29 d’abril 2025

INCONTINENCIA VERBAL

El pasado martes, 22 de abril, cuando faltaban veinticuatro horas para que acabase el plazo para presentar a la OTAN las previsiones de gasto militar para este año, y tras un Consejo de Ministros intenso, Pedro Sánchez compareció ante los medios de comunicación para informar que España invertirá 10.471 millones más de euros en defensa en 2025, hasta llegar a un total de 33.123 millones, y “cumplirá este año con el objetivo del 2%” del gasto militar comprometido con la Alianza, adelantando en cuatro años la fecha fijada hasta ahora por el Gobierno, que era 2029.

Según el presidente Sánchez ese fuerte aumento de la inversión en defensa supondrá un “esfuerzo importante pero proporcional” a la potencia económica de España. El 87% de la inversión, unos 9.000 millones de euros, se destinarán a empresas españolas y menos del 5% se gastará fuera de la UE; y tan solo una quinta parte del dinero se destinará “a la compra de armamento en el sentido tradicional del término”. El presidente lo ve como una “oportunidad para la reindustrialización” de la que podrán beneficiarse todas las comunidades autónomas, supondrá un aumento de entre 0,4 y el 0,7 puntos del PIB español y la creación de 100.000 empleos, 36.000 de ellos directos. A la vez, garantizó que se hará sin aumentar el déficit, sin reducir “un céntimo de euro el gasto social, ni tocar el bolsillo de los ciudadanos”; es decir, sin recortar el Estado del bienestar, ni subir los impuestos.

He escrito Consejo de Ministros intenso porque, aunque, en teoría, las deliberaciones de ese órgano son secretas, muy pronto supimos que los miembros de Sumar se opusieron con uñas y dientes a la propuesta del presidente.

Pues bien (“éramos pocos y parió la abuela”, que diría un castizo), en plena polémica entre los socios del Ejecutivo por el aumento del gasto en defensa, saltó la noticia que, desde el Ministerio de Interior, se estaba ultimado la compra de 15 millones de balas a Israel, por un importe de 6,6 millones de euros, y aunque, el pasado 24 de octubre, se había decidido anular el contrato; por indicaciones de la abogacía del Estado el departamento que dirige Fernando Grande-Marlaska rectificó, anunciando que seguía adelante con la compra, porque de no hacerlo se debería indemnizar a la empresa vendedora. Desde luego esa decisión no ha sido de las más acertadas de las que ha tomado el ministro a lo largo de su carrera. Al final, se impuso el sentido común y por indicación del presidente del Gobierno se anuló el pedido.

Pero es que casi inmediatamente después supimos que desde el inicio de la escalada bélica de Oriente Próximo, España ha adjudicado 46 contratos a la industria militar israelí por un valor global de algo más de 1000 millones de euros según un estudio del Centro Delàs de Investigaciones para la Paz basado en los datos publicados por la Plataforma de Contratación del Estado.

Diez de estos contratos, por valor de unos 817 millones de euros, aún no se han formalizado. Entre ellos figuran el lanzacohetes múltiple SILAM, por 576 millones, o el sistema de misiles antiaéreos Spike, por 237,5 millones. Según el Ministerio de Defensa esos contratos, adjudicados a empresas españolas, utilizan tecnología de las compañías israelíes Rafael y Elbit, y, a día de hoy, no son sustituibles por otro proveedor. Así pues, tenemos polémica para tiempo.

Todo eso provocó una tormenta de declaraciones y contradeclaraciones en la que no podía faltar el PP exigiendo que los contratos se cumplan y amenazando presentar una denuncia ante el Tribunal de Cuentas si se cancelan los acuerdos. Los de Feijóo siempre dispuestos a colaborar…, para montar la bronca.

No les voy a quitar la razón a las personas y/o entidades que han puesto el grito en el cielo por esas posibles compras. Comprendo, respeto y comparto buena parte de los recelos que este tipo de decisiones generan en los ciudadanos progresistas de a pie, porque apuntan a la línea de flotación de algunos de aquellos ideales que defendimos durante tantos años. Pero hay que entender que la realidad es poliédrica y, por ejemplo, la industria de seguridad y defensa puede ser una herramienta útil para revitalizar la economía.

 

Sin embargo, me sorprende el nihilismo y candidez aparente de algunos políticos que se autodefinen como progresistas, pero que se han quedado colgadas de los postulados de la izquierda de los años 70 y 80. Se puede hacer y/o decir lo mismo o más con mucho menos ruido y sin regalarle los oídos a la derecha y a sus voceros. Seguramente no acaban de ser conscientes; pero no se ha cerrado una crisis que ya se está preparando otra andanada para poner en jaque al Ejecutivo. Cuando no es una cosa es otra. Y con tanta bronca y tanta alharaca están poniendo una alfombra roja para que Núñez Feijóo y su socio Abascal lleguen a la Moncloa sin despeinarse.

