15 d’octubre 2025

LA SOLUCIÓN DE LOS DOS ESTADOS

El pasado martes, 7 de octubre, se cumplieron dos años de la brutal agresión terrorista de Hamas en tierras israelís; asesinaron a 1.200 personas y capturaron como rehenes a más de 250, sembrando el horror y la destrucción por dónde pasaron. Fue, sin duda, el mayor ataque padecido por Israel en la historia. La respuesta israelí no se hizo esperar y lo que debió ser un acto en legítima defensa ha sido un atroz genocidio contra el pueblo palestino.

Setenta mil muertos después, la mayoría mujeres y niños y con la población gazatí sometida a toda clase de calamidades, dos años más tarde se ha logrado un alto el fuego con las negociaciones de Hamas y Netanyahu en Egipto, bajo el paraguas de Donald Trump, aunque con muchas más sombras que luces en el horizonte.

No voy a insistir en lo sucedido porque voces muy autorizadas y plumas expertas han explicado con detalle la delicada situación de Oriente Próximo y no creo que yo pueda aportar algo sustancial. Quiero, sin embargo, hacer algunos apuntes históricos que quizás nos sirvan para entender algo mejor lo que está ocurriendo. 

En 1947 la Naciones Unidas aprobaron la Resolución 181 en la que se esbozaba un plan de partición que dividiría Palestina (entonces bajo control británico) en Estados judío y árabes segregados. Pero fue el 14 de mayo de 1948 cuando David Ben-Gurión declaraba la independencia del Estado de Israel.

Poco tiempo después de declarada la existencia del nuevo Estado, Siria, Jordania y Egipto lo invadieron, desencadenando la primera guerra árabe-israelí. La consecuencia inmediata fue que más de 700.000 palestinos salieron del nuevo Israel, huyendo a Cisjordania, Gaza y los Estados árabes más próximos.

No fue un camino fácil, hasta que Israel no ingresó en la ONU, y eso sucedió en 1949, el nuevo Estado no alcanzó una soberanía equiparable a la de otros países. En la actualidad más de 160 miembros de la ONU reconocen al Estado israelí; entre los que no lo hacen se encuentran Siria, Irán, Arabia Saudí, Indonesia o Malasia.

A lo largo de los casi 80 años de existencia del nuevo Estado, se han barajado diversas opciones para dotar a los palestinos de un status quo propio, pero ninguna ha prosperado. Para muchos expertos en política internacional, la “línea verde de 1949” era la frontera más realista para los respectivos Estados. Esta línea se trazó durante los acuerdos de armisticio entre Israel y sus vecinos tras la guerra de 1948 y es la frontera actual entre Israel, Cisjordania y Gaza. Sin embargo, tras la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel ocupó parte de Cisjordania y Gaza, junto con Jerusalén Este y los Altos del Golán.

La mayoría de los debates actuales se refieren a la creación de dos Estados a partir de las fronteras existentes en 1967. En ese caso, el nuevo Estado palestino estaría formado por Cisjordania, antes de los asentamientos israelíes, y Gaza. Aquí surge un tema muy espinoso: como quedaría la ciudad de Jerusalén; con muy buena voluntad por todas las partes, la capitalidad compartida podría ser la solución.  

Desde el final de la Guerra de los Seis Días en 1967, más de 5 millones de palestinos se convirtieron en apátridas. Cisjordania y la Franja de Gaza permanecen en un limbo institucional, como enclaves semiautónomos bajo control de Israel. La cruda realidad es que los órganos de gobierno de Cisjordania y Gaza, es decir, tanto la Autoridad Palestina como Hamás, no tienen capacidad de acción sobre su propia seguridad ni sus fronteras. Por eso, la autodeterminación de los palestinos mediante la creación de un Estado ha sido la piedra angular de la acción política palestina durante décadas.

A principios de la década de 1990, parecía que se avanzaba de forma decidida hacia la solución de los dos Estados. De hecho, las negociaciones comenzaron, en parte, como consecuencia de los levantamientos palestinos en Cisjordania y Gaza en 1987, movimientos que se conocieron como la Primera Intifada.

Ya en 1993, el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el jefe de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, se reunieron en Oslo y firmaron el primero de dos pactos llamados los Acuerdos de Oslo.  Tras importantes concesiones por ambas partes, se sentaron las bases para la creación de un Estado palestino independiente, y aunque en aquellos pactos no se mencionaban las fronteras de 1967, sí se hacía referencia a “un acuerdo basado en la Resolución de 242 del Consejo de Seguridad de la ONU” de 1967, que exigía la retirada de las fuerzas armadas israelíes “de los territorios ocupados en el reciente conflicto”.

