25 de novembre 2015

CAMBIO DE RUMBO

Han pasado ya dos meses desde las elecciones al Parlament y seguimos con un gobierno en funciones en la Generalitat. Por ese motivo, entraremos en 2016 con los presupuestos prorrogados. La deuda de la Generalitat con las empresas de la sanidad (farmacias, centros sanitarios concertados, ortopedias, etc.) supera los 2.000 millones de euros; y los servicios públicos funcionan más por inercia que por  el soporte político que reciben.  Además, la resolución independentista aprobada por el Parlament el pasado 9 de noviembre, día de su constitución,  está generando inseguridad jurídica. Una de las consecuencias es que muchas empresas dudan hacer inversiones ante la incertidumbre política que estamos viviendo, y otras han decidido trasladar sus sedes corporativas  a Madrid (es el caso de Derby Hoteles o Agbar entre otras). 
La situación política catalana es preocupante. Por eso, el siempre moderado y prudente Círculo de Economía ha reclamado a Mas un “cambio de rumbo” y que forme un gobierno “estable y respetuoso con la legalidad. Y, si eso no es posible, que se convoquen nuevas elecciones.
Por su parte, el ministro Montoro ha desbloqueado el FLA, pero impone un férreo control a la Generalitat para evitar “veleidades independentistas”. Aunque eso, en la práctica, significa la asfixia financiera de Cataluña.
Asimismo, en los cenáculos políticos europeos están estupefactos ante la deriva catalana. Nunca imaginaron que los acontecimientos evolucionarían de esa manera. Además, tras los atentados de París, es previsible que la situación política europea afronte una etapa de regresión en diversos ámbitos.
Por todo ello, los soberanistas están nerviosos  y desanimados. Las incongruencias afloran. Recurren leyes ante un Tribunal (El Constitucional) al que desobedecen y niegan legitimidad. Tanto  Andreu Mas-Colell como Francesc Homs reconocen que con la CUP no pueden establecer acuerdos y que no poseen fuerza para  seguir adelante.
En estas circunstancias, es evidente que el “proces”, sin una mayoría social suficiente, sin la necesaria cohesión interna y sin el más mínimo reconocimiento internacional, está periclitado. Y Artur Mas, sea o no investido presidente, está amortizado.
Por todo ello, esta legislatura, que acaba de comenzar, dure lo que dure, está políticamente agotada. En un mundo globalizado como el actual, el discurso sobre soberanía nacional y sujeto político, a día de hoy, no tiene sentido y la “desconexión”, nos retrotrae al siglo XIX.
Y tengo la sensación que, pese a todo, la inmensa mayoría preferimos seguir en el XXI.