No quiero ser mal pensado y creo que nadie en la izquierda se mueve por intereses espurios como apuntan algunos tertulianos y comilitones de la caverna mediática, pero, en mi opinión, determinados líderes progresistas deberían evitar la incontinencia verbal. Parece que no son conscientes de que las trifulcas entre los socios de coalición debilitan al Gobierno y generan hartazgo en la ciudadanía y eso es terreno abonado para que las derechas lleguen pronto al poder.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 28/04/2025

 

LAS AUTOCRACIAS VAN GANANDO

La organización no gubernamental Freedom House, con sede en Washington, dedicada a promover la democracia y los derechos humanos, asegura en un informe reciente que la libertad lleva casi 20 años disminuyendo en el mundo y cediendo posiciones frente al autoritarismo. En 1991 despareció la Unión Soviética y parecía que las democracias liberales habían triunfado. Sin embargo, la realidad es otra y parece que las autocracias van ganando la partida.

Es el caso de Rusia: en el país de los zares y los sóviets la democracia liberal nunca tuvo la menor oportunidad. Vladimir Putin jamás pensó en establecer un sistema de libertades reales para su pueblo.

En cambio, Hungría, un país integrado en la Unión Europea, es una muestra clara de la evolución desde la democracia liberal a un modelo de rasgos autocráticos. Allí Viktor Orbán, fundador del movimiento Fidesz (Alianza de Jóvenes Demócratas) en 1988, cuando aún existía la Unión Soviética, gobernó con un programa de estabilización política y económica entre 1998 y 2002. Al retornar al poder en 2010, con mayoría absoluta en el Parlamento, Orbán se había desplazado desde posiciones liberales a posiciones netamente conservadoras y, según su propia definición, “iliberal”. La fragilidad económica europea generó un clima de miedo que abrió las puertas a las nuevas derechas en Francia, Italia, Alemania, Reino Unido y en la mayoría de las nuevas democracias excomunistas.

Viktor Orbán enarboló una de las banderas tradicionales de la ultraderecha clásica de hace un siglo, una de las que el sociólogo hispano-estadounidense Juan Linz describió en su libro La quiebra de las democracias (1978): el antisemitismo. Ya en 1989, cuando colapsaron los regímenes comunistas europeos, amplios sectores de la sociedad húngara mostraban un recelo profundo hacia los judíos. Con habilidad malsana, Orbán canalizó el antisemitismo general hacia una persona en particular, el multimillonario judío George Soros, a quien se atribuyeron diversas conspiraciones presuntamente encaminadas a la erosión de la nación húngara. El foco de la aversión gubernamental se dirigió a la Universidad Centroeuropea, fundada y financiada por Soros (quien, casualmente, había pagado la beca con la que Orbán estudió un año en Oxford); al final, la Universidad tuvo que ser trasladada a Viena.

La crisis financiera de 2008 fue la peor del capitalismo desde 1929, y marcó un punto de inflexión. El riesgo de colapso era tan grave que, el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, habló de la necesidad de “refundar el capitalismo”. Pero luego resultó ser el capitalismo el que siguió refundando todo lo demás. Las consecuencias de aquella crisis fueron un escenario de ruinas que todavía persisten. La izquierda tradicional quedó seriamente tocada: la socialdemocracia y el sindicalismo quedaron desbordados por la realidad.

Aquellos lodos trajeron estos polvos y desde 2008 se han acelerado los excesos del capitalismo, han aumentado las desigualdades, y los patrimonios vergonzosamente gigantescos han tomado carta de naturaleza; de la misma manera que la precariedad se ha instalado en el mundo laboral y la globalización, que ya había desindustrializado parcialmente Estados Unidos y la Unión Europea, empezó a ser percibida en determinados sectores como un mecanismo fuera de control.

Con ese paisaje de fondo, la derecha más ultra perdió los complejos ─sí es que tenía alguno─, y se lanzó a transformar los consensos forjados desde 1945 e imponer sus propias ideas. Y para eso, necesitaba agitar el espantajo de la inmigración masiva y contraponer las llamadas “culturas nacionales” a los mosaicos multiculturales, según su teoría, incompatibles entre sí.

Las autocracias, no son solo atribuibles a una simple derechización (tenemos los casos de Venezuela o Nicaragua, que se autodefinen como izquierdistas), inicialmente pueden atraer a una buena parte de la población por sus reclamos populistas. La ensayista conservadora Anne Applebaum destaca tres elementos como factores esenciales para comprender esas situaciones: El primero, atribuir la responsabilidad de los problemas a la oposición oa un enemigo externo (los inmigrantes son utilísimos en ese sentido). El segundo, propone soluciones fáciles: “Con frecuencia las personas se sienten atraídas por las ideas autoritarias porque les molesta la complejidad; les disgusta la división, prefieren la unidad”. El tercero, apelar a discursos pesimistas y en definitiva al miedo: "Estados Unidos está condenado, Europa está condenada, la civilización occidental está condenada. Los responsables de tanto desvarío son la inmigración, la corrección política, la cultura, el establishment, la izquierda y los demócratas".