En 1995 se firmó el Acuerdo de Oslo II, allí se detallaba la subdivisión de las zonas administrativas de los territorios ocupados. Cisjordania se dividió en parcelas controladas por Israel, junto a la Autoridad Palestina. Aquello tenía que ser el primer paso hacia la entrega de los territorios ocupados a los palestinos.

Pero, en realidad, fue un espejismo. Tan solo seis semanas después, un nacionalista judío, ofendido por las concesiones hechas por Israel, asesinaba a tiros a Rabín. Como consecuencia, las negociaciones entre ambas partes se ralentizaron y la voluntad política empezó a debilitarse.  Durante las siguientes décadas, la solución de los dos Estados se ha ido volatilizando. El ascenso de gobiernos conservadores en Israel y la desidia de EE UU, han dado como resultado la cada vez menor influencia política de la Autoridad Palestina, y el ascenso de Hamás en Gaza, lo que ha provocado una división política entre los dos territorios palestinos que ha acabado debilitando la imagen de Palestina a nivel internacional. Tampoco han ayudado las amenazas de Hamás de aniquilar a Israel y su negativa permanente a reconocer al Estado israelí como legítimo.

Por otra parte, el continuo crecimiento de los asentamientos israelíes en Cisjordania, han convertido el territorio en pequeños enclaves rodeados por controles militares, donde los palestinos son hostigados de manera constante.

Y para cerrar el círculo está Benjamín Netanyahu, un tipo sin escrúpulos y sin límites, que ha hecho suya —en parte por convicción y en parte para mantener los apoyos necesarios para seguir en el poder— la agenda en Gaza de sus aliados de la extrema derecha nacionalista israelí. Los socios ultras de Netanyahu dan voz al movimiento radical de colonos israelíes y para ellos, la religión es uno de sus ejes vertebradores. Por eso es irrenunciable apoderarse de Cisjordania, la Judea y Samaria bíblicas, que consideran el corazón de la tierra de Israel que creen prometida por Dios a los judíos. El objetivo último es el establecimiento de asentamientos y la limpieza étnica de la población de la Franja.

Esta trayectoria histórica explica, que no justifica, la situación tan explosiva que se está viviendo en esa parte del planeta y que si no se solventa puede ser el detonante de algo mucho más terrorífico de lo que ya lo es.

Ante tan delicada situación y por difícil que parezca la solución de los dos Estados es la única que, a mi modo de ver, se plantea como plausible por difícil que sea; pero para eso es indispensable la predisposición de la comunidad internacional. Comunidad internacional que debería estar liderada por Estados Unidos, aunque no parece que Donald Trump y sus conmilitones estén por la labor.  

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 13/10/2025

 

09 d’octubre 2025

EL TEMA ESTRELLA

Estoy convencido de que en los próximos tiempos la inmigración será el tema estrella de editoriales, artículos, columnas y tertulias, además de acaparar las portadas de todos los medios de comunicación.

El tema en cuestión adquirirá más protagonismo cuanto más próximas estén unas elecciones, y dado que tenemos comicios cada dos por tres (si no son generales, son autonómica y sino locales, sin olvidar las europeas), hablaremos de inmigración de manera sistemática.

Hace unas pocas semanas, La Vanguardia publicaba una encuesta que alertaba del crecimiento exponencial en Cataluña de Vox y Alianza Catalana (organizaciones racistas por definición) y, en la sede de algunos partidos, saltaron las alarmas.  

Vox empezó a tener carta de naturaleza en Cataluña como consecuencia del procés y crece a un ritmo equivalente al que lo hace la formación en toda España. En cambio, Alianza Catalana es un partido surgido a rebufo de los atentados del 17 A de 2017, ocurridos en Barcelona y Cambrils y está en plena expansión. Liderado por Silvia Orriols, actual alcaldesa de Ripoll, cada fin de semana montan un buen puñado de carpas repartidas por el territorio para la distribuir propaganda, mientras sus dirigentes hablan de tú a tú con los ciudadanos que se les acercan, algo que los partidos clásicos, prácticamente, han olvidado.

Las reacciones a esa cercanía y lo que supone no se han hecho esperar. Los partidos independentistas ya notan el aliento del nacional populismo en el cogote. Por eso, los alcaldes de Junts andan bastante nerviosos y han pedido a Carles Puigdemont que levante el cordón sanitario a los de Orriols porque se les están comiendo el terreno y que el partido sea más proclive a pactar con el PSC pues entienden que se están quedando aislados.