Bernardo Fernández

Publicado en ABC  25/11/15  

17 de novembre 2015

ESPERPENTO POLÍTICO

Confieso que siento un cierto hartazgo de escribir con tanta frecuencia sobre la cuestión catalana. El día que deje de hacerlo, será porque en Cataluña hemos empezado a vivir una etapa de normalidad política. No obstante, mientras eso no suceda, pienso seguir insistiendo para denunciar las barrabasadas que en pro de una hipotética república catalana, los independentistas están diciendo. Y, lamentablemente, están empezando a hacer.
Ciertamente, lo sucedido estos últimos días en la Cámara catalana no deja de ser un ataque de paranoia colectivo. La declaración de inicio de “desconexión” con el resto de España, aprobada el pasado 9 de noviembre, es el error más grave que se ha cometido jamás en democracia en nuestro país. Así como la falta de acuerdo entre los diputados independentistas para investir un presidente, resultaría cómica si no fuera auténticamente patética.
De hecho, estamos ante un auténtico insulto a la inteligencia.  Un atentado a las normas democráticas establecidas. Lo que está ocurriendo estos día en Cataluña, pone de manifiesto que la mayoría política existente son una pandilla de descerebrados. Se mire como se mire, lo sucedido no tiene nombre. Atenta contra las más elementales normas de convivencia, violenta la legalidad vigente y pone de manifiesto la baja catadura moral y política de los que primero han propuesto y después votado ese mal llamado proceso de construcción de la república catalana.
Como se ha dicho hasta la saciedad, la candidatura impuesta por Artur Mas, Junts pel Sí (JxSí) ganó las elecciones del pasado 27 de septiembre pero perdió el plebiscito que el propio Mas y sus secuaces había planteado. No obstante, han decidido tirar por el camino de en medio y además de la rotura con la legalidad vigente plantean la creación de una hacienda y una seguridad social propias, a la vez que se elaborará una constitución  catalana. Es decir, dividir la sociedad en dos mitades, más de lo que ya está.
Estos aprendices de brujo deberían saber que para según qué proyectos, son imprescindibles grandes consensos; basta recordar la época de la Transición. La historia  nos recuerda que procesos de gran envergadura sin grandes apoyos están condenados al fracaso.   
Por otra parte, resulta curioso que junto  con la resolución de “desconexión” se aprobaron una serie de medidas –Plan de emergencia y urgencia social, lo denominan los impulsores de la CUP-  que, en principio, deberían ser bienvenidas, si fuera creíble que aquellos que han sido adalides en recortes y prácticas austericidas ahora las pondrán en marcha. Sucede que son cuestiones que el gobierno aún en funciones había rechazado reiteradamente llevar a término en las pasadas legislaturas, alegando falta de recursos materiales, ahora, cuando lo pide la CUP, a los del JxSí se les abren las carnes para dar satisfacción a los “cuperos”. Pero es que además surge la pregunta: ¿Si todo eso se puede hacer, es que hay recursos, entonces para qué se quiere la independencia?
Ante esta situación de despropósito, y como no podía ser de otra manera, Mariano Rajoy, por una vez, ha reaccionado y el Gobierno, tras escuchar la opinión del Consejo de Estado, presentó ante el Tribunal Constitucional (TC) un recurso para que éste suspenda la iniciativa aprobada en el Parlamento de Cataluña. Como no podía ser de otro modo,  el TC suspendió de inmediato la propuesta y, además, hizo llegar una advertencia a los responsables parlamentarios y del gobierno catalán de los delitos que podían cometer en el caso de seguir en la porfía.
Decía Josep Tarradellas que en política todo se puede hacer menos el ridículo. Pues bien, parece que Artur Mas desconoce esa máxima “tarradelliana” y ante la imposibilidad de ser investido tan solo por los suyos, al no tener el número de votos suficientes, decidió lanzarse en manos de los antisistema, mancillando y degradando la Presidencia de la Generalitat como Institución, convirtiéndola en moneda de cambio, no ya por un palto de lentejas, sino por mantener al cargo a cualquier precio, aunque se quede como algo poco menos que decorativo.
La imagen que se transmite hoy de Cataluña a la comunidad internacional es de esperpento político. Así por ejemplo, Agbar ha decidido trasladar su sede a Madrid, la agencia de calificación FITCH da a la deuda catalana el nivel de bono basura. En el ámbito interno la sanidad pública está en proceso de desguace al igual que la educación, y si un sistema y el otro se mantiene es gracias a los profesionales que derrochan energías y vocación para salir adelante; de otros servicios sociales mejor no hablar, al fin y al cabo son bagatelas ante la inmensa obra que nuestros gobernantes deben llevar a cabo.  
Con este panorama de fondo, en un país normal (como les gusta decir a algunos), lo normal sería convocar elecciones. Sin embargo, los nacional secesionistas saben que su proyecto ha entrado en la recta final y las próximas elecciones –sean cuando sean- pueden ser la puntilla a su sueño de verano. Además con unas elecciones generales de por medio, la bicoca de que “en Madrid no nos hacen caso” puede tener los días contados. Por eso, y aunque en estos últimos tiempos, en Cataluña lo más imprevisible suele ser lo más factible, es muy probable que JxSí y las CUP acaben encontrando alguna fórmula magistral para seguir adelante. Como diría un antiguo compañero: los antisistema han tocado poder y les ha gustado. Y yo añadiría: y Artur Mas hará lo que sea para seguir en la poltrona.     