Por supuesto, ese mecanismo no funcionaría si no contuviera elementos verosímiles para grandes sectores de la sociedad. Hemos de ser honestos con nosotros mismos y reconocer unas fuerzas progresistas, en ocasiones timoratas respecto a determinadas cuestiones como, por ejemplo, la inmigración (ya que no siempre ponen en práctica lo que defienden en sus documentos) o el alejamiento de los gobernantes de los problemas reales y que preocupan a la ciudadanía, mientras que personajes como Marine Le Pen Javier Milei o el propio Donald Trump dicen identificarse con los problemas de los trabajadores.

La compleja situación geopolítica actual favorece claramente a las fuerzas autoritarias y populistas. Pero es que además la actitud de la Administración norteamericana nos aboca de nuevo a un mundo bipolar, quizás no exactamente igual al anterior a 1989 pero con grandes similitudes, con Estados Unidos y algunos aliados de un lado, el binomio China-Rusia por otro y la UE entre dos aguas.

La cuestión de fondo es que las democracias liberales encajan mal con el miedo. Vivimos en una cultura del miedo y eso nos atenaza y nos impide, y ese es el caldo de cultivo para que las autocracias avancen. Hemos de reaccionar. No queda otra.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Còrtum 28/04/2025

 

17 d’abril 2025

UNA ESPERANZA FRUSTRADA

Estos días se cumplen 94 años de la proclamación de la II República española. El tiempo no perdona y, lamentablemente, cada vez son menos los testigos que pueden dar fe de aquel acontecimiento. Un hecho que, de haber evolucionado de manera adecuada, habría convertido a España en país de referencia del desarrollo social y las políticas progresistas. Sin embargo, los hechos fueron los que fueron y la respuesta reaccionaria a aquel advenimiento nos situó durante casi medio siglo en el furgón de cola de las libertades y las conquistas sociales.

Para entender la llegada de la II República debemos remontarnos hasta el derrumbe de la dictadura de Primo de Rivera. El régimen dictatorial, que arrancó en 1921 y duró hasta 1930, y que como todos los sistemas autocráticos acabó en fracaso. Ante esa situación, Alfonso XIII intentó devolver el país a un sistema democrático. En un primer momento, confiaron en el general Dámaso Berenguer para recuperar la "normalidad" constitucional, pero ya era tarde. Finalmente Juan Bautista Aznar intentó salvar los muebles con un gobierno de concentración, pero la suerte estaba echada.

Con la idea de dar una pátina de tranquilidad a la situación, en febrero de 1931, el ejecutivo monárquico convocó elecciones municipales para el 12 de abril. Los partidos de la oposición que se habían unido en el Pacto de San Sebastián les dieron un carácter plebiscitario. Ganó la conjunción republicano-socialista en 41 de las 50 capitales de provincia. De ese modo se puso de manifiesto la desafección monárquica. Ante esa realidad, Alfonso XIII descartó la violencia y marchó al exilio.

De esa forma, el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República y un Comité Revolucionario tomó posesión como Gobierno Provisional. El júbilo en las calles de muchas ciudades españolas representaba la esperanza en la nueva forma de Estado.

El cambio de régimen tenía enormes implicaciones. Para Manuel Azaña, el político que mejor la encarnó el espíritu republicano, “la República devolvía las libertades a los españoles y devolvería al país la dignidad nacional. “La República venía realmente […] a satisfacer las exigencias más urgentes del pueblo”. Esperanza, ilusiones, entusiasmo y grandes expectativas vieron nacer la experiencia democrática más avanzada que había vivido España.

La República se propuso la tarea de modernizar España en cuestiones cruciales, pero no logró establecer un consenso básico sobre el propio régimen político ni satisfizo las expectativas generadas por el cambio. En sus dificultades influyó la debilidad de la clase media en un país de fuertes contrastes, con ciudades que se modernizaban y un atrasado mundo rural. La inestabilidad la agudizaron los problemas económicos, por el impacto de la crisis del 29 La fuga de capitales y la rigidez de la patronal agravaron la conflictividad social, sobre todo en el campo.

En aquellos años, la vida cotidiana ganó en dinamismo por el clima de liberalización y la mayor politización, aunque tuvo en ocasiones salidas de tono. Diversas medidas atenuaron la discriminación femenina y hubo mayor presencia de las mujeres en la escena pública.