A nivel nacional el PP anda desnortado, en la calle Génova saben que tienen un vía de agua por donde se le escapan votos a borbotones que van a Vox. Y ahí surgen las dos almas de los populares, mientras unos piden moderación y prudencia, los que comulgan con el trumpismo castizo de Ayuso aprietan para situarse más a la derecha que Abascal. Lo vimos hace unos días en un pleno del Ayuntamiento de Madrid, donde los populares tienen mayoría absoluta. Sin embargo, el PP dio soporte a una propuesta de Vox para que sea obligatorio informar a las mujeres que quieren abortar de las supuestas consecuencias del síndrome posaborto (algo que no tiene la más mínima base científica). Así, los trabajadores de los espacios de Igualdad, los de los centros de Madrid Salud y los de Samur Social, tal y como acordaron PP y Vox, deberán transmitir esta información de manera obligatoria, verbal y escrita, permanente y visible en sus instalaciones. Faltaría al rigor informativo si no dijese que el alcalde, Martínez Almeida, ha rectificado y ha dicho que “el síndrome posaborto no es una categoría científica”, entonces la pregunta es más que obvia: ¿Por qué su grupo municipal apoyó semejante barbaridad?  Pero no perdamos el hilo, retomo el tema estrella: la inmigración.

Ante las evidentes tensiones internas que cargan el ambiente de los populares, hace unas semanas, los barones territoriales se reunieron en Murcia para calmar las aguas y presentar las líneas maestras de su programa sobre inmigración, basado en 20 apartados. Entre otras cosas, Feijóo propuso la puesta en marcha de un visado por puntos para inmigrantes condicionado a trabajos de sectores donde falta “mano de obra” y con una “cultura” próxima, como la hispanoamericana. Es decir, una especie de carné por puntos donde la mejor nota se obtiene por estar dotado de determinadas características, premiando más a quienes pretendan trabajar en empleos carentes de personal en España y también a aquellos con culturas cercanas. A mejor puntuación, más posibilidades de residir en el país. Propuesta que, como mínimo es discriminatoria por razones de origen; además de xenófoba ya que se ha elaborado sin la imprescindible información previa, porque parece que Feijóo ignora que, si hay problema no viene por ahí, ya que en la actualidad de cada 10 personas que llegan nuestro país 7 vienen de Europa y Latinoamérica y solo 3 de otros lugares.

Es realmente lamentable que en el primer partido de la oposición y que quizás gobierne algún día España, no sea consciente de que la inmigración es indispensable tanto para nuestro país como para el resto de Europa, en un contexto en que las tasas de natalidad están muy por debajo del nivel de reproducción de la población (2,1 hijos por mujer); en España, en torno a 1,2. Sin inmigrantes, estaríamos en una España menguante, que podría disminuir a 38 millones de habitantes en el 2050. La contribución de los inmigrantes al crecimiento del PIB está próxima al 25%. Hace pocos meses que la OCDE alertaba sobre las graves consecuencias que podría tener para España la reducción de la inmigración. Sectores como el turismo, la construcción, la agricultura, el servicio doméstico y la ayuda a los mayores no funcionarían.

La inmigración es el tema estrella de la ultraderecha en sus programas porque genera bajas pasiones y es determinante en la difusión de la ideología racista y xenófoba, que es el embrión del fascismo rampante. Vivimos en un mundo incierto, donde guerras y catástrofes se multiplican. Los movimientos migratorios que esas catástrofes suscitan rompen la supuesta estabilidad étnica y cultural preestablecida. Valga aquí Barcelona como ejemplo: la población extranjera anda sobre el 20%. Sin embargo, no ha traído paro, porque hay cada vez más empleo, por eso vienen los inmigrantes buscando un futuro para sus hijos. Y no hay nada más absurdo que rechazar lo que necesitamos.

La cuestión de fondo es que los partidos de ultra derecha están experimentando un crecimiento sideral en toda Europa y esa fiebre ya ha llegado a España. El problema surge cuando algunos, obsesionados por ganar votos, dan pábulo a sus proclamas racistas y xenófobas en vez de combatirlas con argumentos y sentido común.

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 06/10/2025

 

02 d’octubre 2025

UNA FLOR EN EL CULO

La política tiene giros inesperados. Nos fuimos de vacaciones con Pedro Sánchez contra las cuerdas, mientras que el PP cerraba su XXI Congreso, celebrado en Madrid, en un ambiente de euforia mal contenida. En pleno mes de agosto y con los incendios forestales arrasando media España, a Núñez Feijóo le faltó tiempo para acusar al Ejecutivo de falta de previsión e ineficacia. Sin embargo, muy pronto se vio que las autonomías gobernadas por el PP flaqueaban en la gestión de aquella tragedia. Poco después llegó el inicio del curso político y Sánchez anunció una serie de medidas contra el genocidio en Gaza, entre las que destacaban el embargo de armas al ejército de Israel; convirtiendo a nuestro país en referencia para otros Estados frente a la barbarie que se está cometiendo con el pueblo palestino. Esa iniciativa cogió a Feijóo con el pie cambiado. Solo le ha faltado al líder de los populares a Díaz Ayuso jugando a la contra, al otorgar, al equipo ciclista israelí que participó en la vuelta a España, la medalla de oro de la comunidad y prohibiendo la colocación de la bandera palestina en los colegios de Madrid, y a José María Aznar enredando, poniéndose incondicionalmente al lado de Netanyahu. “Éramos pocos y parió la abuela” debió pensar Núñez Feijóo, mientras hacía contorsionismo político para no desbarrar.