Bernardo Fernández

Publicado en Crónica Global 16/11/15

04 de novembre 2015

EL OASIS, LA CIÉNAGA Y EL CAOS

Durante más de 25 años los catalanes de buena fe, que somos la mayoría, hemos vivido en la inopia. Nos hicieron creer que Cataluña era diferente, y aquí nunca ocurrirían casos de corrupción tan vergonzantes como, por ejemplo,  el de la operación Malaya (¿Recuerdan? El expolio del Ayuntamiento de Marbella, con su cerebro, Juan Antonio Roca, que  tenía valiosas obras de arte colgadas en el cuarto de baño), o las mordidas  del que fue Director de la Guardia Civil, Luís Roldán. Mientras que en el resto de España menudeaba la perversión y el capitalismo de amiguetes, esto era un oasis.
El oasis catalán nos decían. Pues bien, con el tristemente célebre 3% y todo lo que de ahí se deriva, más la familia Pujol al completo, han convertido Cataluña en una auténtica ciénaga. Todo ello con un hilo conductor imprescindible: Convergencia Democrática de Cataluña.
La relación de mordidas, corruptelas y comisiones ilegales es larga y probablemente nunca se conocerá en su totalidad. No obstante,   conviene señalar que fue Pasqual Maragall quien puso el dedo en la llaga y por primera vez, en sede parlamentaria, habló del 3%.
En ese gran entramado de corrupción la familia Pujol Ferrusola tiene un papel preponderante. Tanto es así que los investigadores la consideran una trama familiar delictiva que ha acumulado importantes cantidades de dinero de origen ilícito en cuentas en el extranjero, principalmente en Andorra.
Por si todo esto fuera poco, el caos y la paranoia llegaron a la política catalana con la constitución del nuevo Parlament.  La flamante presidenta de la cámara, Carme Forcadell, cerró su discurso de investidura  con un “viva la república catalana”. Acto seguido, las dos formaciones independentistas del mismo, Junts pel Sí y la CUP, presentaban una propuesta de resolución en la que se declara “solemnemente” el inicio de “un proceso de creación del Estado catalán en forma de república”. Ahí es nada.
Es evidente que tanto si prospera como si no esta iniciativa parlamentaria, el “procés” ha perdido toda legitimidad, si es que alguna vez la tuvo. Además, sus impulsores han puesto de manifiesto su más absoluta incompetencia y miopía política. Ni Lluís Companys llegó tan lejos en octubre del 34.
Como consecuencia de todo esto, hoy Cataluña proyecta al mundo una imagen de corrupción sistémica y desvarío político colosal. Lamentablemente, esa es la realidad.

