29 de gener 2025

MALA GENTE

Quizás el calificativo que he elegido como título de este artículo a algún lector le puede parecer demasiado grueso. Lo siento, pero cómo calificar sí no a unos grupos políticos que con su voto en contra hacen que más de doce millones de pensionistas pierdan poder adquisitivo o que se congele la subida del Salario Mínimo interprofesional (SMI). Con ese voto en contra se han bloqueado las ayudas del Gobierno al transporte, así que para ir a trabajar, a estudiar o llevar los niños al colegio los ciudadanos se tendrán que rascar un poco más el bolsillo; también se quedan en un cajón un paquete de medidas para los afectados por la DANA de octubre y la protección a personas vulnerables. Eso es lo que hicieron el último pleno del Congreso PP y Junts, con la inestimable colaboración de Vox, al votar en contra del decreto ómnibus 2025 del Gobierno. Si esa actitud no es de mala gente que alguien me lo explique.

Cuando se habla de un decreto o ley ‘ómnibus’ se hace referencia a un texto legislativo que recoge medidas de distintos ámbitos que no guardan relación entre sí. Es lo que ya ocurrió con el real decreto –ley 9/2024 del 24 de diciembre de 2024, y tumbado en el Congreso, que incluía reformas en materia económica, de transporte y de Seguridad Social. 

Desde 2022, se han aprobado hasta ocho paquetes de medidas, cada uno de ellos con reformas de todo tipo que se han ido adaptando a la evolución de la situación económica y social. Algunos de esos decretos incluían ayudas para afrontar las consecuencias de España en la guerra de Ucrania, ayudas para la isla de La Palma tras la erupción volcánica de 2021 o bonificaciones para el transporte, cuando la inflación originada por la invasión Rusia de Ucrania estaba en su punto más álgido.

Tanto en el PP como en Junts se han liado a la hora de intentar explicar su voto y es que es muy difícil explicar lo inexplicable, pero la primera justificación que dio la portavoz de Junts, Miriam Noguera, fue para nota. Según la señora de verbo irrespetuoso y grosero, que tiene la sensibilidad social en salva sea la parte, el voto en contra de su grupo fue porque no quieren que suba el IVA del aceite o del pan, entre otros (Sic) 

La cuestión es que con la polarización política que estamos viviendo, del PP no cabe esperar nada. Los populares están ansiosos por llegar al poder, creen que la estancia de Pedro Sánchez en la Moncloa empieza a tener fecha de caducidad y, además, está muy próxima. Por eso, han decidido que al Gobierno ni agua.

Sin embargo, la actitud de Junts es, hasta cierto punto, desconcertante. ¿Quizás piensan que con un gobierno del PP y Vox las cosas irán mejor para Cataluña? ¿Qué pretende Carles Puigdemont? Tal vez piensa que debe empezar a construir puentes para que cuando le llegue la amnistía ya esté en disposición de negociar, pactar y acordar con aquellos con los que comparte el ideario económico y social, y de los que tan solo le separan las cuestiones identitarias y Eso, a estas alturas, a quién le puede importar. En mi opinión lo que subyace en todo este culebrón es la lucha a muerte por la supervivencia y hegemonía en el mundo independentista y Junts ha escogido la vía de la confrontación con ERC, pero con enemigo interpuesto, aunque dudo de la efectividad de la estrategia cuando se ponen por medio cosas tan delicadas como las pensiones.

De todas formas, Puigdemont haría bien en recordar que hace ahora un año el PP presentó en el Congreso una propuesta que planteaba la disolución de los partidos que promuevan declaraciones de independencia o referéndums sobre esa posibilidad. Asimismo, Feijóo ha solicitado en más de una ocasión la detención del político catalán. Así pues, que cada cual sepa con quién se juega el futuro.

En definitiva, es lógico que los partidos utilicen las armas que tienen a su alcance y les parecen adecuadas para desgastar al adversario, pero, como en todo, hay líneas rojas que no se pueden sobrepasar y las pensiones, el SMI, las subvenciones al transporte. o las ayudas a los afectados por la DANA, forman parte de las cosas de comer y con eso no se juega, no vayamos a tener un disgusto.

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 27/01/2025

 

17 de gener 2025

FINAL FELIZ

Por una vez, y sin que sirva de precedente, los lectores me van a permitir que aparque las cuestiones políticas y sociales, que suelen constituir el núcleo duro de mis escritos, para que comente el culebrón económico-jurídico que nos ha brindado en las últimas semanas el F.C. Barcelona.

