Durante más de 25 años los catalanes de buena fe,
que somos la mayoría, hemos vivido en la inopia. Nos hicieron creer que
Cataluña era diferente, y aquí nunca ocurrirían casos de corrupción tan vergonzantes
como, por ejemplo, el de la operación
Malaya (¿Recuerdan? El expolio del Ayuntamiento de Marbella, con su cerebro,
Juan Antonio Roca, que tenía valiosas
obras de arte colgadas en el cuarto de baño), o las mordidas del que fue Director de la Guardia Civil, Luís
Roldán. Mientras que en el resto de España menudeaba la perversión y el
capitalismo de amiguetes, esto era un oasis.
El oasis catalán nos decían. Pues bien, con el
tristemente célebre 3% y todo lo que de ahí se deriva, más la familia Pujol al
completo, han convertido Cataluña en una auténtica ciénaga. Todo ello con un
hilo conductor imprescindible: Convergencia Democrática de Cataluña.
La relación de mordidas, corruptelas y comisiones
ilegales es larga y probablemente nunca se conocerá en su totalidad. No
obstante, conviene señalar que fue
Pasqual Maragall quien puso el dedo en la llaga y por primera vez, en sede
parlamentaria, habló del 3%.
En ese gran entramado de corrupción la familia Pujol
Ferrusola tiene un papel preponderante. Tanto es así que los investigadores la
consideran una trama familiar delictiva que ha acumulado importantes cantidades
de dinero de origen ilícito en cuentas en el extranjero, principalmente en
Andorra.
Por si todo esto fuera poco, el caos y la paranoia llegaron
a la política catalana con la constitución del nuevo Parlament. La flamante presidenta de la cámara, Carme Forcadell,
cerró su discurso de investidura con un “viva
la república catalana”. Acto seguido, las dos formaciones independentistas del
mismo, Junts pel Sí y la CUP, presentaban una propuesta de resolución en la que
se declara “solemnemente” el inicio de “un proceso de creación del Estado
catalán en forma de república”. Ahí es nada.
Es evidente que tanto si prospera como si no esta
iniciativa parlamentaria, el “procés” ha perdido toda legitimidad, si es que
alguna vez la tuvo. Además, sus impulsores han puesto de manifiesto su más
absoluta incompetencia y miopía política. Ni Lluís Companys llegó tan lejos en octubre
del 34.
Como consecuencia de todo esto, hoy Cataluña
proyecta al mundo una imagen de corrupción sistémica y desvarío político
colosal. Lamentablemente, esa es la realidad.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 04/11/15
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