Bernardo Fernández

Publicado en ABC 04/11/15

01 de novembre 2015

EL FALLIDO VIAJE AL CENTRO

Corría el mes de diciembre de 2014 cuando Podemos hizo su presentación oficial en Barcelona. Fue en el pabellón Municipal d’Esports de la Vall d’Hebron de la capital catalana.  La sala estaba a reventar, no pudieron entrar todos los que acudieron  a la cita del nuevo partido. Tampoco todos los que asistieron pudieron ver en vivo y en directo a Pablo Iglesias, el nuevo mesías. Entonces no se sabía, pero faltaba un año justo para las elecciones generales y parecía que la victoria estaba al alcance de la mano. Si se hubieran convocado los comicios a primeros de este 2015, muy probablemente Podemos  hubiera asaltado los cielos y Pablo Iglesias hoy sería el inquilino de la Moncloa. Sin embargo, eso no ha sucedido y no parece que vaya a ocurrir en un futuro inmediato. ¿Por qué? Cabe preguntarse. Veamos.
Podemos se presentó por primera vez a unas elecciones en la primavera de 2014. Fue en mayo, y contra todo pronóstico obtuvo 5 escaños en los comicios al parlamento europeo. A partir de ahí las expectativas de la nueva formación se dispararon, parecía que sus aspiraciones no tenían techo. No obstante, el primer contratiempo electoral llegó en las elecciones autonómicas andaluzas, celebradas el pasado mes de marzo. Su resultado, para cualquier otra formación, hubiera sido un gran resultado. Ciertamente pasar de 0 a 15 escaños, es un salto a tener muy en consideración, pero fueron tantas las expectativas que había generado la nueva formación que aquel desenlace tuvo un sabor amargo. Además, después les faltaron cintura y reflejos para negociar, mientras que Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, con mucho menos ruido mediático obtuvo 9 diputados y se convirtió en el partido emergente por excelencia.
Apenas 2 meses después llegaron las elecciones municipales en toda España y autonómicas en 13 comunidades. En esa ocasión el éxito obtenido por los de Iglesias fue diverso, pero estuvo en función, en gran medida, de la superación de las candidaturas de partidos al uso. Fue el caso de Madrid, Barcelona, Zaragoza o Badalona, por poner algún ejemplo.
Casi sin solución de continuidad llegaron las elecciones catalanas del mes de septiembre. En esa ocasión el batacazo de los de Podemos junto con Iniciativa per Catalunya Verds ha sido considerable.  Y claro, como suele ocurrir en política, cuando las cosas van mal dadas, a los de la formación morada se les han encendido todas las alarmas. Sólo ha faltado el cara a cara político entre Pablo Iglesias y Albert Rivera, líderes de Podemos y Ciudadanos, en la cadena de televisión La Sexta, dirigido por Jordi Évole. En el mismo, y según la práctica totalidad de observadores y comentaristas políticos, Rivera le ganó la partida holgadamente a Pablo; habló de manera más convincente, llevó la iniciativa y transmitió más seguridad a la hora de comentar los temas más importantes. Pero es que además, según dicen los expertos, el tono del discurso siempre es importante, y  el líder de Podemos parece no haber evolucionado, su oratoria se asemeja poco a la de un candidato a La Moncloa.
De forma casi paralela, la cúpula de Podemos ha estado explorando la posibilidad de acudir a las elecciones generales confluyendo con Alberto Garzón e Izquierda Unida, pero las negociaciones se rompieron y el excesivo ruido mediático además de dejar en entredicho la capacidad negociadora de unos y otros y la voluntad real de entenderse, no beneficia a nadie.
Quizás el secreto del éxito de los de Pablo Iglesias deberíamos buscarlo en el enfado y la indignación de cientos de miles de ciudadanos hartos de PP y PSOE y que, sin embargo, hasta ahora no han encontrado una formación que catalice su malestar.
De todos modos, tal vez uno de los problemas de Podemos es la inconcreción de sus objetivos y programas. Los ciudadanos tienen todo el derecho a saber qué alternativas ofrecen para resolver cuestiones que los partidos clásicos no han sabido, no han podido o no han querido atajar. Asimismo, parece evidente que cambiar el eje derecha-izquierda por el concepto arriba-abajo no les ha funcionado.
Acostumbraba a decir, con frecuencia, el ex senador y ex presidente del PSC, Isidre Molas, que para ganar unas elecciones es necesario tener los pies en la izquierda y el culo en el centro. El político catalán tenía toda la razón. Según todos los sondeos ese espacio aglutina un 40% de la población. En consecuencia, es condición necesaria, aunque no suficiente ganar en ese ámbito,  si se tienen aspiraciones reales de llegar a La Moncloa.
Todo este galimatías electoral ha hecho que la dirección de Podemos decida presentarse en listas conjuntas en comunidades como Cataluña, Valencia o Galicia. Está por ver si de esa forma se potencia su proyecto o por el contrario se diluye en un magma de intereses, tan legítimos como imposibles de armonizar de manera conjunta. El tiempo nos dirá si la decisión ha sido la correcta.
Faltan pocas semanas para las elecciones generales y todo indica que el viaje al centro de los de Pablo Iglesias está resultando fallido. En estas circunstancias, y, a juzgar, por lo que anuncian las encuestas y los estudios de opinión el asalto a los cielos de la gente de Podemos tendrá que eseprar.