Cuando el pasado mes de agosto, el presidente del Barça, Joan Laporta firmó los contratos de Dani Olmo y Pau Víctor, se sabía que, para poder seguir jugando en 2025, deberían ser inscritos, en La Liga, de forma definitiva, como  muy tarde el 31 de diciembre. Dada la delicada situación financiera del club, la opción más viable era vender los ingresos futuros de unas 200 localidades de los palcos más VIP del nuevo Camp Nou Spotify. Y eso equivalía a un escrupuloso proceso de presentación de documentos en La Liga: los contratos firmados de la operación, una auditoría que confirmara las valoraciones y los correspondientes comprobantes de ingresos como prueba de que la transacción se había ejecutado.

En La Liga hace tiempo que se sienten ninguneados por los dirigentes blaugrana, entre otras cosas, por el affaire que con el Barça Studios montaron, simulando una venta que resultó falsa para ampliar su margen de inscripciones. De ahí que, al faltar el último día del año pasado las correspondientes acreditaciones conforme se había hecho la venta y recibido el dinero, se negaron a tramitar las inscripciones.

Ante la negativa de La Liga y la Federación de fútbol de inscribir a los dos jugadores, el F.C. Barcelona presentó, ante el Consejo Superior de Deportes, un recurso para que se suspendiera de forma cautelar la resolución de La Liga y ha así ha sido: El Consejo estima el recurso del F.C. Barcelona y devuelve las inscripciones a Dani Olmo y Pau Víctor. Por consiguiente, los futbolistas vuelven a tener licencia con carácter provisional, hasta que se resuelva el fondo del asunto, aunque La liga y algunos clubs ya han anunciado que acudirán a la justicia ordinaria para impugnar esa decisión.

Esta vez, de momento, el culebrón ha tenido un final feliz, pero no siempre es así. Por eso, me permito sugerir a los socios culés que no se dejen embaucar por cantos de sirena. Porque Joan Laporta es un ilusionista al que le gusta sacar conejos de la chistera, pero eso casa mal con la realidad cuando se está al frente de una entidad en la que hay que gestionar centenares de millones de euros cada año.

Hace tiempo que la gestión financiera del club inició una deriva errática difícil de explicar. Resulta que mientras nos decían que el Barça era más que un club, el mejor equipo del mundo y tenía la mejor plantilla, la entidad se sumergiría en el proceloso mundo de los números rojos y la bancarrota era el islote más inmediato dónde la institución hubiera ido. a recordar de haber sido una empresa con ánimo de lucro. Si se salvó de una quiebra necesaria fue por ser una institución con profundas raíces en Cataluña y un símbolo de hondo significado. No obstante, todo eso, no nos ha librado de asistir a una demostración bochornosa de falta de capacidad, previsión y rigor en la gestión por parte de su actual presidente: Joan Laporta.

Dice el refrán que “segundas partes nunca fueron buenas”, algo de verdad debe haber en esa afirmación porque justo es reconocer que en el primer mandato de Joan Laporta, como presidente del FC Barcelona, ​​aunque las finanzas no fueron el capítulo más brillante, si Tuvimos el mejor Barça de la historia. Un equipo de fútbol que enamoraba e invitaba a soñar.

Sin embargo, desde que Laporta se hizo cargo del club, por segunda vez, en marzo de 2021, su actuación al frente de la institución ha sido caótica y perturbadora. Es cierto que el anterior presidente, Josep María Bartomeu, dejó al club desnortado y en la UCI financiera —algo que no se ha investigado lo suficiente y por lo que nadie ha asumido responsabilidades—, pero en los ya tres años que Joan Laporta lleva al frente la entidad no está claro que la situación haya mejorado y todo indica que, con sus famosas palancas, está hipotecando el futuro del club.

Este segundo mandato está jalonado de asuntos, tan poco brillantes, como la marcha de Messi, los incumplimientos reiterados de los plazos en las obras del Nou Camp, el sueño de la súper liga que se ha evaporado sin dejar rastro, la defenestración de Xavi como Entrenador, el bochornoso vodevil del jugador de básquet, Heurtel y una veintena de ejecutivos han abandonado el proyecto, mientras que los intermediarios y comisionistas han ganado peso específico a la sombra del organigrama del club. 

La situación del club es delicada, se ha puesto el prestigio de la entidad a los pies de los caballos, mientras que el desbarajuste en la dirección es notorio. Con este panorama de fondo, se debería afrontar la situación con humildad y realismo, pero para eso se hay que proceder con sentido común.   Sin embargo, eso es una quimera porque Joan Laporta entró en el palco de autoridades del estadio Jawhara, donde se disputó la semifinal de la Supercopa entre el Athletic y el Barça, haciendo butifarras, dando golpes y gritando “hijos de puta” “cobardes”. y “sin vergüenzas”, y no se le pueden pedir peras al olmo.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 16/01/2025

 

13 de gener 2025

NO REPITAMOS LA HISTORIA


 

 

Hace poco más de un siglo, algunos países, incapaces de afrontar los graves problemas sociales, en especial el paro, eligieron el camino de la barbarie y el fascismo. Es el caso de la República de Weimar en Alemania; la necedad e incompetencia de sus dirigentes hizo posible la llegada al poder de Hitler y sus adlátares en las elecciones de marzo de 1933. La difícil situación social que se vivía en Europa favoreció el efecto dominó y otras naciones del continente viraron hacia el autoritarismo.