Sin embargo, la Segunda República no llegó a estabilizarse políticamente. Con un sistema de partidos muy fragmentado, y frágiles coaliciones. Entre el 14 de abril de 1931 y el 18 de julio de 1936 hubo diecinueve gobiernos distintos, dificultando una labor política sostenida.

Los problemas estallaron pronto. En mayo del 31se produjo la quema de iglesias y conventos, una explosión anticlerical que acentuó los recelos católicos. Abundaron las huelgas, a veces con resultados sangrientos y muchas impulsadas por los anarquistas, con mayor fuerza que en cualquier otro país. Su ofensiva no nacía sólo del malestar social, respondía también a sus concepciones revolucionarias. Pese a la política reformista del nuevo régimen, aumentó la agitación laboral. El Gobierno tuvo que recurrir a duras medidas para controlar el orden público, cuyas alteraciones erosionaron al ejecutivo y desacreditaron al régimen.

En las elecciones de junio a Cortes Constituyentes, ganaron los republicano-socialistas. En diciembre se aprobó una Constitución democrática y progresista, pero no fue consensuada: la derecha no la votó. La “República de trabajadores de toda clase” se configuraba como un Estado integral, con derechos sociales, expropiación forzosa por causa de utilidad social, legalización del divorcio, a confesionalidad del Estado y escuela unificada y laica. Incluyó también el voto de las mujeres.

El Gobierno diseñó un programa de reformas para afrontar los problemas militar, agrario, religioso y territorial. Quería un Ejército profesional y neutral en política, expropiar los latifundios y dar propiedades a los campesinos, limitar la influencia de la Iglesia y conceder autonomía a las regiones con lengua y cultura propias donde tenían arraigo los nacionalismos.

Confiando en el apoyo popular, republicanos y socialistas acometieron las reformas, cuyos fundamentos legales habían incorporado a la Constitución. Durante el bienio 1931-1933, Manuel Azaña, presidente del Gobierno, aligeró el Ejército ofreciendo retiros con el sueldo íntegro. Se creó un buen número de escuelas y se impulsó con fuerza la educación, siguiendo los criterios de la Institución Libre de Enseñanza. La reforma agraria tuvo una elaboración lenta y compleja. Su ley de bases se aprobó en septiembre de 1932 –a la vez que el Estatuto de Cataluña– pero resultó excesivamente moderada e incapaz de resolver el dramático problema campesino del sur.

Estas medidas incrementaron la conflictividad, por la resistencia a las reformas, especialmente de la Iglesia, los terratenientes y algunos militares; y por el escaso acierto y agresividad de algunas políticas, en particular la religiosa. Las tensiones fueron constantes. La primera sublevación militar fue la de Sanjurjo, en agosto de 1932.

El desgaste político hizo que, Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la República, convocase elecciones, el 19 de noviembre de 1933, que se saldaron con una nítida victoria derechista. El sistema favorecía a las coaliciones y la CEDA obtuvo una mayoría relativa mientras se desplomaban los partidos republicanos. En el bienio radical-cedista se desmantelaron las tímidas reformas del período anterior. 

En octubre de 1934, entraron en el Gobierno tres ministros de la CEDA. Los socialistas convocaron una huelga general revolucionaria, en algunos lugares apoyados por anarquistas, comunistas y otros grupos. Era contra la derecha, pero socavaba los cimientos de la República. Hubo movilizaciones en Madrid, Barcelona y otras ciudades, pero adoptó la forma de un levantamiento armado en Asturias, donde los mineros tomaron varios pueblos, implantando una organización revolucionaria. La represión se confió al general Francisco Franco con fuerzas traídas de África. Hubo unos 30.000 encarcelados.

La petición de amnistía se convirtió en un clamor nacional. Durante 1935 se fue perfilando el Frente Popular, una idea de origen comunista que se había ensayado en Francia: una coalición electoral de toda la izquierda contra la derecha. Se dotó de un programa democrático reformista, sin las radicalizaciones que se le atribuyeron.

En las polarizadas elecciones de febrero de 1936 se hundieron los partidos de centro y ganó el Frente Popular por un exiguo margen, que se tradujo en una gran mayoría de escaños, por las alianzas.

Niceto Alcalá-Zamora fue sustituido por Manuel Azaña como presidente. La presidencia del Gobierno la asumió Santiago Casares Quiroga. Tras la amnistía hubo movilizaciones que exigían la aplicación de las reformas, como la ocupación de tierras. Fueron meses convulsos, en un clima de tensión y violencia, practicada por anarquistas, radicales socialistas y extrema derecha. En esas circunstancias, el pronunciamiento militar, que se preparaba desde marzo, encontró en julio de 1936, la excusa para el golpe de Estado, cuyo triunfo parcial desencadenó la Guerra civil.

