El pasado sábado Cataluña se echó a la calle y Barcelona quedó pequeña para acoger a todos aquellos que quisieron mostrar su rechazo a la sentencia del TC sobre el Estatuto. Una sentencia que nunca se debió dictar. Es innegable que el nuevo Estatuto fue planteado de forma impecablemente democrática y así es como hay que continuar. Aunque el fallo haya dilapidado los anhelos de un pueblo. Hemos de huir de los desplantes, de las algaradas y de las provocaciones. Hay que seguir trabajando por la consolidación de una España diversa y, para hacer ese camino, la vía federal es la única posible.
La asignatura pendiente de este país es la estructura territorial del Estado. No cabe duda que la fórmula utilizada en la transición creando el Estado de las Autonomías ha dado a lo largo de treinta años unos magníficos resultados, pero es un proceso que, por su dinámica, debería culminar en una estructura política federal. No obstante una parte importante de españoles no ha asumido que el Estado de las Autonomías es el núcleo de un Estado Federal. Hay quien entiende un gobierno autonómico como una gran diputación, y no es así. Por su parte, los nacionalistas catalanes utilizan una cierta cicatería para ocultar sus aspiraciones secesionistas. Muchos cuando hablan de federalismo están pensando en una relación bilateral Cataluña España. La verdad es que los federalistas escasean aquí y allí.
Por otra parte, son muchos los que rechazan que Cataluña sea una nación con historia, lengua y cultura propias, con derecho y voluntad de proyectarlas; en contrapartida aquí no se admite España como nación, de ahí el uso y abuso del término Estado español. La consecuencia es el conflicto histórico en el que estamos enrocados desde hace demasiado tiempo. Así las cosas, unos y otros deberíamos tener el coraje necesario para desarrollar el estado autonómico por la vía federal. De forma simultánea desde Cataluña deberíamos ser capaces de concretar y clarificar nuestra propuesta.
No podemos mantener de forma indefinida un “estira y afloja” como el actual. Ante esta situación tenemos tres opciones: la resignación y el inmovilismo, iniciar el camino de la secesión –lo cual sería echar el carro por el pedregal- o bien optar por un Estado Federal. Pero para hacer eso posible necesitamos crear un frente común de los partidos mayoritarios catalanes, y elaborar una hoja de ruta, abierta a aquellos que quieran adherirse. Después habrá que buscar complicidades en Madrid. No es fácil, pero es posible.
La indignación en la calle es palpable y no deja de ser un sarcasmo que los que votaron “no” ahora quieran ser los máximos defensores del Estatuto. Hacer oídos sordos a lo sucedido este fin de semana en Barcelona sería dar alas a un soberanismo en boga y los errores, también en política, acaban pagándose.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 14/07/10
14 de juliol 2010
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