Bernardo Fernández

Publicado en Crónica Global 30/10/31

14 d’octubre 2015

ERROR TRAS ERROR

El proceso secesionista catalán se asemeja cada vez más a un vodevil. Sólo faltaba la CUP poniendo en cuestión la investidura de Artur Mas e intentando imponer su hoja de ruta antisistema con 10 diputados a Junts pel Sí que tiene  62
Ciertamente, la situación es compleja y la equidistancia no sirve para analizar el momento político que estamos viviendo en Cataluña. Sin ánimos de criminalizar a nadie, resulta evidente que la responsabilidad del conflicto recae sobre aquellos que pretenden pasarse la legalidad por el arco del triunfo.
De todos modos, el problema catalán viene de lejos, no hace falta remontarse a la noche de los tiempos. Basta con recordar la actitud del PP cuando era oposición y la de Mariano Rajoy y su gobierno ahora, o por acción o por omisión –más bien lo segundo-, han generado una situación entre Cataluña y el resto de España de difícil solución.
El tiempo acostumbra a poner las cosas en su lugar, y la evolución de los acontecimientos demuestra que el PP erró su estrategia negándose a participar en la elaboración del Estatut de 2006. También se equivocó al cuestionar la convivencia en Cataluña, con patrañas y malas artes. De la misma manera que erró recurriendo ante el Tribunal Constitucional artículos del Estatuto que luego validó en el Estatuto de Andalucía de 2007. En consecuencia, aquellos polvos han traído estos lodos. 
Solía decir Winston Churchill que un político es aquel que piensa en las próximas elecciones y un hombre de Estado el que piensa en la próxima generación. Aplicando ese principio queda claro que Mariano Rajoy tiene poca madera de estadista. Le ha faltado cintura política y capacidad de dialogo para sentar a los nacional soberanistas en una mesa y hacerles alguna propuesta que, sin salirse del marco de la legalidad y sin caer en al agravio comparativo, hubiera desactivado la argumentación rupturista.
Quizás esa actitud genere al PP, a corto plazo, pingües réditos electorales, pero es evidente que a medio y largo plazo lo vamos a pagar todos y, muy probablemente, con un sobre coste añadido.
El tiempo se está agotando y entre errores y soberbia, el carro puede acabar despeñado por el pedregal. En ocasiones como esta, se necesita gente que piense en las próximas generaciones, antes que en las próximas elecciones y, de momento, o  no existen o no se dejan ver.

