El tiempo suele poner las cosas en su
lugar. Por eso ahora, cuando ya han pasado seis años largos del aciago otoño de
2017, podemos ver con más nitidez, si cabe, el gran disparate que fue el
procés.
Algunos pensaban que, tras el fiasco,
los líderes independentistas habrían aprendido la lección y, sin renunciar a su
ideología, estarían reconduciendo sus planteamientos a posiciones más pragmáticas.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Constatamos, no sin cierta tristeza
y mucha indignación, que esa gente son de la opinión de “sostenella y no
enmendalla” y su soberbia y supremacismo no tienen límites.
Veamos algunos ejemplos que ilustran
esta afirmación:
Hace poco más de una semana se
publicó el último informe PISA; en el mismo se retrata el fracaso escolar en
Cataluña. En un primer momento, el Govern señaló como motivo la
sobrerrepresentación de alumnos extranjeros en la prueba. Pero el aluvión de
críticas recibido, tanto de los partidos de la oposición como de la comunidad educativa
forzó a que el Ejecutivo rectificase, aunque sin asumir ninguna responsabilidad
ni plantear, hasta el momento, medidas de choque.
Esa falta de autocrítica ha molestado
a las familias, hasta el punto que la AFFAC, la federación de asociaciones de
familias de alumnos más grande de Cataluña, emitió un comunicado en el que “lamentan
la falta de autocrítica y de propuestas concretas de la consejera d’Educación,
Anna Simó”. Y consideran “intolerable” la utilización de los alumnos
inmigrantes para justificar los malos resultados del sistema educativo catalán.
Igualmente, consideran “indignante” la carta que Anna Simó ha enviado a las
familias pidiendo que se hagan corresponsables del éxito educativo en
Cataluña”.
Pero, por desgracia, ahí no acaba la
estulticia de este Govern: La consejera de Economía y Hacienda de la
Generalitat, Natàlia Mas no asistió al Consejo de Política Fiscal y
Financiera (CPFF) que se celebró el lunes 11 de diciembre en Madrid. La
mencionada señora consideró innecesaria su participación en la reunión convocada
por el Ministerio de Hacienda, toda vez que “no es un
órgano de debate”.
Otro de los motivos para justificar
la ausencia es que la Generalitat y el Gobierno “ya tienen abierta una
negociación para una financiación singular de Cataluña” que, según las mismas
fuentes, empezará en el primer trimestre de 2024. Algo que posteriormente
desmintió categóricamente la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Pero es
que la consejera de la Generalitat y su gabinete deberían saber los catalanes
merecemos estar siempre representados allí donde se hable de cosas que nos
atañen.
Sin solución de continuidad, el consejero
de Acción Climática, David Mascot, sorprendía a todo el mundo al anunciar
algunas de las restricciones que sufrirá Cataluña, a partir de enero, de
persistir la sequía. La prohibición más llamativa era la de no permitir a la
gente ducharse en instalaciones deportivas. (?) Horas después, el propio Govern
daba marcha atrás y matizaba algunos aspectos de esta restricción. Sobran los
comentarios.
Pero hay mucho más: El mismo día que
en el Congreso empezaba la tramitación de la ley de amnistía, el president Pere
Aragonés publicaba, en el diario británico Financial Times, un artículo en el
que pedía a Pedro Sánchez valentía para pactar un referéndum de
autodeterminación, a la vez que dejaba claro que se aseguraría de que el PSOE
cumple todos sus compromisos.
Tan
inoportuno fue el artículo que la portavoz de EH Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, poco sospechosa de
españolismo, advirtió a Aragonès, de que la convocatoria de una eventual
consulta de autodeterminación es un asunto “serio” que debe ir precedida de un
debate “sereno”, ya que, en su opinión, “las prisas son malas consejeras en
esta cuestión”.
Y seguimos: La portavoz de Junts en
el Congreso, Miriam Nogueras, con la elegancia y fina oratoria que la
caracteriza, no se anduvo con rodeos y en su intervención en el pleno del
Congreso y calificó al expresidente del Supremo Carlos Lesmes, al presidente de
la Sala Penal del Supremo, Manuel Marchena, a Pablo Llarena, a la magistrada
Carmen Lamela, y a la expresidenta de la Sala Penal de la Audiencia Nacional y
actualmente magistrada del Constitucional Concepción Espejel, todos ellos jueces que tuvieron que ver
con la instrucción y sentencia de la causa a los líderes del procés, como
“personas indecentes que deberían ser cesadas y juzgadas”; en mi opinión,
sobran los calificativos hacia la diputada.
Pero quién volvió a tener una
intervención que quedará en los anales del parlamentarismo fue Carles
Puigdemont. En una interpelación en la Eurocámara, donde coincidió con Pedro
Sánchez por primera vez. El expresident, en vez de tender la mano y ofrecerse a
colaborar para superar la situación que estamos viviendo en Cataluña, advirtió
al presidente de las consecuencias de incumplir sus promesas, “Presidente
Sánchez, las oportunidades hay que aprovecharlas. Si se dejan pasar por miedo o
por incapacidad, las consecuencias nunca son agradables”, sin ningún género de
dudas, con actitudes como las aquí descritas se tejen complicidades y se
alcanzan acuerdos que sirven para mejorar la vida de los ciudadanos.
Estoy convencido que todo sería mucho
más llevadero si estos señores le pusieran un poco de sentido común a su
actitud. Sin embargo, la impresión que saco de todo esto es que la mayoría de
líderes independentistas —salvo algunas excepciones que seguro las hay— es que,
como políticos, son unos ineptos que supuran incompetencia y supremacismo por
todos los poros de su piel. Algo que los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña no
merecemos.
Soy consciente de que esta columna
levantará ampollas en determinados ambientes políticos. Lo siento. No pido que se
comparta mi opinión, pero sí que se respete, porque estoy opinando de posicionamientos
políticos evidentes, no de las personas, ahí no entro.
Bernardo Fernández
Publicado en E notícies 21/12/2023