De forma simultánea, algunas democracias liberales supieron impulsar políticas públicas eficaces para afrontar la delicada situación social y conectar con la ciudadanía. De ese modo, países como Estados Unidos, Suecia o Reino Unido se libraron de la barbarie totalitaria y pudieron lograr un nuevo contrato social para alcanzar una prosperidad compartida.

Aquel gran acuerdo fue posible porque se priorizaron las similitudes a las diferencias y se supieron conjugar distintas sensibilidades. Para lograrlo hubo que concitar amplios consensos sociales y hacer renuncias. La experiencia sueca fue singular y sirvió como punto de referencia. En el caso norteamericano fue determinante el discurso de las “cuatro libertades” (libertad de expresión, libertad religiosa, libertad para aspirar a una vida mejor y libertad de vivir sin miedo) del presidente Roosevelt del año 1941. La gran novedad política fueron las dos últimas libertades: aspirar a vivir mejor y vivir sin miedo a la inseguridad económica. Aquella propuesta concitó el apoyo mayoritario de la población. El siguiente paso en la arquitectura definitiva de ese nuevo contrato social para el crecimiento y la prosperidad compartida lo dio el Reino Unido al final de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, el pilar económico, inspirado por el economista británico John M. Keynes, con la aceptación de la responsabilidad del Estado en la gestión del gasto agregado de la economía para mantener el pleno empleo y el impulso a las inversiones públicas para estimular el crecimiento económico. Por otro, el pilar social, inspirado por William Beveridge, economista y político liberal británico, con su defensa de nuevos bienes públicos orientados a garantizar una educación y una sanidad pública universal y gratuitas y seguros públicos de desempleo y jubilación.

En el siglo XIX, entre diciembre de 1851 y marzo de 1852 Karl Mark escribió “El 18 brumario de Luís Bonaparte” que comienza con la conocida frase: “La historia siempre ocurre dos veces, la primera como tragedia y la segunda como miserable farsa”. Por nuestro bien, espero que no tengamos que repetir la historia, pero entre los años treinta y cuarenta del pasado siglo XX y la actualidad existen unas similitudes evidentes.

En estos inicios de 2025, el panorama que se nos presenta no es nada halagüeño. Nos rodean diversos conflictos bélicos que, en cualquier momento, pueden hacer saltar por los aires el delicado statu quo que ha imperado en los últimos setenta años. El inminente retorno a la Casa de Blanca de Donald Trump acompañado, en esta ocasión, por su lugarteniente de facto, un tipo tan arrogante y prepotente, como Elon Musk,   genera inquietud y es muy posible que intensifique su relato y ponga el acento en las políticas sectarias y divisivas que anunció en la campaña electoral; basta con ver los nombramientos para su próximo gabinete y comprender que el margen para el optimismo es escaso. Además, personajes como Javier Milei, Giorgia Meloni o Víctor Orban se sienten más legitimados con un personaje como Trump en el despacho Oval. Y eso es terreno abonado para que los nacional populismos que están surgiendo en Europa, se legitimen y adquieran velocidad de crucero para su expansión.

Por si todo eso fuera poco, Europa tampoco está en su mejor momento. Para empezar el modelo de crecimiento europeo está inmerso en una crisis política, industrial y social a la que no se le ve salida. Las dos grandes economías europeas, Alemania y Francia, están gripadas, solo nos faltaría que las amenazas de Donald Trump de subir los aranceles se hagan realidad. Entonces, en muchas zonas del planeta podríamos pasarlo francamente mal.

Con todo, no quisiera concluir este escrito, sin dejar alguna puerta abierta a la esperanza, al menos, entreabierta: parece que la inflación está bastante bien controlada, los carburantes, a pesar del polvorín que es Oriente Medio, mantienen sus precios de manera razonable y, según los expertos, los intereses seguirán a la baja.

Algo es algo. De momento, quedémonos con eso.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en CÒRTUM club de debat 13/01/2025

11 de gener 2025

¿QUÉ SOCIEDAD HEMOS COSNTRUIDO?