Hace unos años, un grupo de historiadores hizo públicos una serie de documentos de la época de la República y la Guerra Civil española. Entre todos ellos, me llamó poderosamente la atención el texto de una octavilla de mano, editada en la imprenta Gutenberg de Guadalajara, el 31 de mayo de 1931, para la que se rogaba la mayor publicidad posible. En la misma, se enumeraban los mandamientos republicanos, qué eran: “El primero, amar a la Justicia sobre todas las cosas; el segundo, rendir culto a la Dignidad; el tercero, vivir con honestidad; el cuarto, intervenir rectamente en la vida política; el quinto, cultivar la inteligencia; el sexto, propagar la instrucción; el séptimo, trabajar; el octavo, ahorrar; el noveno, proteger al débil; el décimo, no procurar el beneficio propio a costa del perjuicio ajeno”.  Estos mandamientos se resumen en una especie de epílogo que dice: “Quien ama la justicia sobre todas las cosas no hace daño a nadie; respeta los derechos ajenos y hace respetar los propios. Quien rinde culto a la dignidad, se lo rinde a la libertad y la igualdad; ni avasalla a nadie, ni por nada se deja avasallar; ni reconoce primacías innatas, ni acata privilegios infundados”. En mi opinión, una octavilla sencillamente fantástica y de plena vigencia.

Por desgracia, la II República acabó siendo una esperanza frustrada. Además de sufrir los recelos de la derecha, le habían faltado lealtades desde la izquierda –de los anarquistas y de quienes quisieron superarla por la vía revolucionaria–, pero los responsables de su final fueron quienes se levantaron en armas contra la democracia.

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 14/04/2025

 

09 d’abril 2025

EL SUR GLOBAL TAMBIÉN EXISTE

 

“…Pero aquí abajo,

abajo cerca de las raíces

es donde la memoria

ningún recuerdo omite

y hay quienes se desmueren

y hay quienes se desviven

y así entre todos logran

lo que era un imposible

que todo el mundo sepa que el Sur,

que el Sur también existe.”

 

 

Con esta bella estrofa termina el poema “El sur también existe” del uruguayo Mario Benedetti al que Joan Manuel Serrat puso música en 1985. Después de darle varias vueltas, me ha parecido oportuno parafrasear el último verso para titular este artículo.

Geográficamente, el término se refiere a los países que se encuentran debajo del ecuador (en el hemisferio sur), en contraste con los que se encuentran completamente al norte de él. Sin embargo, a menudo se utiliza de manera engañosa como abreviatura de mayoría global, a pesar de que la mayor parte de la población mundial está por encima del ecuador (al igual que la mayor parte de la masa terrestre del mundo). Por ejemplo, a menudo escuchamos que India, el país más poblado del mundo, y China, el segundo más poblado, están compitiendo por el liderazgo del Sur Global, y ambos han celebrado conferencias diplomáticas con ese propósito. Pero, en realidad, ambos están en el hemisferio norte.

El término es, de hecho, un eslogan político más que una descripción precisa del mundo. En este sentido, parece haber ganado fuerza como sinónimo para reemplazar términos menos acertados. Durante la Guerra Fría, se decía que los países que no estaban alineados ni con los bloques de Estados Unidos ni con la Unión Soviética pertenecían al “Tercer Mundo”. Desde entonces, esos países han intentado organizarse de algún modo, pero la realidad es que a día de hoy, todavía un centenar largo de países constituyen un movimiento no alineado y bastante débil.

Pues bien, es muy posible que, con la guerra comercial desatada por Donald Trump, las asociaciones de países que se organizan para relacionarse libremente entre ellos a partir de las transacciones comerciales ganen protagonismo y, de alguna manera, vengan a suplir los espacios que deje vacíos el muro arancelario que está levantando la Administración estadounidense.

Ante esta situación geopolítica a la UE se le abra una ventana de oportunidad. En estas nuevas circunstancias, tanto Úrsula Von der Leyen, como Antonio Costa harían bien en explorar las posibilidades de transacciones comerciales que se pueden dar con los países que conforman ese Sur Global. Europa tiene acuerdos con casi 80 países y es el momento de ampliar esa red. Recientemente los líderes europeos han cerrado acuerdos comerciales con Mercosur, México y Suiza, y eso está bien, pero hay que seguir insistiendo.

De igual manera, se ha puesto en marcha la primera asociación con Sudáfrica y, según parece, se está negociando un acuerdo comercial con la India que debería estar listo a finales de año. También se están manteniendo negociaciones con Indonesia y Tailandia. La diplomacia europea está funcionando a tope y está llevando su espíritu comercial y de fiabilidad por todo el planeta. Hay que dejar claro que Europa no es Estados Unidos, aquí se actúa con rigor. Esa es la mejor manera de lograr mercados alternativos —también de avanzar en la seguridad geoestratégica— que amortigüen el golpe que está suponiendo la subida masiva y unilateral de aranceles que ha emprendido Trump desde que regresó al poder hace menos de tres meses.

