Es posible que este año
celebremos la Navidad más desangelada desde que tenemos uso de razón. No
obstante, debemos ser disciplinados y hacer lo que nos dicen nuestros
gobernantes para poder celebrar las fiestas que vendrán en el futuro con gozo y
euforia. De no hacerlo, corremos el riesgo de que algún ser cercano o nosotros
mismos se quede en el camino.
Por muy mal que nos sepa no
celebrar las Fiestas como lo hemos hecho siempre, deberíamos comprender que
millones de personas nunca han tenido la posibilidad de celebrar nada (léase
aquí cualquier tipo de efeméride ya sea laica o religiosa), y con la catástrofe
socio económica que está dejando la pandemia de la Covid 19, lo más probable es
que jamás van a poder celebrar nada.
Según un informe de Oxfam
Intermón hecho público en las últimas semanas son muchos millones de seres
humanos los que están pasando hambre en el mundo. Unos sufren más que otros,
pero todos son víctimas de la peor crisis económica que hemos padecido desde la
Segunda Guerra Mundial. Si se cumplen las previsiones que ha hecho el Banco
Mundial, más de 729 millones de personas estarán bajo los estándares
internacionales de pobreza extrema (viviendo con menos de 1,90 dólares al día)
cuando finalice este año. Esa cifra es el equivalente al 9,4% de la población
mundial, y serán 114 millones más de seres humanos de los que se habían
pronosticado antes de que el maldito virus hiciese su aparición. Claro y
concreto: muchas de esas personas morirán de hambre y de esos unos 260 millones
serán del tercer mundo. Son gente que ya no puede aguantar más porque está al
borde de la inanición, advierte un informe del Programa de Alientos de la ONU.
Expertos del Banco Mundial
sostienen que esta pandemia, auténtica catástrofe de condiciones bíblicas, que
en occidente a algunos les incomoda porque no les permite ir a esquiar o salir
de fiesta por las noches, se ha llevado por delante dos décadas de lucha contra
la pobreza extrema. Puede, también, ser un serio retroceso para más de 3.000
millones de personas (casi la mitad del planeta) que viven con un presupuesto que
está por debajo de los 5,30 dólares diarios.
Todos los informes que, sobre
la situación que nos deja la Covid 19, han hecho grandes corporaciones e
instituciones son demoledores. “Estamos viendo solo el principios del tsunami”,
sostiene Oliver de Shutter relator especial para la Extrema Pobreza y los
Derechos Humanos. En su opinión retornar a los niveles previos a la crisis no
será sencillo. Serán precisos muchísimo recursos y, sobre todo, que la economía
global avance como nunca antes lo había hecho.
Si bajamos el nivel de nuestro
enfoque y nos centramos en cómo está la situación en España, los datos no son
nada halagüeños. El informe de Oxfam Intermón vaticina que cuando acabe este
nefasto 2020, es decir, la semana que viene 1,1 millón de personas engrosarán
las filas de la pobreza relativa. Eso significa que 12 millones de seres en
nuestro país (el 26% del total) vivirán a partir de 2021 en riesgo de exclusión
social.
En opinión de Liliana Marcos
Barba, responsable de políticas públicas y desigualdad de la ONG Oxfam, “esas
cifras son la consecuencia de las fallas estructurales que hay en España. El
país tiene un mercado laboral enfermo en el que hay un colectivo muy alto de
personas de rentas bajas, con una fuerte presencia de mujeres, jóvenes e
inmigrantes, en definitiva trabajadores de muy baja clasificación, y ellos
acaban siendo el colchón donde se asientan las pérdidas cuando hay una crisis”.
Dicho de otra manera, ese es el saco que recibe todos los golpes.
Bajo el plan estratégico de
Europa 2020, en 2008. El Gobierno de entonces se comprometió a reducir en un
1,5 millones (entre 2009 y 2019) los seres humanos en riesgo de pobreza en
nuestro país. Sin embargo, poco tiempo después llegó la recesión financiera y
el PIB español cayó un 3,8% en 2009, dejando a 4,3 millones de personas sin
empleo y el objetivo, está claro, se fue a Norris.
Ahora la previsión es que le
PIB en 2020 caiga, en España por encima del 10%. A partir de ahí que cada cual
saque sus consecuencias de como podrán ir las cosas.
Disculpen amables lectores la
crudeza de esta columna, pero lo que he escrito es tan real como la vida misma
porque las cifras utilizadas han sido extraídas de informes serios y rigurosos
hechos por organizaciones que merecen la máxima credibilidad y consideración.
Por eso, considero que nuestra Navidad, comparada con otras navidades es de cuento
de hadas. En consecuencia y, pese a las circunstancias, deseo que disfruten
tanto como puedan y que sean razonablemente felices.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
22/12/20