Bien entrado ya el siglo XXI, el mundo rico se hace mayor a marchas forzadas y todos los esfuerzos para tener una natalidad que compense esa senectud son, a todas luces, insuficientes. El envejecimiento de la generación del "baby boom" proyecta un panorama en el que los costos generados por la atención de una población mayor se incrementarán notablemente. Entre los sectores más afectados se encuentran el mercado laboral y los sistemas de salud, que deberán adaptarse a una población cada vez más envejecida.

Hasta el momento, la inmigración es el único factor que está permitiendo amortiguar la imparable curva de la vejez en los países desarrollados. Este impulso, sin embargo, no puede resolver por sí solo todo el desbarajuste demográfico. “Por supuesto que ayuda: es, de hecho, el único canal de ajuste en el corto y medio plazo. Pero difícilmente podrá compensarlo del todo” , opina Uwe Sunde profesor de la Universidad de Múnich y miembro del Instituto Federal de Investigaciones sobre la Población de Alemania.

Ante esa situación me pregunto: ¿qué clase de sociedad hemos construido para que un logro histórico, como es el incremento de la esperanza de vida, que debería llenarnos de gozo y júbilo, se esté convirtiendo en una pesada carga financiera que puede poner en jaque? ¿El bienestar de las generaciones futuras a medio y largo plazo?

Lugares como Corea del Sur, Japón, Italia o España es donde más se acentúa la cuestión. Hasta China, que durante más de tres décadas (hasta 2016) tuvo en vigor la política de un solo hijo por familia para frenar la explosión demográfica, ve que su situación no es la deseada. La India ya le ha arrebatado el título de nación más poblada que ostentó durante más de un siglo. Y eso significa que, a medio plazo, China perderá el modelo de salarios bajos que tantos réditos le ha dado.

Aunque de manera mucho más lenta, los países emergentes también están abocados a asomarse al balcón del nuevo orden demográfico. Con un agregado: tener una población envejecida sin antes haberse convertido en economías avanzadas. “No hay precedentes de nada similar y me preocupa, incluso, más que Europa; no estamos mirando a China ni a India, y es donde más problemas puede haber” , sostiene el prestigioso investigador demográfico y economista Timothy J. Kehoe. El mejor ejemplo, dice, es Pekín: “Su modelo de bajos salarios ha funcionado bien durante 50 años gracias a la emigración interna, del campo a la ciudad. Pero no está claro que vaya a hacerlo a partir de ahora, con la población envejeciendo y contrayéndose” .

Pero si ponemos el foco en nuestro entorno más inmediato, vemos que las sociedades occidentales están envejeciendo de forma exponencial. Europa va camino de convertirse en un enorme geriátrico y, por consiguiente, el modelo que ha estado vigente en las últimas décadas empieza a tener fecha de caducidad. 

Algunos expertos sostienen que para nuestro continente cada vez será más difícil atraer talento. Antes o después, los países emisores también caerán bajo las garras del envejecimiento. Y, quizás lo más importante: cada vez más países —entre ellos, muchos emergentes— necesitarán más mano de obra, en especial la de los mejores perfiles laborales, por lo que dejará de ser una cuestión occidental para convertirse en un fenómeno global.

A día de hoy, en nuestro país, la factura de las pensiones representa más del 13% del Producto Interior Bruto (PIB), pero se estima que esta cifra alcanzará el 16,7% para 2070. En este contexto, la madre de todas las batallas se centran en cómo garantizar unos ingresos razonables cuando se vende del mercado de trabajo por razones de edad. Y aquí la cuadratura del círculo solo es posible si se aumenta la edad de jubilación o se suben los impuestos. No hay más.

Desde luego, estamos hablando de cifras estratosféricas que marean solo de escribirlas. No obstante, no podemos perder de vista que los servicios sociales —y las pensiones públicas de jubilación pertenecen a ese ámbito— ni pueden estar sometidos a la lucha política, ni expuestos a la voracidad de la especulación financiera y, mucho menos, una mercancía a disposición de aquellos que la puedan comprar. Tampoco son una asistencia social y en ningún caso una caridad para aquellos con menos recursos. Los servicios sociales son derechos ciudadanos y tienen que ser universales, disponibles e iguales para todos.

En definitiva, no hay ninguna razón especial para que las pensiones se financien exclusivamente con las cotizaciones de los trabajadores. Toda la riqueza social producida, en la que se incluye el trabajo de muchos años de los actuales pensionistas, debe servir, también, para el mantenimiento de aquellos que, o bien por edad o por cualquier otro tipo de incapacidad, no están en condiciones de trabajar. 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 01/08/2025

 

DISTOPÍA POLÍTICA

  La prepotencia y la soberbia desmesuradas de Donald Trump nos están llevando a un escenario de la política internacional desconocido, al m...