En las últimas semanas han proliferado en los medios
de comunicación cartas a los catalanes, a los españoles y al sursuncorda. Esa
epístolas tienen por objeto poner de relieve las grandes ventajas o los graves
inconvenientes del proceso soberanista catalán, en función, claro está, del
criterio de sus autores.
Yo, muchísimo más modesto y limitado en términos políticos
y literarios que los firmantes de las
misivas, me quiero dirigir a ese millón largo de indecisos que según dicen los
sondeos de opinión, aún no han decidido que harán con su voto el próximo
domingo, día de las elecciones al Parlament. Quizá ellos no lo saben, pero en
sus manos, es decir, en su papeleta puede estar el futuro de Cataluña.
En esencia, se nos proponen tres opciones. Una, la
de aquellos que han decidido tirar el carro por el pedregal y no se paran en
barras. Tanto les da tergiversar la historia, hacer caso omiso de la
corrupción, excluirnos de los organismos internacionales -como la UE, la ONU o
la OTAN- o poner en riesgo las pensiones de nuestros mayores. Todo vale para
llegar a la Arcadia feliz, aunque sea de la mano de un vendedor de humo como
Artur Mas.
La segunda opción es la de aquellos que quieren
hacer del inmovilismo virtud. El statu quo actual ya les va bien y piensan que
con decir no y apelar al cumplimiento de la ley es suficiente.
Y entre estos dos posicionamientos enrocados, emerge
una tercera alternativa que va ganando adeptos aquí y allá. Esa tercera posibilidad
es una apuesta por una reforma federal de la Constitución. Una reforma que
debería reconocer, para Cataluña, competencias
exclusivas en lengua, educación y cultura, así como un acuerdo fiscal justo que
respete el principio de ordinalidad, A ese conjunto de propuestas de nítida
orientación federalizante algunos lo llaman Tercera Vía. Tanto da, el nombre no
hace la cosa.
En cualquier caso, es evidente que esa es la mejor
manera para seguir avanzando y preservar la unidad civil de la sociedad
catalana.
De todos modos, ha de quedar claro que tenemos tanto
derecho de ir a votar como de quedarnos en casa. Tan legítimo es lo uno como lo
otro. Ahora bien, el domingo por la noche se contarán votos y asignarán diputados que luego tomarán
decisiones; y como dice un viejo amigo: a lo hecho, pecho.
Bernardo Fernández
Publicado en ABC 24/09/15
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