Quizás todos esos acuerdos no igualen el volumen del intercambio con los EE UU, pero sí serán un buen amortiguador que minimice los efectos devastadores que pueden generar las iniciativas del presidente norteamericano.

Y mientras Europa se mueve en esa onda, en EE UU se ha impuesto una forma de ver el mundo que altera profundamente el orden mundial que los propios Estados Unidos tanto contribuyeron a crear, y que, a la vez, tantos beneficios les ha proporcionado, pero que, sin embargo, ahora, Trump se dispone a destruir: primero fue contra sus socios en la OTAN, ahora Washington ataca el comercio global que defendió a capa y espada Ronald Reagan. Estados Unidos cierra fronteras, vínculos económicos y alianzas geoestratégicas en una política de creciente aislacionismo.

Los aranceles impuestos por Trump están calculados de una forma fullera y bastante aleatoria, casi haciendo trampas al solitario. No siguen una lógica aparente. Su sistema contable se basa en dividir los déficits comerciales bilaterales por la importaciones, castigan más —con la enorme excepción de China, el gran rival económico y geopolítico de Estados Unidos— a los países amigos que a los adversarios: Irán queda menos golpeado que Japón, con un 24%. Rusia no se ve afectada, con el argumento inexacto de la Administración republicana de que no comercian “con ellos”. Corea del Norte tampoco aparece en las listas. Pero incluso el aliado inquebrantable Israel, que había eliminado sus aranceles a Estados Unidos para evitar medidas recíprocas, recibe un 17%.

En cualquier caso, el mundo avanza y si la UE quiere conservar su influencia como actor global, y no meramente regional, debe abrazar el futuro, aprender a convivir con el Sur Global y adquirir las habilidades necesarias para navegar por un mundo multipolar impredecible y a menudo díscolo. O dicho de otro modo, hay que abandonar la comodidad de un lugar pulcro y ordenado como es Europa, algo que no será fácil, para salir al exterior donde la UE tiene mucho que ganar y poco que perder, aventurándose en una jungla vibrante y apasionante.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Club CÒRTUM 08/04/2025

 

 

08 d’abril 2025

DE MAL EN PEOR

Donald Trump no da tregua. Raro es el día que los medios de comunicación no nos anuncian una nueva ocurrencia del mandatario estadounidense. No hace ni tres meses que inició su segundo mandato en la Casa Blanca y ya ha provocado una auténtica transformación en la situación geopolítica que está poniendo en jaque el statu quo establecido.

La economía mundial se enfrenta a un cambio de paradigma. El regreso de Trump a la presidencia de EEUU representa, sobre todo, un nuevo impulso al nacionalismo económico por la vía de guerras arancelarias, pero también un paso atrás en la lucha contra el cambio climático, es decir, incremento de producción de energías fósiles, pero también en otros sectores ―como pueden ser el financiero y el tecnológico―, mediante la desregulación. En la reunión del último foro de Davos ya se lanzaron mensajes que apuntaban un camino lleno de turbulencias. Ante esa nueva situación, quién más y quien menos se prepara para reducir riesgos y aprovechar las oportunidades.

A lo largo de la campaña electoral, las recetas económicas de Trump, venían a ser algo así como un arma de doble filo. Buena parte del sector empresarial recibió con júbilo el anuncio de la desregularización, mientras que la subida de aranceles generaba preocupación. Y es que si hay algo que los mercados financieros no toleran es la incerteza y eso es lo que está ocurriendo.

Ahora, los peores augurios se están haciendo realidad. Con el eufemístico nombre de “Día de la liberación” el presidente Trump bautizó el día en que hacía pública la subida de aranceles, con una media generalizada del 10%, y el 20% para la UE. Una iniciativa burda y pueril, según muchos expertos, que nos devolverá a las políticas del siglo XIX. 

La agresiva ofensiva arancelaria, mucho más dura de lo inicialmente esperado, ha provocado una sacudida considerable en los mercados mundiales. Las jornadas posteriores al “Día de la liberación” resultaron caóticas y en las principales bolsas se impusieron los números rojos. La peor parte se la están llevando los índices estadounidenses, con descensos cercanos al 4%, es el caso del S&P 500 y del Dow Jones, y aún mayores en el caso del tecnológico Nasdaq, que perdió más del 6%, en la peor jornada en Wall Street desde septiembre de 2022. Las caídas se extendieron por las Bolsas de todo el mundo y en Europa las pérdidas se situaron entre el 3% y el 5%. El incierto impacto de las tasas en la economía mundial y en las cuentas de resultados de las empresas está en el origen de la tormenta. Eso ha provocado una huida de los inversores hacia activos refugio como el oro, en máximos históricos y el yen japonés.

