A Pedro Sánchez se le podrán
criticar muchas cosas, pero nadie puede negar que, para arreglar el conflicto
catalán, le está poniendo ganas.
Dice el adagio popular que hay
que “hacer de la necesidad virtud” y es posible que el presidente del Gobierno,
vista la aritmética parlamentaria surgida de las elecciones del 10 N, tome
iniciativas que en otras circunstancias no tomaría, pero es que “la política es
el arte de lo posible”, apunta otro conocido refrán.
En ese estado de cosas hay que
enmarcar la reunión que tendrán en breve Sánchez y Torra, ahora en el aire por
la decisión del Tribunal Supremo de inhabilitar como diputado al segundo hasta
que haya una sentencia firme sobre su posible inhabilitación.
Con el mismo objetivo, el
Gobierno está preparando una amplia reforma el Código Penal en la que se piensa
incluir una revisión de los delitos de rebelión y sedición que podría comportar
una rebaja en las penas de esos delitos. A nadie se le escapa que ese eventual
cambio en la legislación podría beneficiar a los condenados por el procés.
Comprendo que sea una iniciativa que levante rechazo, pero nadie debería
rasgarse las vestiduras porque cuando hay un problema hay que darle solución, y
cuando se negocia todas las partes deben ceder.
Ante esta situación, a los que
no lo tienen claro les pregunto: la solución para solventar el problema entre
Cataluña y el resto de España, ¿Cuál es? ¿mano dura? ¿meter más gente en la
cárcel? Sinceramente, yo creo que no. En mi opinión sólo con diálogo,
negociación y pacto se podrá llegar a una solución válida para un par de
generaciones.
Y mucho me parece que esa es
la idea que han interiorizado algunas de las cabezas pensantes de La Moncloa,
no sé si todas.
Desde luego no será fácil.
Habrá que sentarse a dialogar con los mismos que se negaron a hacerlo en
septiembre de 2017 en el Parlament de Cataluña y con los que de forma chulesca
han dicho “ho tornarem a fer” (“lo volveremos a hacer”).
Por eso, los negociadores
harán bien en poner las luces largas y no atender a los cantos de sirena que
reclamarán inmediatez y contundencia. Entre la España no democrática de Vox,
sus palmeros y el Estado desintegrado que quieren los hiperventilados del
independentismo, hay una zona intermedia, más templada y nada radical en la que
se ubica una mayoría de la sociedad de aquí y de allí, que lo que quiere, en
definitiva, es un proyecto de vida con expectativas francas de mejora para
ellos y los que nos han de suceder. Y para eso es necesario un entorno
sociopolítico fiable que sólo es posible desde unas instituciones sólidas con
unos gobernantes volcados en lograr mejoras en la calidad de vida de la
ciudadanía y no entretenidos con bagatelas tan quiméricas como absurdas.
Con este panorama de fondo,
sería deseable que todo el mundo, incluidos los secesionistas, optase por la
moderación. Declaraciones como las del vicepresidente Pere Aragonés diciendo
que en la reunión de Sánchez y Torra se hablará de independencia no ayudan en
nada y son una provocación. Los máximos mandatarios hablarán de lo que
consideren oportuno, pero Aragonés no es quién para hacer el orden del día,
Sobre la base de reforzar el
gobierno autonómico dentro de la Constitución, suavizar las condenas de los
presos, mediante un indulto o reformado el código penal, y, finalmente,
redactando y votando un nuevo Estatuto, hay un gran camino a recorrer que nos
puede devolver a los mejores estadios de convivencia, fraternidad y solidaridad
por los que ya habíamos transitado antes de que unos visionarios patéticos y
unos políticos ciegos y sordos lo echaran todo a rodar.
Por principio, me niego a
aceptar como válida la sentencia que lanzó José Ortega y Gasset desde la
tribuna del Congreso en el debate sobre el Estatuto de Cataluña el 13 de mayo
de 1932, cuando dijo:” … el problema catalán es un problema que no se puede
resolver, que sólo se puede conllevar …”
Con todo el respeto y aunque
contradiciendo al gran pensador Ortega y Gasset, creo, firmemente, que el
acuerdo es posible.
Ahora, si quieren, llámenme ingenuo.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
27/01/20