gasto social. Su distribución es la siguiente: 26 euros a pensiones (9,5
millones de pensionistas gastan anualmente 130.000 millones de euros), 14 euros
a sanidad, nueve a educación, ocho a otros gastos sociales, y seis a la protección
por desempleo. En estas circunstancias, sería bueno que nos explicaran como se
van a pagar las misas sin que afecte al Estado del bienestar
Con este panorama de fondo,
más pronto que tarde se va a poner de manifiesto la debilidad del PP en un parlamento
que va a ser el más hostil y fraccionado a que se ha enfrentado un gobierno en
la reciente historia democrática. Por eso, no deberá extrañar que muchos de los
debates que allí se produzcan se lleven hasta los extremos, incluso algunos se
realicen a cara de perro.
En este contexto, está por ver
cómo reacciona el PSOE. El horizonte socialista se ve lleno de negros
nubarrones que amenazan algo más que una tormenta política más o menos intensa.
Existe el peligro serio de que el socialismo español se convierta en una suma
de federaciones, reinos de taifas y baronías, en el que cada cual se preocupe tan
solo de su parcela de poder y donde los hilos conductores comunes pasen a ser
algo totalmente secundario. De suceder algo así, sería una muy mala noticia. No
obstante, una organización con 137 años de vida, que se ha visto en situaciones
harto comprometidas y ha sabido siempre salir airosa, merece un respeto y unos
cuantos votos de confianza. De momento, hay que esperar y ver si son capaces de
sobreponerse a sus contradicciones internas y cerrar heridas.
En circunstancias normales la
actual gestora del partido de Ferraz no podrá aplazar indefinidamente el
congreso que el PSOE tiene pendiente. Será el año próximo cuando el conclave
socialista deba decidir un nuevo proyecto y, a su vez, escoger un nuevo líder.
De cómo se haga esa elección, si en primarias por toda la militancia o
directamente en el congreso, puede depender, por mucho tiempo, el futuro del
partido.
Y mientras, los “podemitas” se
frotan las manos y aguardan ansiosos para asaltar el espacio de la segunda
fuerza política que los socialistas parecen empeñados en abandonar. De hecho,
Pablo Iglesias ya ha anunciado que su formación se debe radicalizar, enfrentase
al sistema y ser beligerantes. Considera que, si el PSOE se abstiene en la
investidura de Rajoy, obtener el liderazgo de la oposición es cosa hecha.
Ahora bien, de hacer
autocrítica y analizar porque perdieron un millón de votos en las elecciones
del 26 de junio, nada de nada.
Madre del amor hermoso lo que
nos espera.
Bernardo Fernández
Publicado en e-noticíes.cat
07/11/16
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