Bernardo Fernández

Publicado en ABC 14/10/15

12 d’octubre 2015

STAND BY SECESIONISTA

Decir a estas alturas que las elecciones del pasado 27-S las ganó Junts pel Sí, pero que perdieron el plebiscito que habían planteado, puede parecer una obviedad. No obstante, conviene repetirlo para que nadie olvide que el último domingo de septiembre en Cataluña se celebraron elecciones autonómicas y por consiguiente ahora, tras constituir el parlamento  y escoger entre los diputados electos un Presidente, éste deberá formar gobierno.
Está por ver si la astucia y la capacidad estratégica que mostró Artur Mas para lograr una candidatura unitaria de la que ERC  había renegado hasta la saciedad se prolonga, primero para lograr su investidura,  y después para formar gobierno y diseñar la acción que ha de llevar acabo ese ejecutivo.
En efecto, Mas echó el resto para articular la coalición ganadora, llegando incluso a amenazar con no convocar las elecciones si CDC y ERC, más un conglomerado de independientes pro secesión no iban juntos a los comicios. Además,  yendo en el cuarto lugar de la lista evitaba hablar de privatizaciones, corrupción y recortes entre otros asuntos. Justo es admitir que la estratagema le ha salido bien y los resultados electorales le han dado a la razón.
Sin embargo, si buceamos un poco en esos resultados, comprobaremos que tanto ERC como CDC, en tanto en cuanto que partidos políticos, han retrocedido de manera clara en estas elecciones.  ERC sacó 21 diputados en 2012 y, ahora, cuando lo tenía todo de cara para convertirse en el primer partido de Cataluña, al quedar subsumida en el all i oli de Junts pel Sí, se ha quedado con 19 escaños. Quizás Oriol Junqueras ha perdido la oportunidad de ser presidente de la Generalitat y ha condenado a ERC a ser, en el mejor de los casos, una organización comparsa  y no el partido hegemónico de su país.
Por su parte, CDC sigue en caída libre y de los 62 diputados que obtuvo con Artur Mas a la cabeza en 2010 pasó a 50 en 2012, cuando pedía una mayoría “excepcional” para viajar a Ítaca y ahora caen a 30, aunque, eso sí, de forma discreta al ir a las elecciones bajo el paraguas inventado por su líder.
En las próximas semanas veremos si Artur Mas es tan solo un embaucador o es verdaderamente un político capaz de formar un ejecutivo que genere crecimiento económico y creación de empleo. Un gobierno que luche contra la pobreza y las desigualdades, que sea capaz de recomponer el maltrecho Estado del bienestar, que ofrezca unos servicios sociales como la sanidad y la educación, como mínimo del mismo nivel que tenían cuando CiU llegó al gobierno, y que luche de verdad contra la corrupción. En definitiva, comprobaremos si Artur Mas tiene fuste para ser presidente de la Generalitat, cosa que prácticamente no ha hecho en los casi 5 años que lleva en el cargo.
Y, a su vez, podremos comprobar si Mas es un auténtico hombre de Estado y sabe esperar su momento –que llegará, con toda probabilidad, tras las elecciones generales de diciembre- y es capaz, entonces, de plantear sus reivindicaciones, pero de  manera adecuada y buscando complicidades. Sabiendo que una negociación conlleva siempre alguna renuncia.
Tras las elecciones del 20-D si el PP no logra mayoría absoluta, habrá llegado el momento de plantearse una reforma de la Constitución. Después de 38 años  parece lógico pensar que así es. No obstante, conviene no perder de vista, que esta Constitución nos ha permitido asentar un Estado de democrático y de derecho, inmediatamente después de salir de una larga dictadura. Ha dado estabilidad al sistema político y jurídico, y ha sido eje vertebrador de nuestra convivencia. Por esta Constitución hemos pasado de súbditos a ciudadanos y el régimen democrático al que da sustento es homologable a cualquier otro régimen democrático.
En ese contexto, si los soberanista catalanes capitaneados por Artur Mas son razonablemente inteligentes y son capaces de recabar las complicidades necesarias, podrán encontrar un encaje que dé satisfacción adecuada a muchas de sus aspiraciones. Pero mientras el 21-D no llegue, lo más oportuno es que los secesionistas mantengan un discreto stand-by. Sabido es que las prisas son malas consejeras y no vaya a ser que la impaciencia eche el carro por el pedregal. Cosas más raras se han visto.