De hecho, algunas compañías estadounidenses, cuyas cadenas de producción dependen en gran medida de países extranjeros, sufren los mayores castigos: Nike se ha dejado más del 12% y Apple ha retrocedido un 8%. La huida de los inversores de la Bolsa estadounidense supone una pérdida de capitalización de más de tres billones de dólares entre el S&P 500 y el Nasdaq, según cálculos de Bloomberg, que se ha contagiado de los malos resultados de Wall Street, que cerró la semana pasada con pérdidas.

Hemos de ser conscientes de que estamos en un momento de fuerte incertidumbre. Se está configurando un nuevo orden mundial y es muy importante que Europa tenga una voz fuerte. Ahora más que nunca, hay que seguir contribuyendo a unas instituciones multilaterales que son la mejor garantía para encontrar soluciones beneficiosas para todas las partes. Debemos huir de una visión de suma cero, porque la experiencia histórica nos enseña que la cooperación y la unidad rinden más beneficios a nivel global. Es el momento de aprovechar la oportunidad para seguir profundizando las relaciones estratégicas con otras partes del mundo, sin dejar de cuidar nuestras relaciones con EEUU, pero de igual a igual. Europa es líder mundial en comercio y eso hay que hacerlo valer. Debemos tomar las riendas de nuestro destino y reforzar la autonomía en términos de seguridad, defensa, energía, tecnología y competitividad.

En este contexto, resulta encomiable la iniciativa del Gobierno de España que, por boca del presidente Pedro Sánchez, ha anunciado un despliegue de ayudas de 14.000 millones de euros para los sectores más afectados por la guerra arancelaria. De forma muy similar se están moviendo otros gobiernos como pueden ser el de China o Canadá que ya han respondido con la ley del talión, “ojo por ojo y diente por diente”, mientras que Úrsula von de Layen, presidenta de La Comisión Europea ha dicho que: “estamos ultimando un primer paquete de contramedidas en respuesta a los aranceles sobre el acero”. Y ha vuelto a hacer hincapié en que la primera apuesta de Bruselas es la solución negociada: “Ahora nos estamos preparando para otras contramedidas, para proteger nuestros intereses y nuestras empresas si fracasan las negociaciones”. Hay que esperar que el resto de ejecutivos se vayan posicionando.

No quisiera acabar esta artículo sin hacerme eco de algunas de las reflexiones que hizo el exsecretario de política exterior de la UE, Josep Borrell, en una reciente entrevista en el al programa Cafè d'Idees de la 2 y Ràdio 4. Sinceramente, creo que valen la pena.

El exjefe de la diplomacia europea sostuvo que la Unión Europea debería "atacar fiscalmente" a las empresas tecnológicas estadounidenses como respuesta a los aranceles anunciados por Donald Trump. Borrell argumentó que esas compañías "trabajan con costes marginales prácticamente cero", por lo que una eventual subida de tasas para ellas no tendría "repercusiones directas" en los precios que ofrecen a los consumidores. “Trump prometió una bajada de impuestos que pretende compensar con los beneficios de los aranceles a la importación”. Pero, en su opinión, el mensaje del líder estadounidense es demagógico y los datos presentados están "falseados". "Eso es tirar un tiro en el pie, porque si tú pones una tasa en los productos importados, también subes los precios internos y también importas la inflación. Si todos nos ponemos a importar la inflación del otro, al final esto también va contra nuestro interés", “Toda la Unión está afectada de la misma manera". Por eso, considera que hay que reaccionar a los aranceles "de la misma manera". En este sentido, recordó que la UE cuenta con un instrumento anticoercitivo, aprobado en la pasada legislatura e ideado por cómo pudiera actuar China. Pero podría usarse con Estados Unidos.

Lo que queda claro es que con ese personaje al frente del país más poderoso del mundo, estamos entrando en una zona de fuertes turbulencias y si no cambian mucho las cosas todos vamos a ir de mal en peor.

 

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 07/04/2025



 

02 d’abril 2025

GENOCIDIO EN GAZA

Como ciudadanos libres y responsables que somos, en una sociedad desarrollada y compleja como la nuestra, no podemos permitir por más tiempo que el ejército israelí, comandado por un criminal descerebrado como es Benjamín Netanyahu siga matando inocentes. Hay que parar esa barbarie.