Feijóo había condenó “la masacre de civiles” en el Congreso, pero no habían pasado ni 48 horas cuando Aznar al clausurar unas jornadas de la FAES decía que: “si el Gobierno de Benjamín Netanyahu perdía lo que está haciendo Occidente se situará al borde de la derrota total”. Es evidente que a este señor le va la marcha y no quedó satisfecho con la guerra de Irak.

La tensión intramuros en el PP es evidente, Aznar y Ayuso marcan el ritmo. En ese contexto, Feijóo volvió a modular sus críticas a Israel. El líder hace oídos sordos a determinados sectores dentro del partido popular que piden endurecer su rechazo a la matanza que está cometiendo el ejército israelí. Fuera de cámara, no pocos veteranos creen que desde la calle Génova se ha de marcar posición y dejar la equidistancia para otras ocasiones.

Solo les ha faltado el discurso de Felipe VI en el pleno de Naciones Unidas para hacer más visibles las dos almas del PP, por un lado los templados y por otro los trumpistas encabezados por Díaz Ayuso. De hecho, algunos barones territoriales como el presidente gallego, Alfonso Rueda, el andaluz, Juan Manuel Moreno Bonillo o el presidente de Aragón, Jorge Ascón ya han admitido sin tapujos que lo de Gaza es un genocidio y no valen las medias tintas. Y hay tenemos a Alberto Núñez Feijóo entre dos aguas, intentando nadar y guardar la ropa. Algo que en política casi nunca da resultado y menos cuando se trata de un líder que se supone ha de tener capacidad de discernimiento y marcar la pauta a los que lo siguen.

La falta de criterio y cuajo político de Núñez Feijóo son de una pasmosidad aplastante. Desde que Pedro Sánchez, el pasado mes de mayo, reconoció en público que la creación del Estado palestino era la solución al endémico problema de Oriente Próximo el líder de la oposición ha ido cambiando de opinión, pero sin acabar de posicionarse de una forma clara. Lo único claro para él, es que Pedro Sánchez tiene la culpa de todo: “¿Piiove? Porco Governo”, parece ser la idea fuerza que inspira su proyecto político.

En su obsesión por denunciar todo lo que hace Sánchez el líder de los populares se ha desmarcado de la línea que sigue el Partido Popular Europeo (PPE) que no es otra que condenar lo que está ocurriendo con los palestinos, es decir, en línea con el Ejecutivo de nuestro país.

La impericia de Feijóo y su equipo de asesores es descomunal. Según varias encuestas recientes, sobre el 85% de la población está en contra de lo que ocurre en Gaza y en eso coinciden tanto los votantes del PP como del PSOE. Por lo tanto, sin llegar hacer seguidismo y sin que las encuestas marquen, parece lógico pensar que hay que estar atento a lo que dice la calle. 

Algo similar le ocurre con Vox, pero al revés: el PP está haciendo un seguidismo descarado de la ultraderecha, en especial de la inmigración y la xenofobia que Feijóo los ha abrazado sin sonrojarse, pero no son las únicas cuestiones.

Hay quién dice que Pedro Sánchez tiene una flor en el culo. No lo sé y, desde luego, no tengo el más mínimo interés en comprobarlo. Lo que sí es evidente es que Sánchez es un tipo con arrojo y determinación que toma decisiones, a veces arriesgadas, y lucha por ellas. O dicho de otro modo: es la antítesis de Núñez Feijóo, un hombre dubitativo y apocado, incapaz de tomar una decisión y luchar por ella. Quizás en esa actitud tenga mucho que ver que su llegada al liderazgo del PP que fue posible porque Díaz Ayuso le abrió la puesta de la calle Génova y él se siente en deuda con la presidenta madrileña y sabe que su liderazgo tiene fecha de caducidad, será en las próximas elecciones generales, llegado ese momento, o se instala en la Moncloa o se va a su casa, no hay más.

Esa actitud personal, más allá del credo ideológico de cada cual, es, a mi modo de ver, la diferencia más sustancial entre el actual presidente del Gobierno y el líder de la oposición: la determinación de uno para mantenerse dónde está y defenderse contra viento y marea, frente al otro, apocado y con muy poco fuelle que parece conformarse con ver la vida pasar y ser candidato a la presidencia.  

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 29/09/2025


LA SOLUCIÓN DE LOS DOS ESTADOS

El pasado martes, 7 de octubre, se cumplieron dos años de la brutal agresión terrorista de Hamas en tierras israelís; asesinaron a 1.200 per...