Hace poco más de un siglo, algunos
países, incapaces de afrontar los graves problemas sociales, en especial el
paro, eligieron el camino de la barbarie y el fascismo. Es el caso de la
República de Weimar en Alemania; la necedad e incompetencia de sus dirigentes
hizo posible la llegada al poder de Hitler y sus adlátares en las elecciones de
marzo de 1933. La difícil situación social que se vivía en Europa favoreció el
efecto dominó y otras naciones del continente viraron hacia el autoritarismo.
De forma simultánea, algunas
democracias liberales supieron impulsar políticas públicas eficaces para
afrontar la delicada situación social y conectar con la ciudadanía. De ese
modo, países como Estados Unidos, Suecia o Reino Unido se libraron de la
barbarie totalitaria y pudieron lograr un nuevo contrato social para alcanzar una
prosperidad compartida.
Aquel gran acuerdo fue posible porque
se priorizaron las similitudes a las diferencias y se supieron conjugar distintas
sensibilidades. Para lograrlo hubo que concitar amplios consensos sociales y hacer
renuncias. La experiencia sueca fue singular y sirvió como punto de referencia.
En el caso norteamericano fue determinante el discurso de las “cuatro
libertades” (libertad de expresión, libertad religiosa, libertad para aspirar a
una vida mejor y libertad de vivir sin miedo) del presidente Roosevelt del año
1941. La gran novedad política fueron las dos últimas libertades: aspirar a
vivir mejor y vivir sin miedo a la inseguridad económica. Aquella propuesta
concitó el apoyo mayoritario de la población. El siguiente paso en la
arquitectura definitiva de ese nuevo contrato social para el crecimiento y la
prosperidad compartida lo dio el Reino Unido al final de la Segunda Guerra
Mundial. Por un lado, el pilar económico, inspirado por el economista británico
John M. Keynes, con la aceptación de la responsabilidad del Estado en la
gestión del gasto agregado de la economía para mantener el pleno empleo y el
impulso a las inversiones públicas para estimular el crecimiento económico. Por
otro, el pilar social, inspirado por William Beveridge, economista y político
liberal británico, con su defensa de nuevos bienes públicos orientados a
garantizar una educación y una sanidad pública universal y gratuitas y seguros
públicos de desempleo y jubilación.
En el siglo XIX, entre diciembre de
1851 y marzo de 1852 Karl Mark escribió “El 18 brumario de Luís Bonaparte” que
comienza con la conocida frase: “La historia siempre ocurre dos veces, la
primera como tragedia y la segunda como miserable farsa”. Por nuestro bien,
espero que no tengamos que repetir la historia, pero entre los años treinta y
cuarenta del pasado siglo XX y la actualidad existen unas similitudes
evidentes.
En estos inicios de 2025, el panorama
que se nos presenta no es nada halagüeño. Nos rodean diversos conflictos
bélicos que, en cualquier momento, pueden hacer saltar por los aires el
delicado statu quo que ha imperado en
los últimos setenta años. El inminente retorno a la Casa de Blanca de Donald
Trump acompañado, en esta ocasión, por su lugarteniente de facto, un tipo tan
arrogante y prepotente, como Elon Musk, genera inquietud y es muy posible que intensifique
su relato y ponga el acento en las políticas sectarias y divisivas que anunció
en la campaña electoral; basta con ver los nombramientos para su próximo
gabinete y comprender que el margen para el optimismo es escaso. Además,
personajes como Javier Milei, Giorgia Meloni o Víctor Orban se sienten más
legitimados con un personaje como Trump en el despacho Oval. Y eso es terreno
abonado para que los nacional populismos que están surgiendo en Europa, se
legitimen y adquieran velocidad de crucero para su expansión.
Por si todo eso fuera poco, Europa
tampoco está en su mejor momento. Para empezar el modelo de crecimiento europeo
está inmerso en una crisis política, industrial y social a la que no se le ve
salida. Las dos grandes economías europeas, Alemania y Francia, están gripadas,
solo nos faltaría que las amenazas de Donald Trump de subir los aranceles se
hagan realidad. Entonces, en muchas zonas del planeta podríamos pasarlo
francamente mal.
Con todo, no quisiera concluir este
escrito, sin dejar alguna puerta abierta a la esperanza, al menos,
entreabierta: parece que la inflación está bastante bien controlada, los
carburantes, a pesar del polvorín que es Oriente Medio, mantienen sus precios
de manera razonable y, según los expertos, los intereses seguirán a la baja.
Algo es algo. De momento, quedémonos
con eso.
Bernardo Fernández
Publicado en CÒRTUM club de debat
13/01/2025
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