Bernardo Fernández

Publicado en Crónica  Global 10/10/15

03 d’octubre 2015

LA INDEPENDENCIA IMPOSIBLE

Las previsiones se han cumplido. Como indicaban la práctica totalidad de encuestas y estudios de opinión hechos públicos en las últimas semanas, los independentistas han ganado ampliamente las elecciones al Parlament de Cataluña del pasado domingo, 27 de septiembre.
Bien es verdad que le resultado de la coalición Junts pel Sí, con 62 escaños queda sensiblemente por debajo de los 71 que tenían en la pasada legislatura CiU y ERC, integrantes de esa candidatura, más destacados miembros de la sociedad civil. Sin embargo la CUP ha obtenido 10 actas de diputado, siete más que en el anterior mandato. Son, sin duda, junto con Ciutadans los grandes triunfadores de la noche electoral.
No obstante la opción independentista ha quedado lejos de su objetivo. Pese o precisamente por la alta participación (77,46%), no han llegado al 50% de los votos (47,9%). De hecho, 1,900.000 votos prácticamente los mismos que en la seudoconsulta del 9-N. 
Sea como sea, hay que felicitar a los vencedores. La estrategia de una lista transversal trufada con nombres de cierto prestigio de la sociedad civil, con el presidente saliente y aspirante a repetir emboscado en el cuarto lugar de la candidatura, el líder de la oposición en el quinto, más la añagaza de prometer la tierra prometida sin explicar los costes que hay que asumir ha dado buenos resultados. A la coalición de Junts pel Si  hay que sumar los antisitema de la CUP, empeñados en salir de Europa y el euro. Ahora está por ver  si unos y otros son capaces de entenderse en el parlamento y cambio de qué. Además, estoy convencido de que la inacción del presidente Rajoy y su actitud displicente, han sido el mejor acicate para despertar el voto independentista dormido.
Sorprende, de todos modos, el sentido acrítico de una buena parte de los votantes de Junts pel Si que han preferido la incerteza de lo desconocido sin pararse, ni tan siquiera, a escuchar a los que han advertido hasta la saciedad de los graves inconvenientes que nos acechan  si el gobierno opta por el camino de la inseguridad jurídica; o sea, salida de los organismos internacionales -como la UE, la ONU o la OTAN-  hacer caso omiso de la corrupción, o poner en riesgo las pensiones de nuestros mayores.
Los resultados de estas elecciones van a ser muy difíciles de gestionar y se va a necesitar mucho dialogo Consejo Ejecutivo. En buena lógica, ese equipo lo que debería hacer en primera instancia es zurcir el país. Las últimas elecciones han dejado una sociedad dividida en dos mitades. Sin solución de continuidad haría bien en dedicarse a recuperar el desballestado Estado del bienestar. Recuperar los estándares que tuvimos en la asistencia sanitaria hasta 2010. Cubrir las bajas en los últimos  4 o 5 años se han producido entre los docentes. Dar unos servicios sociales dignos de un país desarrollado. Buscar la inversión necesaria para realizar las infraestructuras que tanto se precisan para seguir progresando y poner el país a punto para los retos que le futuro nos tiene reservados.
De hecho, para ese tipo de cuestiones ha sido elegido ese parlamento y el gobierno que de esa elección se deriva. Sería una grave irresponsabilidad pretender asumir competencias que no están recogidas en la legalidad vigente.
En cualquier caso si se aspira a iniciar el cacareado proceso de “desconexión” del resto de España lo mínimamente razonable sería esperar a las elecciones generales anunciadas para el 20 de diciembre. Después de los supuestamente 300 años de sometimiento no vendrá de 3 meses.
Si algo ha quedado claro tras estas elecciones, es que ahora empieza todo y la negociación (dentro de la legalidad)  es inevitable. Mariano Rajoy, o mejor quien le suceda, tras las próximas elecciones generales, en la presidencia del gobierno de España, no puede negar las evidencias.      
Como sostiene Josep Borrel en un artículo publicado en El País (27/09/15) España tiene un grave problema en su relación con Cataluña. La “conllevanza” orteguiana no es ya la solución, si es que alguna vez lo fue. La abúlica indiferencia de Rajoy, tampoco. Y algunas de sus actuaciones agravan el problema. Una sociedad no puede desarrollarse normalmente en el seno de un Estado si una parte muy importante de la población cree que estaría mejor sin él. Pase lo que pase, habrá que restablecer el diálogo, mejorar la información, extremar el respeto y hacer las reformas constitucionales, financieras y fiscales necesarias para que esa parte disminuya hasta el límite de los que hacen de la independencia una cuestión de dignidad ante la que no hay razones que esgrimir. Pero que no justifica un salto en el vacío negando la ley de la gravedad.
En consecuencia, ahora toca dialogo, negociación y pacto.

Bernardo Fernández

Publicado en Crónica Global 28/09/15

A TODA MAQUINA

Todo cambia. Tiempo atrás el curso político comenzaba de forma sosegada para ir cogiendo ritmo y ya, bien entrada la segunda quincena de sep...