02 de maig 2012

APRENDER DE LA HSITORIA

En julio de 1977, después de ganar las primeras elecciones libres, Adolfo Suárez nombraba a Enrique Fuentes Quintana, uno de los más prestigiosos economistas del país en aquel entonces, vicepresidente económico del Gobierno. De esa forma, el ajuste económico que se debía hacer se convertía en el eje vertebrador de toda la acción política. Era de todo punto necesario restablecer el equilibrio económico y, para ello, se debía frenar la espiral desbocada de precios y salarios, origen de una inflación galopante, a la vez que había que reducir el déficit público y poner freno a la deuda que iba camino de alcanzar niveles inasumibles. En esas circunstancias, Fuentes Quintana tuvo claro que en una operación de esas magnitudes sería imposible tener éxito sin tener en cuenta a las fuerzas políticas y sociales más relevantes. En consecuencia, promovió una negociación multilateral en la que, además del Ejecutivo, participaron las fuerzas políticas con representación parlamentaria, sindicatos y patronales. El resultado de esas negociaciones fueron los Pactos de la Moncloa que se firmaron en octubre de 1977. Hoy, con la perspectiva que dan los más de 35 años transcurridos, podemos decir que los Pactos de la Moncloa fueron un éxito. Como país conseguimos transitar de un sistema autoritario a una democracia y admitiendo que hubo errores y omisiones el objetivo principal, la transición política se logró plenamente. Ciertamente, aquella situación dista mucho de la actual, pero algunos rasgos de entonces parecen comunes a los de la crisis actual. Teníamos y tenemos una economía con problemas estructurales graves, los orígenes de la situación, en buena parte, eran y son ajenos a nosotros y entonces, como ahora, se percibía y se percibe debilidad en la acción política. Asimismo, la contracción del PIB fue en aquella época del 1%, mientras que desde principios de 2008 hasta hoy la caída del Producto Interior Bruto ya ha alcanzado el 5%. Si miramos las cifras de desempleo, veremos que ahora superamos los 5 millones de parados que equivalen a un 24% de la población activa, la misma proporción que en 1985. Un antiguo adagio dice que los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla. Y aunque es verdad que el PP de hoy, a diferencia de la UCD de 1977, goza de una cómoda mayoría parlamentaria y eso le permite aprobar mecánicamente cuantas iniciativas considere oportunas, resulta una evidencia que los populares se están quedando aislados. Un ejemplo: la tramitación de los presupuestos aprobada recientemente, votada favorablemente sólo por la bancada popular. Si lo que se pretende es mantener el Estado del bienestar dentro de unos límites lógicos, los pactos son absolutamente necesarios. No es razonable llevar a cabo un recorte presupuestario de 27.000 millones de euros y otro adicional de más de 10.000 millones en sanidad, educación y universidades sin tener en cuenta a la oposición política y los agentes sociales. Todos estos datos y muchos otros indican que le Gobierno está siendo superado por los acontecimientos. En estas circunstancias es sensato pensar que se debería convocar a las fuerzas vivas del país (tanto políticas como sociales) y aparcar los intereses partidistas para arrimar, todos, el hombro y remar en la misma dirección. Tan solo así podremos salir de esta crisis que es sistémica. Y precisamente por ser sistémica, no la superaremos sino no es, primero, con la complicidad de la sociedad civil en el ámbito interno, como se hizo en la época de la transición. Y después, buscando la colaboración de países como Italia o Bélgica que están con el agua al cuello como nosotros. De hacerlo, seguro que otros se añadirían a nuestras propuestas. Además, si finalmente Françoise Hollande acaba ganando la Presidencia de Francia, puede ser no ya un gran aliado, sino el paladín que plante cara a las políticas de austeridad a ultranza de Ángela Merkel, que son las que nos están poniendo a los pies de los caballos. Será curioso que al final un socialdemócrata confeso como es Hollande tenga que ser quien salve los muebles de un gobierno tan de derechas como es el de Mariano Rajoy. Y es que la política como la vida, es una pura contradicción. Bernardo Fernández Publicado en la Voz de Barcelona 27/04/12

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