Hace poco más de una semana que la tuneladora Barcino dejó atrás la Sagrada Familia y el templo sigue en pie. Han sido 8 años de batallas en todos los frentes que bien hubieran podido echar por tierra un proyecto que favorece no solo a la ciudad de Barcelona sino a gran parte del Área Metropolitana. En ese tiempo, los profetas de la catástrofe no han dudado en utilizar todos los medios a su alcance para lograr sus fines. Fines, que no eran otros que desgastar tanto como fuera posible al Gobierno de la ciudad y en especial al Alcalde Jordi Hereu.
Es verdad que el hundimiento del túnel del Carmelo produjo una cierta alarma social. Ahora bien, los responsables técnicos del proyecto manifestaron, por activa y por pasiva, la práctica imposibilidad de que algo similar se produjese en el paso del AVE por el centro de Barcelona. Hubiera bastado una actitud más comedida de los máximos mandatarios del Patronato de Templo y de los líderes de la oposición municipal para modular los ánimos de los vecinos. Pero no, CiU y PP en 2005 se desdijeron de lo que habían pactado tan solo tres años antes, cuando eran responsables de la Generalitat y del Gobierno Central respectivamente. Todo un ejemplo de coherencia. Los políticos locales vieron aquí la oportunidad de arañar unos cuantos votos, alarmando al personal y se lanzaron a ello sin contemplaciones. De esa forma pusieron de manifiesto su cortedad de miras, escasa estima por la ciudad y un desmesurado afán por llegar al poder.
La tensión alcanzó su punto álgido cuando La Dirección del Patronato impugnó la obra ante la Audiencia Nacional. Ahí CiU no perdió ocasión para presionar y a punto estuvieron de conseguir su objetivo. Tuvo que ser el Alcalde Hereu que decidido a llevar el proyecto adelante envió una carta abierta a José Luís Rodríguez Zapatero consiguiendo así que la obra no se paralizara.
Lo que resulta lamentable y un insulto a la inteligencia de los ciudadanos de Barcelona es la actitud de Xavier Trías, puesto que ahora asegura que él nunca dudó de la bonanza de la obra. Además confunde churras con merinas, ya que lejos de admitir su error, sostiene que el Alcalde no entiende en qué consiste la democracia. Falso. Nadie cuestiona la discrepancia política que no sólo es legítima sino necesaria; lo que está en tela de juicio es la actuación torticera y malévola de unos grupos políticos que intentaron soliviantar a los ciudadanos desconfiando del trabajo de unos profesionales como la copa de un pino. Ese es el nudo gordiano del affaire. Lo otro es querer confundir a la opinión pública y de eso los barceloneses estamos hasta más arriba. Como dicen los castizos del lugar: “ja n’hi ha prou!”
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 27/10/2010
28 d’octubre 2010
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