Tal vez no acabamos de ser conscientes de que los muertos ya superan los 50.000, desde que empezaron los ataques en octubre de 2023, y que la ayuda humanitaria no llega a la asediada población de Gaza desde el 1 de marzo. Tras una endeble tregua de menos de dos meses, hace poco más de 15 días, Israel reanudó los bombardeos matando a unas 800 personas hasta la fecha, la mayoría niños y mujeres. Por si fueran poco esas matanzas indiscriminadas, el ministro israelí de Defensa, Israel Katz, ha amenazado con una anexión permanente de diversas partes de la Franja y eso equivaldría a un desplazamiento perpetuo de la población al sur del enclave, primer paso para aplicar del plan de la Casa Blanca que ellos denominan “traslado voluntario” (eufemismo de limpieza étnica) de los residentes de Gaza fuera de la Franja.

Para captar la dimensión del drama que están viviendo los gazatíes, deberíamos hacer el esfuerzo de meternos en la piel de alguno de los desplazados, aunque solo fuera por unos instantes, así, quizás, tomásemos conciencia del alcance de la tragedia.

Esa maldita situación empezó inmediatamente después del ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023. Desde entonces, la gran mayoría de los 2,3 millones de personas que habitaban en Gaza se han visto obligados a desplazarse, en múltiples ocasiones forzados por el ejército israelí y/o por sus bombardeos indiscriminados.

Durante el alto el fuego del mes de enero fueron muchas las familias de desplazados que quisieron volver a lo que había sido su hogar, pero lo que encontraron fueron ruinas y desolación.

Hay gazatíes que han perdido la cuenta de la cantidad de veces que han tenido que salir huyendo. En ocasiones fue el ejército israelí el que les obligó al traslado, otras veces el terror que conllevan los bombardeos les hizo huir para conservar la vida. Se han tenido que refugiar en tiendas de campaña, casas de familiares, prisiones, escuelas o en algún hospital de los pocos que quedan en pie y cuando no han dormido al raso, casi siempre, sin la más mínima ayuda humanitaria, y es que todo vale con tal de seguir respirando. 

La actitud despótica y autócrata de Benjamín Netanyahu se explica (no justifica) por su debilidad política, ocasionada por la lamentable gestión que ha hecho del conflicto bélico. Pero es que, además, Netanyahu está siendo investigado por sus posibles responsabilidades en la prevención del ataque que llevó a cabo Hamás el 7 de octubre de 2023, por probable corrupción en su entorno con derivadas que le atañen directamente y, para redondear la situación, la Corte Penal Internacional ha ordenado su arresto por crímenes de guerra y de lesa humanidad. Con ese currículum es fácil suponer que si convoca elecciones las perderá. Por eso ha decidido fiar su supervivencia política a los extremistas del Likud (partido ultra israelí) y para tenerlos de su parte les ha garantizado la anexión territorial que se pueda derivar de esta guerra y el bloqueo de cualquier fórmula de Estado palestino. No por casualidad durante la tregua en la Franja se han intensificado intervenciones militares en Cisjordania, con propósitos muy semejantes a los mostrados en Gaza. 

Sorprende, sin embargo, que la misma determinación que está teniendo la UE para plantar cara a Vladimir Putin por su invasión de Ucrania, no la tenga para decir basta al genocidio que se está cometiendo con los gazatíes. Aquí ya no valen ni las medias tintas ni la fineza diplomática de altos vuelos.  Lo siento, pero no me parece de recibo la nota que emitió la alta representante europea para la Política Exterior, Kaja Kallas, en la que deploraba la acción y pedía a Israel que pusiera fin a las operaciones, y a la milicia palestina que liberara a los rehenes. “[La UE] insta a Israel a actuar con moderación y a reanudar la entrada sin trabas de la ayuda humanitaria y el suministro de electricidad a Gaza”, decía el texto. Horas antes en un ataque de Israel habían muerto más de 400 gazatíes en una sola noche, pero sobre esa atrocidad no consta ni la más mínima recriminación.

Con franqueza diré que echo en falta la claridad y contundencia de Josep Borrell, antecesor de Kallas, al frente de la política exterior de la UE, cuando propuso romper el diálogo con Israel, esencial en el Acuerdo de Asociación entre la UE y el Estado judío. No perdamos de vista que el mercado comunitario es el principal destino de las exportaciones israelíes. Pero por desgracia su propuesta cayó en saco roto. No es descabellado pensar que la congelación de las relaciones comerciales podría tener efectos disuasorios en las políticas bélicas israelís. No obstante, hay que tener presente que existen varias cancillerías europeas, como Hungría o la República Checa que, además de mantener una gran afinidad con Israel, no quieren molestar a su gran aliado: Estados Unidos, aunque quizás deberían empezar a valorar la solidez de los acuerdos con ese socio.

Sea como sea hemos de reaccionar. No podemos permanecer de brazos cruzados, pero tengo la sensación de que como sociedad estamos atenazados y echo a faltar aquella tensión y aquella indignación que en 2003 nos hizo salir a la calle para gritar: NO A LA GUERRA. No a todas las guerras.

 

 

Bernardo Fernández

Publicado en Catalunya Press 31/03/2025

 

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