Raúl Romeva, portavoz oficioso de los negociadores
de Junts pel Sí con la CUP para lograr un pacto de legislatura, había dicho
hasta la saciedad que la investidura de Artur Mas no era negociable. El propio
Mas, cuando ya se agotaban los plazos para llevar a cabo esa investidura,
manifestaba que la CUP podía forzar unas elecciones, pero no cambiar el
presidente de la Generalitat.
Sin embargo, cuando todo indicaba que los catalanes
seríamos convocados a unas nuevas elecciones, el presidente en funciones cambió
de planteamientos y dando un giro copernicano, casi en tiempo de
descuento, anunció que daba un paso
atrás y proponía como candidato a la presidencia de la Generalitat a Carles
Puigdemont, alcalde de Girona y presidente de la Associaicó de Municipis
Independentistes (AMI).
Con su renuncia y esa designación Artur Mas ha
logrado cerrar un pacto con la CUP que ha de permitir tener un govern estable para
llevar a cabo la ardua tarea de desarrollar unas estructuras de Estado que permitan en su momento la “desconexión”
de España. Poco importa que ese nuevo ejecutivo este asentado en un
acuerdo parlamentario basado en el transfuguismo, aunque se haya
disimulado con el eufemismo de que “2 diputados de la CUP se incorporan a Junts
pel SÍ”. Un acuerdo vergonzante para los cuperos porque además de ceder
diputados les desactiva, ya que se comprometen a no votar con la oposición. O
sea que ríanse ustedes del estalinismo, cosa de niños comparado con este
acuerdo. La oposición ya puede pretender la conquista del cielo que si la
mayoría dice que no la CUP dirá no sin
pestañear. Y después dirán que quieren hacer la revolución y su socialismo es inmaculado.
Artur Mas ha hecho de la necesidad virtud. Sabía que
de ir a unas nuevas elecciones, la reedición de Junts pel Sí sería poco menos
que misión imposible. ERC no está por la
labor. En esas circunstancias presentarse ante el electorado sin el salvavidas
de los republicanos podría haber significado una auténtica debacle para
Convergencia.
Artur Mas es astuto, se ha retirado de la carrera
por la presidencia cuando ha visto que pintaban bastos, pero no se va de la
política. Ahora, se dedicará a la
refundación de su partido y muy probablemente su sucesor le premiara con alguna
embajada volante para explicar por el mundo las excelencias del procès. Ver
para creer.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 13/01/16
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