Los dirigentes europeos han
aprendido la lección. Por eso, a diferencia de lo ocurrido en la crisis de
2008, cuando se hizo de la austeridad virtud y de los recortes en servicios
sociales la fórmula magistral que servía para todo; ahora, para atajar el
desastre social y económico que ha dejado la pandemia de la Covid 19, se ha
dado un giro de 180 grados. Donde antes se practicó el austericismo se primarán
las políticas expansivas, y donde se practicaban recortes ahora se dotará de
recursos para que nadie se quede en el camino.
La cumbre de los mandatarios
de la UE que acabó en la madrugada del pasado 21 de julio fue histórica y
marcará un antes y un después en la historia de Europa. Tras durísimos debates
los 27 socios de la Unión acordaron por unanimidad establecer un fondo de
reactivación para paliar los daños económicos ocasionados por el coronavirus.
Serán 750.000 millones y un nuevo marco financiero para 2021-2027 de más de un
billón de euros. Por primera vez las subvenciones se financiarán con comisiones
de deuda conjunta. Algo totalmente inédito en la historia del club que nos
acerca a la unión fiscal.
No cabe duda que los países
más beneficiados serán los del sur de Europa que se llevarán más del 50% de
todo el paquete que se pondrá en movimiento. En ese contexto, España será el segundo
país más beneficiado por las ayudas, recibirá unos 140.000 millones de euros.
“Una cantidad extraordinaria que ha de servir para impulsar la modernización
del país”, según el criterio de la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno
María Jesús Montero.
Desde que, en el mes de marzo,
se empezó a contemplar la idea de que la UE participara de forma activa en
sufragar la deuda que iba a generar la pandemia se formaron dos grupos de
países enfrentados por intereses divergentes: los llamados países frugales o
halcones entre los que estaban Austria, Suecia o Holanda, capitaneados por Mark
Rutte, primer ministro holandés, por un lado; y por otro, los países del Sur,
encabezados por Italia y España. En esencia, los primeros pretendían reeditar
las políticas practicadas en 2008 y dar préstamos con intereses elevados y controles
estrictos sobre las iniciativas para salir de la crisis y como llevarlas a cabo.
Por el contrario, el grupo de los países más castigados por el coronavirus
proponían mutualizar la deuda. Entre las dos tendencias emergió la figura de
Ángela Merkel que hábilmente secundada por Emmanuel Macron templaban los ánimos
y, al final, hacían posible que “Europa fuera capaz de abrirse camino en una
situación tan especial”, como dijo la canciller alemana una vez logrado el
acuerdo.
Como es fácil suponer, las
negociaciones no han sido un camino de rosas y a punto se ha estado en más de
una ocasión de echar el carro por el pedregal. El holandés Mark Rutte pretendía
establecer un derecho de veto para otorgar ayudas a los países que no hagas las
reformas para las que reciban financiación. Por su arte, los países más
necesitados de los apoyos económicos externos rechazaron la propuesta porque
temían que lo que se produciría en realidad sería una parálisis del fondo de
reconstrucción. Al final se llegó a un acuerdo, según el cual los desembolsos
dependerán de la Comisión, previo informe del Comité económico y financiero
(que está formado por técnicos de los Ministerios de Economía de los 27). Con
esa fórmula, si uno o más miembros del Comité plantean objeciones a alguna de
las ayudas, el expediente deberá elevarse al Consejo Europeo que tendrá tres
meses para pronunciarse. Un sistema mucho más light que el propuesto por el
halcón Rutte.
No insistiré mucho más sobre
la cuestión porque estos días los medios ya han informado profusamente sobre el
gran acuerdo. Tiempo tendremos de analizarlo minuciosamente y ver en qué forma
incide en la política nacional. Quiero subrayar, no obstante, el papel
desempeñado por la canciller alemana Ángela Merkel. Sin su participación activa
en esa cumbre histórica de la UE, con toda seguridad, el gran éxito común no se
habría producido.
El azar quiso que desde el 1
de julio Alemania ejerza la presidencia semestral de la UE. Eso hizo que Merkel,
la más veterana del club, tal vez consciente de que está llegando su otoño
político, pudiera ejercer el papel de mediadora hábil y neutral, válida para
todas las partes. De esa forma asumió buena parte del protagonismo a lo largo
de las arduas negociaciones. No deja de ser curioso que la misma líder que en
2008 fue adalid de la austeridad; haya sido ahora, con la inestimable
colaboración de Emmanuel Macron, la defensora a ultranza de un fondo que
beneficia por encima de todo a los países del Sur.
Es muy posible que este pacto
sea el primer paso de un camino muy largo que algún día ha de desembocar en la
unión fiscal. No será fácil. Pero quizás aquí se haga realidad aquel antiguo
adagio que dice, “a grandes males grandes remedios”, si es así, y al final la
pandemia nos habrá dejado algo que valdrá la pena.
El tiempo dirá, pero de
momento tenemos un poco más de Europa y, sobre todo, bastante mejor.
Bernardo Fernández
Publicado en e notícies
28/07/20